Imaginariamente, hoy le extiendo mi mano, lo miro a los ojos y me presento, es un mínimo gesto de elegancia y honestidad que parece correcto cuando se inicia una columna periódica como a la que me ha invitado a empezar EL TIEMPO.
Quizás el punto fundamental de esta introducción radique en por qué asumo esta responsabilidad y este reto. La razón es sencilla, en cuanto no la puedo combatir, y compleja, porque implica muchos caminos, algunos azarosos. En esencia, a mi ser le gusta encontrar la razón detrás de los acontecimientos, cree en la capacidad transformadora del hombre y lo indigna la falta de liderazgo. En consecuencia, se mueve y compromete con todo aquello que siente tiene propósito. Supongo que cuando se ha estado desahuciado por un cáncer a los 14 años y se ha visto morir a la mayoría de su familia es casi natural que se busque vivir con intensidad la vida, pues existe consciencia inminente de la libertad y la muerte.
En mi origen nace mi pasión por observar la realidad y contar historias desde el periodismo serio. Ese que se basa en la reportería profunda que busca hechos que contrasta; se fija en los detalles; reconoce y considera fuentes expertas y pluralistas para analizar y enriquecer la lupa sobre los acontecimientos y que no opina llenando de adjetivos y exclamaciones sus cubrimientos. Desde el mismo lugar proviene mi interés por la opinión, tan distinta al periodismo, porque en ella hay juicios de valor que en una sociedad madura deben estar sentados en el respeto y sustentados en la argumentación.
Así que la causa detrás de retomar este compromiso de escribir en Colombia nace en la convicción de que desde una columna de opinión se plantean a la audiencia temas que despiertan diálogos. Si una columna nos lleva a escuchar con respeto, reflexionar con empatía y debatir con la riqueza intelectual que traen los argumentos que conllevan acuerdos y desacuerdos, esta podría ayudarnos a unir nortes. Somos lo que conversamos.
Si una columna nos lleva a escuchar con respeto, reflexionar con empatía y debatir con la riqueza intelectual que traen los argumentos, esta podría ayudarnos
a unir nortes.
Ahora bien, quien diga que es totalmente objetivo, ajeno a ideas, intereses políticos y económicos carece de sentido de la realidad. Somos parte de un entorno que influye nuestra mente y mueve nuestro corazón de tal manera que es honesto reconocerlo y declararlo con franqueza, pero simultáneamente haciendo un compromiso ético de hacer un ejercicio tan justo como sea posible con los hechos cuando se busca la verdad. Pueden esperar de mí, entonces, una mujer que cree en el valor semántico de las palabras. Que comparte la Declaración Universal de los Derechos Humanos y los Objetivos de Desarrollo Sostenible declarados por la ONU. Que defiende la vida, las libertades, la equidad y la democracia.
Destaco de mi formación académica estudios en gerencia de medios de Medill School of Journalism, un MBA en Lynn University, un posgrado en medios de la Universidad de Navarra y un título de Diseñador Industrial de la Universidad Javeriana.
Colaboro en opinión con El País América y un blog para la International News Media Association (INMA). Participo en la junta mundial y en la junta Latam de INMA, la junta del Museo de Arte Moderno de Medellín (MAMM), la junta de la Fundación Secretos para Contar y soy miembro del consejo asesor de Women in the News Network (WINN).
Me dedico a innovación de producto y transformación estratégica de empresas en la era digital. Recientemente dejé la Dirección Ejecutiva de El Colombiano y la dirección de su laboratorio de Innovación, después de trece años con el grupo. Conferencista para TEDx, Google, Meta, INMA, Wan-Ifra y empresas.
Mi gratitud a esta casa editorial que respeto y iro. Me honran, y sin duda me comprometo desde mi integridad hoy con su audiencia.
MARTHA ORTÍZ