En vez de hacer a América Grandiosa de Nuevo (Maga) algunos creemos que, con una guerra comercial y elevadas tarifas, bien puede suceder lo opuesto y hacer a América Pobre de Nuevo (Mapa por sus siglas en inglés). Ello ya ocurrió hace más de 90 años, cuando las tarifas llevaron a los Estados Unidos por el camino de la ruina, siendo una de las causas de la Gran Depresión (“Why tariffs will make America poorer”, The Economist, Enero 25, 2025).
El otro problema de las propuestas de la nueva istración de los Estados Unidos se deriva del "Principio de Tinbergen", que dice que se necesita un instrumento de política por cada objetivo que se quiere alcanzar. En cuanto a esto último, Trump vende la ilusión de las tarifas como una bendición que curará el déficit comercial, permitirá recuperar la pasada gloria del sector manufacturero, y generará una cantidad enorme de ingresos fiscales pagados por los extranjeros, lo que permitirá reducir los impuestos a los contribuyentes domésticos. Todo ello es cuestionable.
Frente a esos tres objetivos de política, lo siguiente bien puede ocurrir:
Primero, las tarifas fortalecerán al dólar si reducen el déficit comercial al disminuir la demanda por importaciones y la demanda por monedas extranjeras, lo que lleva a que los productores nacionales se vuelvan menos competitivos y posiblemente se reduzcan las exportaciones de EE. UU. El resultado puede ser menos importaciones y menos exportaciones, lo que llevó a la pronunciada contracción comercial de la Gran Depresión.
Segundo, las tarifas generan perdedores y ganadores en las industrias domésticas, dependiendo del poder de mercado relativo de los compradores (consumidores) y de los vendedores (exportadores de otros países), pero, por lo general, aumentarán los precios y las utilidades de las empresas "protegidas", pero castigando al resto de s de esos productos. Al encarecer los insumos, como ya ocurrió en la primera istración de Trump con las tarifas al acero y al aluminio, los sectores que utilizan estos insumos verán sus costos subir, serán menos competitivos y demandarán posiblemente menos trabajadores, aumentando el desempleo. En el caso extremo de un monopsonista -único comprador de un producto- podrá desplazar el valor de la tarifa de los consumidores domésticos a los vendedores extranjeros, llevándolos a reducir sus precios por un valor equivalente al de la tarifa.
Tercero, tampoco es necesariamente cierto que las tarifas las pagarán "los extranjeros", ya que la mayoría del costo lo asumen, en primera instancia, los consumidores domésticos, con las tarifas equiparándose a un aumento al impuesto a las ventas, incrementando el costo de vida y generando una nueva ola de inflación.
Pero si el vendedor/productor extranjero baja el precio al nivel que existía antes de la tarifa, estos últimos absorberán todo el costo de la tarifa.
Parece que "América Primero" va a llevar a "América Sola", destruyendo las alianzas y las relaciones civilizadas entre socios comerciales.
El hecho de que la tarifa lleve a que las empresas menos eficientes resulten protegidas reduce la productividad de los sectores industriales "protegidos" y eventualmente reduce el empleo en todas las actividades "río abajo" que se vuelven menos competitivas por el mayor costo de los insumos más caros, protegidos de la competencia externa.
Con el tiempo, las tarifas elevadas (25 por ciento o más), no selectivas, permanentes y que cubren una gran gama de productos, terminan fortaleciendo al dólar (que quizá ya está sobrevaluado) y, contrario a lo que se quiere, abaratando las importaciones y encareciendo las exportaciones de los Estados Unidos.
Finalmente, como lo señalan algunos, la amenaza de imponer tarifas busca intimidar a aquellos países con los cuales existen problemas no directamente relacionados (el fentanilo) o con los que Estados Unidos tiene un déficit comercial bilateral. En cualquier caso, las amenazas a los vecinos y aliados crean un problema serio de credibilidad sobre la vigencia de las normas y tratados comerciales aprobados (como el sucesor de Nafta).
Los economistas (conocedores de la teoría de las tarifas óptimas) en general estarán en contra de ellas, por considerar que distorsionan el mercado y la competencia, creando ineficiencias y yendo en contra de las ventajas comparativas de cada país, aumentando la demanda a productores domésticos menos eficientes. Sin embargo, existen circunstancias en las que las tarifas bien pueden reducir en vez de aumentar las distorsiones. El caso que más se menciona es el de China, donde se enfrenta una demanda interna débil, elevados subsidios estatales a los productores domésticos y exportadores, lo que lleva a aumentar el déficit comercial de los Estados Unidos (a casi un trillón de dólares en el año 2024), creando una situación de competencia desleal y "dumping" de productos chinos (vehículos eléctricos, es solares, chips, etc.). En un caso como este se aduce que las tarifas reducen las distorsiones (ver Peter Coy, “Are tariffs good or bad? The answer is less simple than you think”, NYT, opinion, Enero 20,20250).
Un segundo ejemplo en el cual tarifas selectivas y temporales se justifican es el de las "industrias infantes", donde se puede justificar la protección temporal de la competencia externa hasta que logren madurar y desarrollar sus ventajas comparativas antes de enfrentar la competencia externa. La dificultad está en cómo ser selectivo y, después, la dificultad para desmontar las tarifas.
En conclusión, el tema de las tarifas y su incidencia (quien las paga en últimas) es complejo y, desafortunadamente, se ha politizado; el "matón (“bully”) del barrio" las quiere usar para intimidar a todos y lograr objetivos que no tienen que ver con la política comercial como tal. La retaliación del resto del mundo anulará parte de los beneficios que se buscan con las tarifas, desatando una guerra comercial en la que todos los países perderán. Parece que "América Primero" va a llevar a "América Sola", destruyendo las alianzas y las relaciones civilizadas entre socios comerciales. ¡Lamentable!