Como dijo valientemente el general Federico Mejía, del Comando Específico del Cauca, “el cese del fuego, los únicos que lo estamos cumpliendo somos nosotros”, refiriéndose a los soldados de Colombia. Fuentes de inteligencia aseguran que, al día, se cometen cuatro violaciones de los acuerdos de cese por parte de las dichosas disidencias de las Farc. En los últimos siete meses se documentaron 908 violaciones del cese y, aunque la comunicación ha mejorado con Otty Patiño, quien suele ser más transparente que su antecesor Danilo Rueda, la verdad es que del proyecto de ‘paz total’ del Gobierno lo único que puede decirse es que, total, ¡no hay paz!
Y cómo puede haberla si los grupos armados siguen a sus anchas en territorios como Caquetá, donde lanzan panfletos en los que definen el comportamiento de la gente. En material conocido por Noticias RCN se ve que esas disidencias obligan a algunos negocios a cerrar entre semana a la hora que a los violentos les parezca. En el momento de escribir esta columna, más de 500 personas se mueven en La Guajira desplazadas por grupos criminales, y unos 2.000 en Nariño se encuentran confinados.
Ni hablar de lo que hacen con los niños. Muchos nos estremecimos al ver, en estos días, cómo en Norte de Santander un grupo de pequeños fue instrumentalizado por el frente 33 de las Farc, para grabar un video en el que dizque les agradecían a esos matones por el envío de cartillas y útiles escolares. Hasta el momento no conozco un solo trino del presidente Petro rechazando este abuso o una acción ordenada por el ministro de Defensa, Iván Velásquez, para arrebatarles a esas organizaciones a los niños que siguen cayendo todos los días en sus garras.
Un viraje en esta mitad del periodo presidencial es necesario para que el primer mandatario pueda maniobrar en los dos años que le restan.
El periodista Giovani Suárez publicó el pasado fin de semana una investigación según la cual, día de por medio, por lo menos un niño está siendo reclutado por esos grupos en lo que va de 2024. Recordó que en 2023 fueron reportados oficialmente 184 casos de reclutamiento forzado y que el 69 por ciento de los menores de entre 9 y 17 años que son llevados al combate forman parte de alguna comunidad indígena. Pero claro, tener niños en los campamentos se volvió la mejor manera de estar siempre protegidos. Con el anuncio de que no serán bombardeados sitios en los que se establezca que hay menores, los bandidos los están usando como escudos todos los días, impunemente.
Las masacres siguen. En dos meses y medio de 2024, se cuentan unas ocho, y en todo el año pasado fueron más de 90, según Indepaz. Nos están matando, nos siguen matando, aunque ciertos activistas ya no lo quieran contar.
Total, no hay paz a pesar de que algunos se sigan echando a ellos mismos el cuento de la ‘paz total’. Sin verificación efectiva de los ceses, sin guías operacionales claras, sin un comandante del Ejército que siquiera aparezca, en vez de al parecer estar espiando al profesor de inglés de su esposa, no hay paz y tampoco seguridad en varios departamentos del país.
Cuando escribo sobre esto, algunos tuiteros me dicen que para eso, precisamente para eso, fue que se eligió este presidente. No creo, sin embargo, que un gobierno que apela a las bases populares, a los grupos sociales más vulnerados y a las etnias para mantener su favorabilidad pueda seguir dándose el lujo de descuidar los sitios en los que estos colombianos viven y itir una violación sistemática de los derechos humanos de indígenas y negritudes que están siendo las víctimas por excelencia del descontrol territorial. Una situación así no es rentable para nadie más que para los criminales.
Un viraje en esta mitad del periodo presidencial es necesario para que el primer mandatario pueda maniobrar en los dos años que le restan. De otra forma no quedará país que vote por sus candidatos, como pretende. Total, por ahora, no hay paz.