La tregua que la dinámica pandémica proporciona en este momento con bajas cifras de casos y muertos es una oportunidad para analizar en profundidad las acciones desplegadas a fin de contenerla, al tenor de sus desenlaces locales y, por supuesto, comparándolos con los resultados más allá de las fronteras.
No se puede desconocer que esta contingencia tomó al mundo desprevenido en aspectos sanitarios, sociales, económicos y hasta conceptuales sobre principios de globalidad, para enfrentar la tremenda amenaza. Por ello es entendible que hoy se tenga mayor conocimiento acerca de cómo lidiar con los virus, más por padecerlos que por haberlos controlado o eliminado. De hecho, las respuestas colectivas para pelear contra el Sars-CoV-2 se basan en prácticas usadas en situaciones similares, tan antiguas como las vividas por la pandemia de gripa española de 1918, en las que cuarentenas, aislamientos, lavado de manos, distanciamientos, restricciones y uso de tapabocas han marcado la pauta, sin desconocer que el avance científico extraordinario de las vacunas se ha sumado para atenuar la situación.
También ha quedado claro que las estrategias para el control de las pandemias como la actual son intencionalidades dirigidas a lograr la detección, la contención o la mitigación, que si bien a veces logran su objetivo, en otras solo reducen el problema o incluso pueden convertirse en factores que se deslizan hacia complicaciones.
En el foro ‘Peligros de bajar la guardia frente al covid-19’, expertos hicieron recomendaciones que vale la pena explorar.
Para entenderlo mejor, no sobra decir que la contención se desarrolla en las primeras etapas y tiene como bases rastrear y aislar a los infectados, a la par que introduce otras medidas para evitar la propagación de la enfermedad, que es en realidad su objetivo principal. Cuando esto no es posible, se pasa a una etapa de mitigación en la que todas las acciones se orientan a controlar el número de casos para atenuar cargas sobre los sistemas de salud y daños en la sociedad. La eliminación, por su parte, busca mantener muy bajo el número básico de reproducción del virus –personas que contagia–, lo que permite, en teoría, que se desacelere significativamente su transmisión y se piense en la búsqueda de su extinción.
Colombia, como la mayoría de los países, optó por la mitigación como principal estrategia para enfrentar esta contingencia, con lo que se ha evitado, sin duda, el colapso hospitalario, incluso en momentos tan difíciles como el del tercer pico, lo cual no ha impedido que se hayan pagado también altos costos en términos sociales y sanitarios.
En este sentido, en el foro ‘Peligros de bajar la guardia frente al covid-19’, promovido por la Universidad del Rosario, la Fundación Konrad Adenauer y EL TIEMPO, un grupo de expertos analizaron y sugirieron –además de otras 46 recomendaciones– que el país cambie el paradigma de que hay que aprender a vivir con el virus (mitigación) por otro en el cual se piense que es posible evitar su presencia (eliminación), basado en experiencias de otros países que demuestran que esta estrategia es más favorable sobre indicadores globales que cualifican la pandemia, no como una amenaza meramente biológica, sino como una sindemia con afectaciones biológicas y sociales.
Por el rigor que soporta esta sugerencia, valdría la pena explorar este camino.
EDITORIAL