Agradecidos y complacidos debemos sentirnos los ciudadanos de la capital con la actual istración de Bogotá, que logró recuperar, a través del diálogo, un espacio fundamental para la ciudad, el parque Nacional. Fueron claves la participación y la intervención del Gobierno Nacional, con el que trabajaron mancomunadamente para lograr este anhelado objetivo.
Se demoraron mucho, y el balance es aterrador: las autoridades han tenido que remover más de 43 toneladas de basura, allí quedaron colchones, ropa vieja y sucia por montones, restos de comida, lo que ha hecho proliferar las ratas, haciendo que este espacio público deba estar cerrado por varios meses, para hacer las cuantiosas y costosas tareas de restauración, limpieza y recuperación de la naturaleza.
No quiero ni pensar en lo que hicieron allí los indígenas, que expresan a diario su respeto por la tierra, la Pacha Mama, diciendo que son ellos los que hacen los esfuerzos para mantener y cuidar el medio ambiente. El parque quedó destrozado, sucio, con olores fétidos, hasta talaron árboles para sus necesidades. ¿Acaso es que todo vale? ¿Acaso es que pueden tomarse un espacio de la comunidad y apropiárselo para su propio servicio? Dejamos que los intereses de unos pocos estuvieran por encima de los de toda la ciudadanía.
Si se logra ese objetivo, los bogotanos nos vamos a sentir orgullosos, ya que este proyecto tiene una carga simbólica enorme: le estamos diciendo al mundo que podemos recuperar lo irrecuperable.
No nos merecemos eso: el parque Nacional es patrimonio. Construido en 1934, cuenta con obras clásicas de nuestro acervo cultural: la torre del Reloj, el monumento a Rafael Uribe Uribe, el monumento Al silencio, de Eduardo Ramírez Villamizar, y la obra Rita 5:30 p. m., de Enrique Grau. Así que es un espacio lleno de significados y que presta un servicio a nuestra comunidad.
Me duele que todo ese patrimonio haya estado a la deriva durante casi un año y que un grupo minoritario haya decidido impedir el paso al resto de ciudadanos.
Espero que el daño que le hicieron al lugar no sea irreversible. Esa invasión es completamente injustificada, no era necesario poner en riesgo nuestro parque. No podemos seguir aceptando que por reclamaciones de unos pocos se vean afectados nuestros derechos.
La recuperación de los espacios públicos es un trabajo prioritario y necesitamos impulsar la cultura ciudadana. Reitero mis felicitaciones al alcalde Galán por este logro, y ojalá vuelva a dejar a punto el lugar lo más pronto posible, ya que será de nuevo todo un plan volver a visitar esa zona.
Otro tema clave, que conecta con este en materia de recuperación del espacio público, es el Bronx Distrito Creativo (BDC). Es una propuesta que lleva ya varias istraciones y apunta a resignificar totalmente un escenario vital en el centro de Bogotá que estuvo signado por el crimen, el vicio y el desorden.
Creo que es necesario acelerar los trabajos del BDC, puesto que le cambiará la cara radicalmente a esta zona y va a enviar un mensaje sobre la importancia que tienen las infraestructuras de la cultura y el arte.
Aquí hay buenas y malas noticias. Las noticias malas son que durante prácticamente cuatro años no se avanzó en nada en este proyecto. La noticia buena es que las obras parecen haber arrancado definitivamente con la nueva istración. El alcalde realizó una visita al lugar en agosto pasado y allí informó que apenas inició su gestión puso $ 37.000 millones de inversión para reactivar los trabajos y ya hoy la primera etapa va en el 60 %. Lo mejor es que, si seguimos a este ritmo, los bogotanos tendremos la primera etapa del BDC en abril próximo y los trabajos completos en 2026. Si se logra ese objetivo, los bogotanos nos vamos a sentir orgullosos, ya que este proyecto tiene una carga simbólica enorme: le estamos diciendo al mundo que podemos recuperar lo irrecuperable; pasamos de tener un espacio donde la vida era destruida a un espacio para la creación. ¡Qué gran mensaje sería ese!