No creo en los milagros, pero cómo me gustaría ver a Donald Trump en la cárcel. Me encantaría que lo encerraran esta Navidad, pero sé que eso no es posible y por eso me resigno a esperar un poco más, al cabo hay motivos suficientes para confinarlo porque toda su vida ha sido un bribón.
Al día de hoy, Trump enfrenta más de veinte demandas civiles y penales, e investigaciones por asuntos fraudulentos relacionados con sus negocios, por agresiones a mujeres, por apropiarse de documentos clasificados, por evasión de impuestos (¿recuerdan el caso de Al Capone?) y por dirigir el asalto al Capitolio del 6 de enero de 2021.
La fiscal general de Nueva York, Letitia James, por ejemplo, descubrió más de 200 instancias de valoraciones engañosas de activos por parte de Trump y de la Organización Trump entre 2011 y 2021.
La escritora Jean Carroll lo acusó de haberla violado hace algunos años. Como es su costumbre, Trump no solo negó el asalto sino que la atacó verbalmente calumniándola. Lo que dio lugar a que la víctima lo acusara, también, de agresión y difamación. Con Carroll, suman ya 26 las mujeres que lo han acusado de conducta sexual inapropiada, incluidas violaciones, desde la década de 1970.
De todos los cargos, demandas e investigaciones que hoy enfrenta, sin duda lo más serio es su activa participación en la insurrección del 6 de enero de 2021.
En mayo, se seleccionó un gran jurado especial para considerar la evidencia presentada en la investigación de un fiscal de Georgia sobre los esfuerzos de Trump para distorsionar el resultado de la elección de 2020 en ese estado.
Y en agosto, el FBI registró la casa de Trump en Florida como parte de una investigación del Departamento de Justicia, y confiscó miles de archivos, incluidos algunos marcados como clasificados, que tomó indebidamente de la Casa Blanca al final de su presidencia.
A fines de noviembre, la Suprema Corte de Justicia rechazó denegar la entrega de declaraciones de impuestos de Trump al Congreso con lo que se abre la posibilidad de que confirmemos el rumor de que hace años que no paga un centavo al fisco.
De todos los cargos, demandas e investigaciones que hoy enfrenta, sin duda lo más serio es su activa participación en la insurrección del 6 de enero de 2021. En el informe que el Comité Selecto de la Cámara de Representantes presentará el 21 de diciembre, el recomendará al Departamento de Justicia procesar a Trump por lo menos por tres cargos: dirigir a los insurrectos que asaltaron el Capitolio, intentar obstruir la sesión Conjunta del Congreso el 6 de enero con el fin de impedir la ratificación de Joe Biden en la elección presidencial de 2020, y por firmar documentos judiciales alegando fraude electoral, habiendo sido informado de que su alegato era falso.
Por otro lado, un grupo de 10 congresistas han demandado al expresidente y a dos grupos ultraderechistas, por conspiración, y un grupo de policías del Capitolio y dos oficiales de la Policía Metropolitana, que sufrieron lesiones físicas y emocionales durante el asalto, lo acusan de haber dirigido el ataque.
Las sanciones carcelarias a Trump son imprescindibles no solo para reclamar la vigencia del sistema democrático, alterado durante su período presidencial, sino también porque podrían servir de ejemplo en aquellos países que hoy sufren una “recesión democrática”. Y no estoy hablando de dictaduras irredentas como las que hay en China, Rusia, Irán, Cuba, Corea del Norte, Venezuela o Nicaragua. A lo que me refiero es a países donde hace poco regía un régimen democrático, y que en la actualidad ha sido vulnerado por el surgimiento de líderes demagogos autoritarios como ha sucedido en México, India, Nigeria o Sudáfrica.
SERGIO MUÑOZ BATA