Estaba yo en un parquecito del barrio este 31 de brujitas con mi Luna, mi compañera, mi siberiana y mejor amiga, en medio del frío y de esa llovizna que no falta para los niños este día. Y muchas cosas más contra los menores. Inclusive, aquí les suspenden los Juegos Intercolegiados cuando niños y jóvenes ya estaban con la sudadera puesta y las ilusiones y el espíritu de competencia que se les salía del pecho. Pero así somos. Esta es Colombia, Pablo. O Petro.
Estábamos, retomo, ahí, mi perra y yo. Ella en sus necesidades, yo en mis pensamientos, cuando vimos venir una niña, de unos ocho años, vestida de chaqueta larga y de ternura, como una cachaca de las de antes, como salida de un cuento. La niña atravesó una cancha de baloncesto, mientras yo pensaba "no tengo dulces", qué pena. Pues no. Ella sacó de un bolso, como de los de antes, una colombina y me dijo: "Por el Halloween, endulce la vida". Guauuu, dijimos con Luna. Gracias, muchas gracias, dije entre irado y sorprendido. Y la niña de la ternura se fue.
Pero me sacó de mis historias. Y me puso en el mundo infantil, el de la inocencia, el de la maravilla de ser que desde ya ofrecía bondad. Porque el niño o niña que hoy da un dulce, mañana dará un mundo.
Antes de la niña dulce dudaba si escribir hoy sobre la guerra en Medio Oriente, donde siguen matando niños, mujeres, jóvenes y viejos. Todos. Algunos terroristas, pero muchísimos inocentes. Más de 43.000. Al menos por los niños deberían parar.
Kamala Harris busca apaciguar las guerras, está del lado de la Otán. En cambio, los otros se encogen de hombros ‘Otán’ con Putin. Eso parece.
Pero es inevitable hablar de las elecciones en Estados Unidos este martes, ni te elijas, ni te embarques, entre Kamala Harris y Donald Trump, que es como elegir entre el agua y el aceite quemado, y ya se sabe quién es el aceite. Blanco es, bravo se pone. Lo que pase este 5 de noviembre puede partir la historia.
Lo primero es hablar de la dignidad y el ejemplo de Biden al declinar su candidatura. Se dio cuenta de que ya camina lento, como perdonando el viento, que tenía pifias verbales, que tal vez confundía el Pato Donald con el patán Donald y dijo bye, bye, para darle paso a su vice Kamala Harris.
Se imagina uno que las mujeres, los inmigrantes, los negros, los demócratas votarían por Kamala, no solo por mujer, sino porque es preparada, congresista, ex fiscal general de California y vicepresidenta; no solo porque llegaría la primera mujer en la historia de Estados Unidos a la Oficina Oval, una mujer negra, hija de inmigrantes, de origen indio, de ojos indios, como me gustan a mí, hechiceros y chiquiticos, brillantes como el zafir, sino por sentido de justicia con millones de ellas que han sido humilladas, violentadas, segregadas antes y aun después del grito rebelde de la valiente Rosa Park en 1995. Y porque Kamala defiende derechos, como la libertad reproductiva, lucha contra las brechas de género, rechaza la violencia contra los inmigrantes, busca apaciguar las guerras, está del lado de la Otán. En cambio, los otros se encogen de hombros ‘Otán’ con Putin. Eso parece.
Pero todo es incertidumbre. Trump, también ya cascado y olvidadizo, sigue ahí. Un convicto, mentiroso, racista, acusado de acosador sexual, de no pagar tributos, etc., que desconoce los tribunales, acusado de intento de golpe blando, podría ser de nuevo presidente de Estados Unidos. Y con todas las incertidumbres bajo el mechón, como su actitud ante Ucrania y ante el Medio Oriente; de que es amigo de la Sociedad del Rifle, en un país donde al año se presentan en promedio 11 tiroteos en las escuelas, donde hay más armas que seres humanos, 120 a 100.
¿Y qué pasará con Colombia si gana Trump? Con Kamala más o menos sabemos cómo nos Biden, pero con el republicano, con casi 300 hectáreas de coca, y ahora el Estado comprando, báileme ese Trump en la uña. Que Dios nos coja confesados. ¿Usted por quién votaría?