Creo que nos falta mucho para sentirnos verdaderamente libres. De pronto hemos cambiado de verdugo, pero, sobre todo, nuestra mentalidad no ha superado la sujeción a la “metrópoli”. Adoptamos en teoría el sistema democrático, ¡enhorabuena! Pero ¿tenemos madurez democrática? Falta mucho para tenerla.
En buena parte son culpables los líderes políticos que no han superado el discurso clasista y resentido, “combatiendo” a la pobreza y “utilizando” a los pobres como bastión electoral. Los electores han sido idiotas útiles de los demagogos de turno, que cultivan una cultura del “dar pescado antes que enseñar a pescar”. El mejor caldo de cultivo para que llegue el “mesianismo” comunista es la miseria de los pueblos. Los líderes populistas se valen del pueblo y, en llegando al poder, oprimen y esclavizan al pueblo.
¡Qué habilidad para manipular la democracia en algunos regímenes! ¡Cuidado! No hay peor tirano que aquel que ha sido esclavo. La corrupción y el clientelismo son otro caldo de cultivo para que lleguen los regímenes totalitarios. En una de sus alocuciones, el papa Francisco nos hacía ver el peligro de las ideologías populistas. “Un aspecto fundamental para promover a los pobres está en el modo en que los vemos. No sirve una mirada ideológica que termine usando a los pobres al servicio de otros intereses políticos y personales. Las ideologías terminan mal, no sirven. Las ideologías no asumen al pueblo… Las ideologías terminan en dictaduras, piensan por el pueblo, no dejan pensar al pueblo”.
En nuestra patria, a lo largo de las dos centurias de vida republicana, cada partido se ha arrogado la defensa de los pobres, pero seguimos viendo cinturones de miseria. Las reformas han sido tibias; un tumor no se extirpa con compresas, se necesita el bisturí. El bisturí que acometa unos cambios estructurales, que pisen callos en favor del bien común. Hay que superar muchos intereses partidistas y que se respete la cultura del pueblo, cultura que tiene unos valores que son sagrados.
Los colombianos que pagamos impuestos estamos “ofreciendo” muchos subsidios. He insistido que debe cambiarse el subsidio a la mendicidad por el subsidio a la productividad. Si hay alguien que merece apoyo es quien trabaja. La cultura de la fila para recibir los subsidios que pagamos quienes tributamos es interminable. Con frecuencia no se consiguen trabajadores para desarrollar proyectos productivos, sobre todo en el sector agropecuario. Por favor, estimulemos a quienes trabajan, no a los zánganos que todo lo esperan y reclaman con alevosía, bajo la portada de los derechos, subsidios y más subsidios, y quienes trabajamos seguimos alcahueteando la pereza.
Que todo el mundo tenga vivienda digna, es algo normal en una verdadera democracia, pero de ahí a “regalar todo” hay una enorme distancia. En la práctica, el remedio puede resultar peor que la enfermedad. Además, lo que nada nos cuesta, hagámoslo fiesta. ¿Por qué no jugamos al gana-gana? Gana usted, gana la sociedad. Hacinar la gente en “cajas de bocadillos” mutila la capacidad de ser gestores de su propio desarrollo. La danza de los billones en la contratación pública de los programas sociales está plagada de corrupción.
El asistencialismo sin promoción de la persona castra toda iniciativa de prosperidad personal y por ende de una sociedad justa. En una verdadera democracia no debe haber pobres; todos los seres humanos, sin ninguna distinción, estamos llamados a participar en el banquete de la vida. La pobreza masacra la democracia.
FROILÁN CASAS
Obispo emérito de Neiva
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