Con mi amigo Fernando Umaña Pavolini (q. e. p. d.), cansados, desesperados y desilusionados de la racha de partidos mediocres jugados y perdidos por los atletas mejor pagados del mundo, para cambiar de afición nos dirigimos en su Crown Victoria a la liga de tejo del barrio Las Cruces, en Bogotá, decididos a cambiar el balompié por el turmequé.
Sin menospreciar el deporte autóctono, siempre había una buena noticia de nuestros maravillosos ciclistas, verdaderos héroes de la carretera, que nos alejaba de las mechas y nos devolvía el orgullo y el placer de ser colombianos.
Ahora, ver a nuestro Egan Bernal después de cinco intervenciones quirúrgicas de alta complejidad ataviado con un chaleco ortopédico, como una coraza de caballero antiguo, caminando con la mirada fija hacia adelante, con una determinación que muchos quisiéramos, con una voluntad férrea que pocos tenemos, me devolvió el alma al cuerpo. Y más cuando mis locutores preferidos, que son los que narran ciclismo, subrayaron con gritos patrióticos la nueva hazaña de Nairo Quintana, quien ganó etapa y título del famoso Tour de La Provence.
Nairomán se soltó de su compañero de fuga en los últimos kilómetros de la montaña amiga y llegó primero, ¡ganando etapa y Tour, reitero! Dos héroes solitarios.
Y aquí, una crítica caliente a los acompañantes de Egan, considerado el mejor ciclista del mundo. Cómo es posible que al Cristiano Ronaldo de las dos ruedas lo dejen entrenar en una carretera abierta. Y cómo no hay nadie adelante de él que lo cuide, como la Policía de carreteras, siempre lista a ayudar a los ciudadanos. Mucha frescura y alguna culpa tienen los del grupo. El totazo hubiera podido ser mortal, pero gracias a las condiciones de superhombre que tiene Egan, la cosa no fue peor y ahora el tiempo y la ciencia van a hacer su parte.
Y Nairomán, a quien varios comentaristas han dado de baja y han criticado cuando no ataca, o cuando no gana; como siempre, este boyacense nos da unas sorpresas maravillosas y le tapa la bocota a tanto crítico injusto.
Quiero poner como ejemplo para los jóvenes de la patria a estos dos colombianos que tienen la fuerza física y mental para montar de 3 a 5 horas diariamente en sus ‘caballitos de acero’ y hacer miles de kilómetros llevando el nombre de Colombia en lo más alto de las montañas más difíciles del mundo.
SALVO BASILE