Ya resulta endémica la percepción de inseguridad de los bogotanos. No hay estrategia, anuncio, indicador o resultado que les cambie el imaginario de una ciudad en la que el robo, el atraco, el homicidio parecieran ser pan de cada día. Y esto aunque recientemente la Alcaldía dio cuenta de avances significativos en reducción de varios delitos: el homicidio cayó 5,1 % en enero (si bien la tasa de 14,4 por cada 100.000 habitantes sigue siendo alta frente a la de 2019); el robo de bicicletas, en 33 %, y el hurto a residencias, en 42 %. En contraste, hay un fuerte incremento del hurto de vehículos, 48 %; de motos, 19,4, y el atraco a personas, que subió casi 2 %. Bosa, Tunjuelito y Ciudad Bolívar siguen siendo las zonas donde los ciudadanos se sienten más inseguros, según reveló ayer el programa Bogotá Cómo Vamos (BCV) al presentar su más reciente encuesta de percepción ciudadana.
Que ha habido mejoras no se discute, a la luz de los datos. Y en buena medida, fruto de las estrategias que ha adoptado la istración, como la toma de localidades, el incremento del número de policías y, valga decirlo, gracias a que los agentes de la institución ya no tienen que atender los 20 o 25 incidentes diarios que atendían durante las marchas y las protestas. No se trata de un tema menor, pues por estar en esas, las autoridades se veían obligadas a abandonar labores de patrullaje y atención de delitos en otros puntos de la capital. Pero, en general, digamos que las iniciativas de la istración han dado resultados.
El gobierno no debe cejar en su empeño por generar infraestructura para la
retención o el encarcelamiento de los criminales.
Ahora bien, según el mismo reporte de BCV, el 81 % de los consultados simplemente sienten miedo a ser atracados. Y esa sensación es producto de experiencias propias o de personas cercanas o de las historias que a diario reflejan los medios. El asalto a mano armada en un restaurante, el atraco a los pasajeros de un bus o de un grupo de personas en una esquina cualquiera generan tal incertidumbre que simplemente da miedo estar en la calle.
En ese sentido, llama la atención lo poco segura que se siente la gente en el barrio (11 %), cuando este indicador en el pasado era mucho más positivo. Aquí, la presencia de pandillas, delincuentes en moto o la venta y el consumo de estupefacientes son lo que más ha contribuido a deteriorar la imagen del barrio ante la seguridad. En contraste, la victimización se redujo tres puntos porcentuales: pasó de 42 a 39 % entre una medición y otra.
A riesgo de volverse reiterativo, hay que insistir en que a la estrategia que vienen implementando la Alcaldía y, en particular, la Secretaría de Seguridad hay que meterle inteligencia para desarticular las empresas criminales que controlan el hurto de celulares, tráfico de drogas, robo de autopartes y demás. Solo golpeando sus finanzas podrá verse un resultado más contundente.
Al mismo tiempo, el gobierno no debe cejar en su empeño por generar infraestructura para la retención o el encarcelamiento de los criminales. Este fin de semana se informó de la captura de 300 antisociales. ¿Dónde están? ¿Siguen detenidos? Las URI mantienen sobrecupos del 160 %, es inaplazable construir más y sacar adelante –cuanto antes– el proyecto de una nueva cárcel en predios de La Picota, que ya cuenta con el aval del Gobierno Nacional.
EDITORIAL