Hace un par de años, en una librería en Buenos Aires, me encontré con el libro ‘Otro país: transfiguración del nuevo cine argentino’, de Nicolás Prividera. A través de las encrucijadas históricas que el libro plantea, pensaba en un libro titulado así, a propósito de los veinte años de la ley del cine en Colombia.
En dos décadas hay muchos logros por celebrar, pero también aspectos por cuestionar: ¿cuál es el otro país qué aún nos falta en las pantallas? ¿Cuál es esa transfiguración para nuevos futuros? ¿Es el cine actual representativo del país en su diversidad? ¿Nos estamos perdiendo de algo?
Retomé esas reflexiones hace pocos días, durante mi segunda participación en el BAM (Mercado Audiovisual de Bogotá), en el marco de sus quince años. Como bien lo expresa nuestra querida Remedios Zafra en su libro ‘El entusiasmo’: “... los que se dedican a la creación saben del poder de las pantallas, la imagen y la escritura para revertir temporalmente tantas ausencias y limitaciones. Tantos impulsos de transformación de mundos que nacen cuando por fin nos vemos también como ficciones y en ellas nos construimos de otras maneras. Tanta potencia política que desaprovechamos para el ser”.
Pensaba en los más de mil quinientos proyectos cinematográficos que se han materializado con la ley del cine, en el rol tan importante de una entidad como Proimágenes, liderado por Claudia Triana, así como en las discusiones de más de cien líderes culturales de diferentes partes del país y de Brasil que se dieron cita para hablar sobre la vanguardia cultural y audiovisual.
Necesitamos corazonar las historias y tener mayor diversidad detrás de cámaras para tener una producción más diversa en el país.
Gerylee Polanco, una de las grandes productoras del país con enfoque de equidad, resumió la esencia de las conversaciones: “Necesitamos corazonar las historias y tener mayor diversidad detrás de cámaras para tener una producción más diversa en el país”. Rodrigo Grillo, director de Innovación del Ministerio de Cultura de Brasil, subrayó la necesidad de afirmar diferentes subjetividades con una mayor fabulación creativa y crítica.
Por otra parte, los directores de escuelas y productoras de municipios fuera de Bogotá reiteraban que, más allá de reuniones para hablar sobre el cine en las regiones, se necesitaba invertir en capacidad instalada para reducir el monopolio de los servicios de producción y así generar una mayor capacidad técnica y tecnológica. Acercar el arte a la mayoría, especialmente a los que todavía no nos ven (o no nos quieren ver) debería ser una prioridad, más si se tiene en cuenta que la gran conclusión del BAM fue que “ese otro país” sigue invisibilizado como sujeto en la cinematografía y las imágenes en movimiento colombianas.
Siguen imperando las narrativas dominantes, cuando, como bien lo enfatiza Gilbert Ndi Shang: “La narrativa creativa es imprescindible para una reapropiación progresiva del poder sobre nuestras memorias y nuestra historia, y la autorrepresentación individual y colectiva. Nos permite renombrarnos y redefinirnos en contextos donde nos nombran y definen desde perspectivas ajenas, estereotipadas y colonizadoras”.
Por último, asistí a la presentación de la serie ‘Las visitantes’, de Yurieth Romero y La Caracola Films, con la moderación de Laura Mora. Ver a estas dos mujeres del cine colombiano con tanta conciencia, calidad e impacto me llenó de emoción. Laura le preguntó a Yurieth sobre la representación y los referentes para su obra, argumentando que estos evidentemente no estaban en el cine colombiano y que, al final, lo que La Caracola estaba haciendo desde Santa Marta era crear su propio referente. Yurieth contestó que su referente estaba en Brasil, pero también en los cortometrajes locales de Santa Marta. Me pareció un razonamiento muy potente para mi cierre en el BAM. Sonreí con cierto sosiego en el corazón: ahí, personificadas en ellas dos, están la transfiguración y la vanguardia del audiovisual colombiano.
PAULA MORENO
En X: @paulamorenoz