Una de las claves para acercarse a la sostenibilidad con éxito es ser conscientes de que esta no es solo un proceso que apliquemos –en sistemas, operaciones, territorios, empresas–, sino que también es una capacidad que tenemos que interiorizar.
Reflexionar el contexto holístico que representa la sostenibilidad nos acerca a una comprensión profunda del hacer pero también del ser, aspecto fundamental para transitar desde un enfoque ético al diseño de futuros posibles para todos.
‘Sentipensar’ no es un concepto nuevo. Lo formuló por primera vez Fals Borda en el año 1986 para abordar la noción de pensar con el corazón, el cuerpo y los sentimientos. Hoy, ese significado sigue más vigente que nunca, pero también estamos inmersos en una era de la transformación digital, donde más que nunca afrontamos el riesgo de perder la conexión con emociones y sentimientos vinculados al carácter transformativo que implica la sostenibilidad.
El mismo Alexander von Humboldt lo indicaba en sus diarios que escribía en sus travesías por América y Europa entre 1799 y 1830, donde hacía referencia al arte, la poesía, la ciencia y el pensamiento desde una dimensión ética y creativa, desde una conexión profunda del ser. Los paisajes que visitaba por todo el mundo le recordaban un sentimiento de finitud, de límite, de umbral. Aseguraba que todo lo “verde y majestuoso” que exploraba tenía un límite. No lo tendríamos allí para siempre.
Hoy, muchísimos años después lo sabemos: no podemos istrar la biósfera y, por ende, nos toca cambiar nuestras formas de producción, consumo y vida para conectarnos con ese sentimiento profundo que Humboldt describía con emoción en sus diarios.
Repensarnos la manera de cohabitar este mundo con el resto de los seres vivos y no vivos nos hará cambiar el chip de la destrucción y el uso compulsivo de “recursos naturales”. Nos permitirá entender que no somos los únicos que necesitamos de este patrimonio biocultural para subsistir.
Nos permitiría, incluso, acabar con guerras y grandes desafíos sociales, pues la mayoría de ellas se desencadenan por crisis ambientales. La guerra entre Palestina e Israel es una manifestación de esto. La guerra entre Ucrania y Rusia también.
Conectémonos con lo profundo de nuestro ser (biológico y moral). Encontremos respuestas desde nuestra propia biofilia. Dejémonos inspirar por la vida para sentipensar. Finalmente, ella tiene más de 3.800 millones de años evolucionando e innovando soluciones con impacto positivo para todos.
MARÍA EUGENIA RINAUDO