Es hora de decirlo. Cuatro son los grandes problemas que acechan a Colombia. El primero y más reciente nos lo hizo sentir la aparición de ‘Iván Márquez’, acompañado por ‘Jesús Santrich’, el ‘Paisa’ y ‘Romaña’, anunciando que volverían a tomar las armas contra la oligarquía. Al principio, el video de dicho anuncio no causó gran alarma porque parecía solo una bravuconada folclórica, hasta que la revista Semana reveló (no se sabe cómo) documentos secretos del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (Sebín). En ellos se prueba la peligrosa y estrecha vinculación del gobierno de Maduro con mil guerrilleros del Eln y seiscientos disidentes de las Farc radicados en Venezuela.
Según las carpetas captadas a la inteligencia venezolana, la relación entre Maduro y los grupos guerrilleros se apoya en planes conjuntos para atacar a Colombia. ‘Grupos rojos’ son las palabras con las que denominan a estas guerrillas. Al mismo tiempo, ‘país verde’ es el nombre en clave para referirse a Colombia. Ocho frentes del Eln, seis de las disidencias de las Farc y cuatro del Epl tienen presencia en trece de los veinticuatro estados venezolanos. Su misión, por el momento, es la de dar un completo entrenamiento a las Milicias Bolivarianas y a los Colectivos Chavistas creados por el régimen en tácticas y estrategias propias de una guerra de guerrillas que tendría lugar en nuestro país. Esta realidad sirve de inquietante telón de fondo a la decisión de Maduro de organizar ejercicios militares con toda clase de armas, incluyendo misiles, en la frontera con Colombia. Se sabe además que en estas zonas hacen su aparición oficiales rusos con uniformes venezolanos, al tiempo que hay indicios de espionaje en las guarniciones militares colombianas. Si sumamos todos estos hechos al respaldo que Rusia y China dan al chavismo, nuestro panorama no podría ser más perturbador.
A esta amenaza se agrega otra de grandes dimensiones: el narcotráfico. Sirve de sustento a los grupos terroristas y las bandas criminales que operan en vastas y desafortunadas zonas del país. El Cauca es el mejor ejemplo de esta terrible realidad. Cada día nos llegan noticias de masacres y homicidios cuyo objetivo es asegurarle un camino seguro al tráfico de cocaína. Las comunidades indígenas que siempre han gozado de autonomía territorial no pueden impedir ya el paso del narcotráfico. Lo más doloroso es el asesinato de líderes sociales, que no cesa. La presencia de carteles mexicanos, en especial del cartel de Sinaloa, en territorio nacional logra el control de las rutas que llegan al Pacífico. Sus mejores aliados son los grupos guerrilleros como el Eln, el ‘clan del Golfo’, ‘los Pelusos’, las disidencias de las Farc, que les brindan una interesada protección a cambio de dinero. Ciertamente, el Gobierno ha frenado el crecimiento de los cultivos de coca, pero se necesita la aspersión aérea con glifosato para eliminarlos de un modo más radical.
El desempleo es otro de los males que nos abruman, no obstante el alentador crecimiento económico logrado por el presidente Duque. Varios puntos lo explican: el auge de la tecnología que sustituye la mano de obra, la infortunada migración venezolana, los fenómenos climáticos y nuestra dependencia de factores externos como la volatilidad del precio del dólar. También tiene efecto desfavorable la violencia que sacude vastas regiones, causando desplazamiento hacia las grandes ciudades.
La inseguridad, como consecuencia de todo lo anterior, domina tanto en zonas urbanas como rurales. Robos, atracos, homicidios salpican diariamente la prensa y hacen aún más intranquilas las horas de la noche. La policía acaba descubriendo la existencia de bandas delincuenciales, algunas de las cuales son manipuladas por el ‘clan del Golfo’ y carteles mexicanos.
Sin duda, el presidente Duque es consciente de estos males y ha tomado medidas para hacerles frente. No es una tarea fácil. Llevará tiempo, pero a grandes males, grandes remedios.