El general Alberto Ruiz Novoa (1917-2017), uno de los más grandes pensadores militares del siglo XX, siendo ministro de Guerra del presidente Guillermo León Valencia (1962-66), fue el creador del plan Lazo, aprobado en abril de 1962; una estrategia militar absolutamente disruptiva que rompió modelos cartesianos, logrando la pacificación del territorio nacional y cuyo centro de gravedad eran las relaciones cívico-militares.
Ruiz hablaba con profunda convicción y ponía a pensar al país político. Su talante intelectual y pensamiento desarrollista y reformador generaron la iración de muchos, pero también la envidia de otros tantos compañeros de armas, lo que a la postre le costó su aparatoso retiro del servicio activo. “Los militares deben velar no solamente en ganar batallas, sino también en contribuir en el mejoramiento de las condiciones de vida de su pueblo”. (EL TIEMPO, 1965. pág. 8). Un estadista, soldado intelectual y patriota, que amó a su ejército hasta su muerte a los 100 años.
El Ejército de Colombia fue nacional a partir de la reforma de 1907, de la mano de otros dos grandes líderes visionarios y desarrollistas, el general Rafael Reyes Prieto, presidente de la República (1904-1909), y el general Rafael Uribe Uribe, su ministro. Ambos lograron materializar la primera misión militar chilena, encargada de la organización de la Escuela Militar de Cadetes, la escuela naval y la escuela superior de guerra, con la llegada a Colombia de ilustres oficiales chilenos como los capitanes Arturo Ahumada y Diego Guillén, y los mayores Francisco Díaz y Pedro Charpín, quienes redactaron los primeros manuales doctrinales para una institución que renacía y sentaba las bases para un ejército moderno.
Los militares deben velar no solamente en ganar batallas, sino también en contribuir en el mejoramiento de las condiciones de vida de su pueblo.
‘El ejército que Colombia necesita’ es el título de uno de los textos de doctrina militar que nos legaron los destacados oficiales chilenos a principios del siglo XX. Dicha frase pareciese cobrar vida hoy, pues la institución, en un aniversario más – el 7 de agosto, fecha conmemorativa de la batalla de Boyacá, que selló nuestra independencia–, no necesita de una nueva reforma. Colombia necesita a su ejército de ayer, hoy y siempre. Una fuerza militar educada, profesional, confiable y eficaz; una institución que siga avanzando por el camino correcto del plan de transformación hacia el 2030 y con una clara visión al 2040.
Después de la salida repentina del general Ruiz Novoa, el 27 de enero de 1965, la Acción Cívico Militar (ACV), que era la estrategia principal del plan Lazo, fue abruptamente abandonada por el nuevo mando militar y el plan en sí mismo sufrió una desaceleración intencional, retrocediendo en lo avanzado. Afortunadamente, otros líderes reformadores como los generales Valencia Tovar y Puyana García, entre otros, retomaron en los 70 la esencia de Lazo, usándolo con éxito en sus planes para combatir al naciente Eln, y también a las Farc.
Posteriormente, hacia finales de la década de los 90 y comienzos del nuevo milenio, los generales Mora y Tapias, reformadores y desarrollistas, también rescataron la denominada acción integral, que fue la evolución de la ACV de Ruiz Novoa, recuperándose como doctrina a través de la innovadora “reestructuración del ejército”.
Don Tomás Rueda Vargas cierra con esta frase una carta fechada el 31 de agosto de 1909, refiriéndose a los tropiezos que tuvo la misión militar chilena, propiciados por el pensamiento parroquial y miope de algunos líderes militares y políticos de la época, que veían la necesaria reforma como una amenaza a sus intereses personales: “La fuerza solamente es eficaz cuando un sólido saber la acompaña y la dirige”. ¡Que no se repita la historia!, por el bien de la institución militar y el futuro de las nuevas generaciones.
CORONEL PEDRO JAVIER ROJAS GUEVARA
*Analista político y militar. Experto en seguridad y defensa.