El nombramiento de Álvaro Leyva como canciller fue una reivindicación personal y profesional que pocas veces se ve en la vida: él ha sido infaltable en todos los esfuerzos de paz intentados durante 40 años. Pero estaba tan quemado, curiosamente por su obsesión por la paz, por su cercanía con la guerrilla y por un escándalo penal que tuvo hace unos años, que incluso Santos, ya con sus planes de las Farc en la cabeza, lo estuvo evitando varios meses por considerarlo un encarte; hasta que Leyva y el abogado español Enrique Santiago aparecieron en las negociaciones, como representantes de las Farc, y se volvieron indispensables. Hoy no hay duda de que pocos como él pueden abrir las puertas que se requieren tanto en la comunidad internacional como en las montañas de Colombia.
Su acompañante principal en La Habana es el senador Iván Cepeda; a pesar de los rechazos por sus visitas a las cárceles en busca de testigos contra Uribe, de su fastidio contra el expresidente y de la desconfianza que produce en los estratos altos, es el gran gurú de la paz. Un verdadero soñador.
La orden que les dio Petro, que se ha tomado muy en serio eso de acelerar sus planes en el primer año de gobierno, fue que viajaran a La Habana a explorar el verdadero ánimo del Eln.
Ojo: “explorar”, en el caso de los elenos, puede ser una expresión de doble filo. Cuando bajo la conducción del exministro Juan Camilo Restrepo se iniciaron, aún en el gobierno Santos, las conversaciones en la hacienda Cashapamba, en Ecuador, los elenos llegaron advirtiendo que solo tenían permiso de “explorar”. La delegación del Gobierno los paró y se los advirtió así de claro: El objetivo de esa mesa era un acuerdo final para terminar con el conflicto armado, y punto. Por ahora, sobre su verdadera intención, que exploran Leyva y Cepeda, solo sabemos que no les ha gustado nadita que los mezclen en la llamada Paz Total con los clanes de los narcos.
De esa primera y productiva etapa en Quito quedó un memorando que tendrá que ser el punto de partida de esta segunda; y que resumen así las memorias del exministro Restrepo: El Eln se compromete a dejar de secuestrar, atentar contra la infraestructura, reclutar menores e instalar artefactos antipersonales. El Gobierno, a fortalecer el sistema de alertas tempranas para protección de líderes, a mejorar las condiciones de los presos del Eln, a despenalizar la movilización y la protesta y aplicar amnistías e indultos, y a organizar las audiencias para las conversaciones con la sociedad civil. Este documento, en el que claramente el Gobierno no cede en nada que no pueda, resultó ser el primero que firmaba el Eln en 50 años de conflicto. De ahí su importancia como insumo de lo que viene.
Sobre las conversaciones con la sociedad civil, que el Eln llama Convención Nacional, el exministro Restrepo da consejos valiosísimos. 1) Que tengan un plazo de máximo tres meses para que el país no se estanque en modo diálogo eterno; 2) que las opiniones de la sociedad civil sirvan para nutrir a la mesa de negociaciones, pero en ningún caso con carácter obligatorio para que no se conviertan en una Constituyente, pero por la puerta de atrás. 3) Y todo siempre acompañado por el telón de fondo del cese del fuego, porque no se puede estar razonando y aportando a un proceso de paz en medio de bombas, asesinatos y secuestros. Yo le añadiría un cuarto consejo: que Petro no mande a Cuba a Ernesto Samper como ‘back channel’ o “emisario no miembro” de la delegación oficial, incluso clandestino, lo cual estuvo a punto de tirarse los esfuerzos de Quito.
No son menos valiosos los tips de Restrepo sobre la forma como negocian los escurridizos elenos. No les gusta dejar nada por escrito, por temor a que los desautorice el Coce, porque, a diferencia de las Farc, que mandaron a La Habana a todo el secretariado, los elenos solo han enviado a representantes de su Comando Central. Por eso tampoco toman fácilmente movidas unilaterales. Les priva el “roce internacional” con embajadores, agencias y medios de comunicación. Son bastante anticuados en su discurso, varado en estereotipos del siglo XX. Y frente a las Farc –de ahí la dificultad de haber hecho desde el comienzo un proceso simultáneo– sufren el “síndrome del hermano menor” y, por lo tanto, no aceptarán ser tratados como subordinados suyos.
Sería una equivocación que los negociadores no valoren esta experiencia, o que se crucen las líneas rojas de que las conversaciones Eln-sociedad civil se nos vuelvan obligatorias. Imperdonable repetir con los elenos la entrega total que hubo con las Farc.
Iremos a Cuba, sí, a negociar, pero no a entregar la democracia.
Entre tanto… Y a los elenos, este profundo mensaje de Restrepo: “De seguir como van, el tren de la historia terminará por arrollarlos en su insignificancia criminal”.
MARÍA ISABEL RUEDA