En 1972, la gran periodista y escritora italiana Oriana Fallaci entrevistó a Yasser Arafat, indiscutible líder de la resistencia palestina. En esa entrevista, Fallaci le preguntó a Arafat cuánto creía que iba a durar la guerra, a lo cual Arafat respondió que esos cálculos ni siquiera se le pasaban por la cabeza: “Solo estamos al inicio de esta guerra. Hasta ahora empezamos a prepararnos para la que será una larga, larguísima guerra. Una guerra destinada a extenderse por generaciones. Ni somos la primera generación que lucha: el mundo no sabe u olvida que en los años veinte nuestros padres ya luchaban contra el invasor sionista. En ese entonces eran débiles, porque estaban solos contra adversarios muy fuertes y apoyados por los ingleses, los estadounidenses, los imperialistas de la tierra”.
Estas palabras me impactaron porque muchas veces olvidamos que el palestino-israelí es un conflicto larguísimo, muy complejo y cuyas raíces se transmiten de generación en generación. En Colombia, un país parroquial e ignorante en muchos aspectos –en el que una persona que haya estado 15 días en uno de los países de Medio Oriente ya podría erigirse en especialista de esa región y ser invitada a todos los medios como “voz experta”–, nos han hecho creer que este conflicto inició el pasado 7 de octubre con el brutal ataque de Hamás a Israel. Nos han hecho creer que, si no condenamos todo el tiempo a Hamás, entonces los estamos apoyando; que ser antisionista equivale a ser antisemita; que es mejor debatir sobre el significado de “genocidio” en vez de conmoverse ante las imágenes de los bombardeos en Gaza. ¿En qué momento condenar un genocidio lo convierte a uno en antisemita?
La doble moral de Occidente es evidente. Increíble que, a más de un mes de haberse dado el ataque de Hamás a Israel, y de haber asistido a la impactante y desproporcionada reacción de este, todavía haya personas que nieguen que lo está sucediendo en Palestina sea un genocidio y que encuentren eufemismos para engañar a sus interlocutores. Este es otro momento de nuestra historia en que la ideología liberal se muestra de la manera más descarnada y la comunidad internacional se muestra incapaz de exigirle a un país poderoso que decrete un cese al fuego. Ahí radica la fuerza de la ideología, así algunos digan que los ideologizados nunca son ellos, sino los demás. Como afirma Terry Eagleton en su libro “Ideología”: “Es una ironía sutil que, al buscar reemplazar un fanatismo ardiente por una austera aproximación tecnocrática a los problemas sociales, los teóricos del fin de la ideología reproduzcan inconscientemente la posición de aquellos que inventaron el término “ideología” en un primer momento, los ideólogos de la Ilustración sa”.
La violencia ejercida por Israel para supuestamente aniquilar a Hamás, lo que está haciendo es sembrar odio en futuros combatientes.
En nombre de esa ideología se han decretado guerras y nos han hecho creer que las vidas de los palestinos valen menos que la de los israelíes, que son animales, que hay que aniquilarlos, que Gaza tiene que ser borrada de la faz de la tierra. En nombre de esa ideología se ha normalizado ver asesinar civiles y bombardear hospitales.
Pienso en esos niños que han quedado huérfanos, ¿no creen que será muy fácil para ellos empuñar un arma para vengar la muerte de sus padres? La violencia ejercida por Israel para supuestamente aniquilar a Hamás, lo que está haciendo es sembrar odio en futuros combatientes. Por más que académicos, políticos e intelectuales digan que el tiempo de la lucha armada terminó, no dejo de pensar que, infelizmente, este conflicto está creando los reclutas de cada uno de los bandos. Por esto, es urgente que sean cada vez más las voces que exijan un “cese al fuego ya” y unas negociaciones de paz.
SARA TUFANO