Si hay un caso en el que puede decirse que “el papel lo aguanta todo” es el del periódico El Espectador. Este diario, que ayer cumplió 135 años de existencia, no solo ha resistido las embestidas de la violencia partidista, la estigmatización de la Iglesia, las arbitrariedades de agentes estatales, los atropellos de una dictadura, la asfixia financiera de grupos económicos, el látigo de la censura y la persecución inclemente y atroz de los carteles del narcotráfico, sino que en medio de las más duras adversidades ha logrado preservar su espíritu libre y su credibilidad.
No voy a detenerme aquí a repetir aquella historia que comienza en 1887, cuando fue fundado por don Fidel Cano en la Calle del Codo, de Medellín. Tampoco ahondaré en su traslado definitivo a la capital del país, hace casi un siglo, ni voy a detenerme en las afugias económicas que ha tenido que superar, ni en la alta cuota de sangre que ha tenido que pagar para seguir en pie. Sería llover sobre mojado, repasar de nuevo esa trayectoria heroica, que incluye el asesinato de su valiente director, don Guillermo Cano, en diciembre de 1986, o el bombazo de la mafia, que casi destruyó sus instalaciones en una oscura mañana de septiembre de 1989.
Esta vez quiero hablar de El Espectador como anfitrión de muchas de las plumas más célebres y afiladas de la prensa colombiana, en el ámbito de la opinión gráfica. Sí: me refiero a la acogida que allí han tenido las caricaturas a lo largo de todas estas décadas. Para nadie es un secreto que en las páginas de este periódico han quedado inmortalizados muchos trazos y trozos de la historia nacional, y aunque han sido numerosos los caricaturistas que han desfilado por las tribunas de El Espectador hay dos firmas que han dejado una impronta imborrable: Ricardo Rendón y Héctor Osuna; a quienes los une, aparte de un talento indiscutible, su origen antioqueño.
En medio de las más duras adversidades El Espectador ha logrado preservar su espíritu libre y su credibilidad.
Nacido en Rionegro, Rendón fue un maestro de maestros y ha sido y seguirá siendo un referente para todos los que empuñen un lápiz para plasmar sus particulares testimonios sobre la actualidad nacional e internacional.
Por su parte, desde 1959 y de manera casi ininterrumpida, Osuna –quien además es un retratista excelso– ha sido “uno de los mayores críticos de nuestro tiempo”, como acertadamente lo definió Álvaro Gómez Hurtado. Con sus ‘Rasgos y rasguños’, en los que suele combinar impecables fisonomías y agudos mensajes, ha fustigado con vehemencia la politiquería, la corrupción y los abusos del poder. Y, como si fuera poco, ha luchado sin descanso por la independencia de los caricaturistas, aun en contra de la línea editorial de El Espectador, de la cual se ha apartado en no pocas ocasiones.
Estos dos colosos encabezan una larga lista de colaboradores que han dejado su impronta en la sección de opinión de este diario. Grandes dibujantes como Alberto Arango, Hernán Merino, Pepón, De la Torre, Jorge Peña o Al Donado –precursor de los fotomontajes, mucho antes de la existencia del Photoshop– antecedieron a caricaturistas del calibre de Alfredo Garzón, Consuelo Lago, Dick Salazar, Covo, Kekar, Turcios, Elena Ospina, Mico, Chócolo, Mheo, Bacteria, Palosa, Betto, La Ché, Picho y Pucho, Xtian, Jarape y Gova, entre otros, que con su talento e irreverencia han sintetizado en sus viñetas las contradicciones, las mentiras, las promesas rotas y las jugaditas de los poderosos.
Como huésped que he sido de El Espectador, celebro también este nuevo aniversario, con la certeza de que seguirá siendo una casa de papel con sólidos cimientos de independencia.
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Colofón. Dizque el proceso electoral estaba blindado, decía el ministro del Interior, Daniel Palacios. ¡Qué tal que no…!
VLADDO