No faltará quien piense que la cruzada actual de María Corina Machado en Venezuela es una quijotada. Por un lado, encara a un régimen implacable que se vale de todas las artimañas posibles para perpetuarse en el poder. Por el otro, enfrenta a posibles aliados de la oposición que nunca han podido ponerse de acuerdo en una estrategia unificada para derrotar al enemigo común.
Machado cree que ella podría ser la candidata presidencial de la oposición que en la elección de 2024 derrote a Nicolás Maduro, el heredero de Hugo Chávez. Las encuestas parecen darle la razón, Datincorp, Datanálisis le dan la ventaja en una elección primaria, y la consultora Poder y Estrategia la cuantifica en un 57 % del voto.
En Venezuela, sin embargo, la política es un ejercicio sumamente complicado, y a pesar de la contundencia de los datos, habría que ver si en esta ocasión la oposición logra ponerse de acuerdo para luchar en un frente unido.
“Tal y como están las cosas ahora, yo pienso que sería un error creer que las desconfianzas y las divisiones que tradicionalmente han caracterizado a la oposición van a desaparecer milagrosamente con vistas a la elección de 2024”, me dice Michael Shifter, expresidente del Diálogo Inter Americano y profundo conocedor de la realidad latinoamericana.
Concuerdo con Shifter. Desde mi punto de vista, si a partir de 2015 la oposición se hubiera unificado, ya habrían derrotado al chavismo. Por otro lado, creo que si los distintos grupos acuerdan celebrar una elección primaria para escoger al candidato o candidata, y respetan el resultado, yo empezaría creer en el milagro.
El régimen criminaliza a los partidos políticos de oposición, manipula los padrones electorales, censura a medios de comunicación e impide s a la oposición.
A la fecha, se calcula que hay 7 millones de venezolanos exiliados, y que dos cientos mil de ellos ya se han registrado para votar en la primaria. ¿Podrán votar los exiliados?
Si suponemos que la oposición acepta el liderazgo del vencedor de la primaria, y que Machado resulta ganadora, habría que superar el siguiente escollo con vistas a la elección general, obligar al régimen a retirar la inhabilitación de Machado. Todos los candidatos de oposición viables han sido inhabilitados.
La candidata ha dicho que con el poder que le daría el voto popular buscaría que Lula, el argentino Alberto Fernández y el mexicano López Obrador mediaran por su causa con Maduro. Otra suposición de Machado que Shifter y yo ponemos en duda. “Si reflexionamos sobre la triste realidad en la región, es difícil ver a alguno de ellos involucrarse en el asunto de esta manera”, dice Shifter.
El reciente anuncio del chavismo de que no aceptaran observadores internacionales durante la elección presidencial refuerza la sensación de que, una vez más, las elecciones no serán ni limpias ni justas.
El Consejo Nacional Electoral está dominado por chavistas, incluida la esposa de Maduro. El régimen criminaliza a los partidos políticos de oposición, manipula los padrones electorales, censura a medios de comunicación e impide s a la oposición. La falta de independencia judicial es escandalosa, así como el uso de recursos estatales en campañas del chavismo y la detención y el acoso de los políticos opositores.
Sí, el panorama luce desolador, pero, como dice Shifter, “creo que aun cuando la oposición sabe que la elección es una farsa, es mejor participar utilizando un proceso democrático con la esperanza de que genere una nueva dinámica y ejerza una mayor presión nacional sobre el régimen”.
Concuerdo una vez más con Shifter y con Machado porque creo que las grandes hazañas de la libertad suelen empezar como quijotadas, como el empeño de una persona que cree en la justicia de su causa.
SERGIO MUÑOZ BATA