Báilenme este Trump en la uña, he escrito aquí. Trump es una Trumba, o una tromba. No ha cumplido aún tres meses de nuevo en la Casa Blanca y ya sacude al mundo, como un King Kong, y no hay con quién. Él lo sabe. El primer sheriff del mundo está desbocado en su caballo bayo. Con sus tablas de la ley de aranceles, que tuvo a unos cien países en vilo esta semana, ya por lo menos se les cayeron las bolsas y puso a la economía mundial a hacer cuentas y ajustes.
Trump, por ahora respaldado por el Congreso –vamos a ver cuánto le dura–, se siente todopoderoso y "automono", como dicen por ahí. Sabe que manda en la primera potencia del mundo y que los presidentes tienen que ejecutar desde el principio, pues después se les puede hundir hasta una reforma del jardín. China es otro gigante, pero con muchos chinos, muchas bocas que alimentar, eso significa menor ingreso per cápita. Es la economía, estúpido, dijeron asesores de Clinton.
A Trump había que tomarlo en serio. Como decía un político, tiene poder, plata y plan. Y un equipo bien aceitado que juega monopolio y alta política mundial, inclusive saltándose los pactos. Porque estas decisiones que están tomando no solo son financieras, sino políticas y retaliatorias.
La tabla lo dice. La Casa Blanca aplicó unos aranceles promedio del 20 %. Pero a China, su rival orbital, le puso el 34 %; a la Unión Europea, 20 %; a Japón, el 24 %; a Cambodia, el 49 %; a Venezuela, el 15 %, chico.
Efectos habrá, y muchos. Dicen los economistas que vendrá inflación interna para EE. UU. Y habrá desempleo, de golpe recesión. Pero ojo, que el jueves el magnate dejó ver que el hoyo en uno, como en golf, llamado el 'Día de la liberación', puede ser también una estrategia de negociación. "Los aranceles nos dan un gran poder de negociación". Ahí está el detalle. No es hora de trumpadas. El mundo no debe tomar el camino del ojo por ojo, arancel con arancel yo pago.
Cuando hay otros países más castigados en la tabla de Trump, esta, inclusive, podría ser una oportunidad.
A nosotros nos fue bien, 10 %, porque sabe que somos un aliado clave, pero no nos podemos dormir sobre la leche derramada, dijo un ternero. Tenemos que ser imaginativos, sobre todo unidos.
Lástima que aquí cada día traiga su pelea, su ofensa, su ataque y su locura. Hoy estamos jugando al sí y al no. Y nos gastaremos 600.000 millones en una consulta con pinta de campaña política, además de enormes sumas para 60.000 comités petristas por el sí, cuando estamos recortando hasta en medicamentos y la gente muriendo. Esa platica, o plataza, que debería ir a apoyo para mayor competitividad, para pymes, para el sector agrícola, para tecnificación, se la llevaría el río de la polarización.
Cuando hay otros países más castigados en la tabla de Trump, esta, inclusive, podría ser una oportunidad. Pero aquí, donde el cambio va siendo pasar del cha, cha, cha del tren al shu, shu, shu de Petro, se piensa más en diezmar la empresa privada, en ahuyentar el capital privado, tan fundamental en esos momentos en que urge trabajar de la mano.
¿No hay nadie capaz de convencer al Presidente, de pronto Laura Sarabia, de que es la hora de convocar, de abandonar la consulta e insistir en las reformas en el Congreso, y dedicarse a fondo a una ofensiva de productividad y comercial hacia EE. UU. y hacia otros países? Y, desde luego, hacer diplomacia. Hay que decirle a Trump que la coca es el coco, 250.000 hectáreas, y que si aprieta a los que exportan lo legal, bailan los narcos; que muchos de nuestros productos que tendrán más aranceles, como café, cacao, frutas, son los que sustituyen la coca, que no tiene arancel.
Y la coca es violencia y desplazamiento. O sea, más inmigrantes que no tienen para comprarle su tarjeta Gold Card de cinco millones de dólares. Es difícil, pero ¿será que puede unir al país, Presidente? Porque ya hasta los indígenas le están echando humo.