¿En dónde se encuentra la verdadera belleza?
Ese es el argumento central del cuento de hadas La Bella y la Bestia,que durante más de dos siglos ha hecho felices a niños y adultos, y alimentado expresiones artísticas literarias, fílmicas y musicales tanto en teatro como en ópera. Inclusive, la subcultura metal gótica que contrasta la angelical voz femenina con sonidos agresivos y feroces, videojuegos y dibujos animados, los de Disney por excelencia.
¿Cuál es el origen inspirador de este relato francés? Un escrito extenso de Gabrielle de Villeneuve, abreviado en 1757, por la escritora de cuentos sobre moral y educación Leprince de Beaumont. Se vincula con el mito de la Grecia antigua Cupido y Psique, y la primera versión escrita se atribuye a Gian Straparola en 1550.
Resalta valores de bondad, belleza, sacrificio y profundidad de las relaciones personales; se inspira también en la vida del español de Tenerife Petrus Gonsalvus, un ser cubierto de pelo en cara y cuerpo por la enfermedad de Hipertricosis que vivió en el siglo XVI, durante el reinado de Enrique II de Francia, época en la que poseer algo monstruoso era símbolo de estatus. Siendo niño, Petrus fue atrapado en un bosque como trofeo para el monarca, quien quiso hacer el experimento de “humanizarlo”, lo educó y convirtió en un noble culto –lo cual no fue ninguna gracia, ya que Petrus era totalmente normal– y lo casó con una preciosa dama sa llamada Catherine, que lo vio por primera vez el día de la boda, y con la que vivió 40 años y tuvo muchos hijos, algunos de ellos también peludos.
La versión de La Bella y la Bestia que se está presentando por estos días en el teatro Colsubsidio de Bogotá, en homenaje a la recién fallecida Misi, fue originalmente producida en Broadway por Disney, bajo la dirección de Rob Roth. Magnífica, no se la pierdan, con música de Alan Menken, textos de Howard Ashman y Tim Rice y libreto de Linda Woolverton, traducidos al español por María Isabel Murillo, quien dejó el legado de sus canciones y sueños como herencia que siga produciendo grandes espectáculos en nuestro país.
Aplauso mayor para los creadores y realizadores de lo visual del espectáculo: escenografía de Tijana Bjelajac, vestuario de Juliana Reyes, luces de Humberto Hernández, pelucas de Feliciano San Román y la directora y coreógrafa Lynne Kurdziel-Formato.
Preciosa la escena de la biblioteca que une el nacimiento del amor entre la pareja dispareja al gusto de los dos por la lectura.
El maestro Ricardo Jaramillo, asistido por Leonardo Palacios, hizo un trabajo de precisión musical en el manejo de la orquesta, integrada con de la Filarmónica Joven de Colombia y la Nueva Filarmonía. Combinó la partitura con sonido electrónico y ensambles femeninos y masculinos. Acompañar a actores que además utilizan su voz para cantar no es fácil, y el apoyo orquestal fue constante.
Los protagonistas, jóvenes actores y actrices, apoyan sus voces en la amplificación sonora. Talentosos, bellos y bien coordinados dramáticamente. Bella –Juliana Reyes– y la Bestia –Felipe Salazar– emocionan al público. Maurice, padre de Bella, cuenta con la superior actuación de Diego León Hoyos. Excelente Carlos David Salazar, atractivo y presuntuoso Gastón, que termina mal al enfrentar a la Bestia.
Buenos actores en el palacio embrujado –reloj, candelabro, tetera, tacita y otros más–. El delicioso conjunto y los dos protagonistas harían bien en mejorar sus técnicas de canto. Con el talento lírico que poseen y una correcta proyección vocal, llegarán a ser sobresalientes.
Una despedida con muchos aplausos y mensaje claro: lo que nos define como seres humanos capaces de amar son nuestras obras y no nuestro aspecto.