'Ulises' y Nabokov

Con temor reverencial se aproxima un sencillo lector a una obra genial, compleja y difícil de leer, como Ulises, de James Joyce (1882-1941). Se llega convencido de que, dentro de esa riqueza de vocabulario de más de treinta mil palabras, se va a encontrar un paralelo con el homérico Odiseo y su viaje de regreso a Ítaca que duró 10 años, la fiel Penélope y Telémaco, el hijo abandonado por su padre en la niñez.

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Pero nada. Este Ulises es la descripción de un solo día, el jueves 16 de junio de 1904, en Dublín. Numerosas personas con vidas entreveradas y disgregadas comen, beben, viajan, charlan. Cada cual por su camino, con amistades, odios y amores desvalidos. Algunos con sueños entretejidos, llevan en sus almas lo significativo o lo trivial durante ese único día y las primeras horas de la madrugada del siguiente. Estudiosos del genial irlandés afirman que esa fecha coincide con el día en que Joyce conoció a su futura esposa Nora Barnacle.

Meterse en páginas tan audaces, llevado de la mano por alguien que las haya indagado con maestría, es un deleite máximo para un lector no joyceano. Y quién mejor para hacer este viaje artístico que otro genio de las letras, el escritor de la escandalosa novela Lolita, Vladimir Nabokov, que, en la década de los 50, exhortaba a sus alumnos de Cornell a "acariciar los detalles, los maravillosos detalles".

Los apuntes de su Curso de Literatura Europea, tan bien recogidos por Fredson Bowers, en los que Nabokov hace una crítica literaria de esta obra de Joyce, se publicaron en 2010, bajo el mismo título, en edición de RBA Libros.

Es difícil escoger entre estas "meditaciones críticas" las de mayor impacto por su ingenio y agudeza. Cada lector seguirá las huellas analíticas de Nabokov cuando "los personajes se tropiezan y los caminos se encuentran".

Es invaluable esta lección magistral que "con su envolvente calor pedagógico" facilita, a posteriori, comprender la apasionada y apasionante ficción contenida en el Ulises que "en su totalidad no es más que un mundo inventado".

Lo más fascinante es dejarse llevar por el maestro ruso hasta el punto de aclarar el misterio de las estructuras literarias en las que se sustenta la novela. Destaca, en cada escena, la hora del suceso, el lugar de los acontecimientos y los personajes, más de cincuenta, perfectamente perfilados.

Los tres protagonistas principales, Leopold Bloom, un judío de cultura media, afectado durante todo el libro por el antisemitismo; su esposa, Molly Bloom, una ignorante y vulgar cantante de concierto, y el joven Stephen Dedalus, erudito poeta, acompañan al lector.

Sorprende el juego de sincronizar movimientos de diversas personas. ¿Son casualidades, o magia del tiempo? También maravilla la manera en que determina la acción y el estilo: el argumento avanza entre la escritura de un Joyce lógico y lúcido y un torrente de pensamientos que nada tienen que ver los unos con los otros, y fluyen de manera simultánea en la conciencia de los protagonistas. El monólogo interior de Molly al final de la obra es el referente cumbre de esta técnica joyceana.

El silencioso hombre del impermeable marrón que aparece de manera indescifrable once veces en la obra, sin que se logre aclarar su identidad, es un tema delicioso que descubre Nabokov. ¿Representa la muerte, la opresión, la persecución, la vida, el amor? Es su pregunta.

La clave, nos dice, está en el capítulo IV, en la escena de la biblioteca. Este misterioso personaje "que cruza el sueño del libro" no es otro que el propio autor. Bloom llega a ver a su creador. No más que por esta magnífica originalidad literaria, vale el intento de acercarse a este Ulises.