Lejos de generar alarmas, la relación con el covid-19 debe ser permanente, bajo la premisa de que la pandemia no ha terminado. Para la muestra, en la última semana, según los datos oficiales, en el país se reportaron 12.112 casos nuevos y 14 fallecimientos, en medio de un proceso en el que las pruebas –que si bien no son muy profusas– muestran una positividad creciente. Y esta situación viene en aumento, en un escenario en el que algunos factores podrían sumarse para incrementar estos números.
La presencia en el país de las subvariantes de ómicron que, más allá de sus nombres alarmistas, pasan por encima de las defensas que deja la inmunidad natural y de las vacunas sería razón suficiente para no bajar la guardia. Sin embargo, hay que sumar la prolongada temporada de lluvias y la cercanía de las festividades de fin de año, que han demostrado facilitar la circulación no solo del Sars-CoV-2 sino de otros virus respiratorios que, en conjunto, podrían ser suficientes para maltraerles la vida a personas que emocionalmente pueden haber pasado la página del malicioso covid-19.
Por otro lado, tampoco ayudan las noticias que llegan de China –país donde se originó la pandemia–, que si bien tiene una política sanitaria para enfrentar este agente, diferente a la desplegada por estos lugares del mundo, no deja de ser un referente importante en este sentido, y más cuando algunas ciudades empiezan a confinarse de manera general, con visos de afectaciones sociales y económicas que nadie quiere repetir. De ahí que no sobra insistir en la retoma de las medidas conocidas y que han sido útiles para mantener a raya esta amenaza.
El panorama obliga a reforzar el llamado a completar los esquemas de vacunación –incluidos los refuerzos– en todas las edades.
Aunque es evidente que las infecciones hoy no tienen la retórica de la muerte y que en muchos casos no pasan de ser una gripa más, no hay que perder de vista que en algunas personas vulnerables, con comorbilidades que pueden favorecer complicaciones y desenlaces letales, la pandemia sigue siendo tan agresiva como hace dos años. Esto, independientemente de las cifras bajas. Lo que obliga a reforzar el llamado a completar los esquemas de vacunación –incluidos los refuerzos– en todas las edades, de acuerdo con los protocolos establecidos para tal efecto. Porque si bien las nuevas subvariantes pueden burlarse un poco de sus efectos, lo cierto es que estar desprotegidos podría resultar catastrófico.
De igual forma, es fundamental que ante los primeros síntomas respiratorios se imponga el aislamiento de los afectados, lo mismo que el uso obligatorio del tapabocas, incluidas las personas cercanas, durante el tiempo que estos permanezcan. Consecuentemente, hay que estar alerta a las señales de complicación para acudir prontamente a un hospital. Esto sin dejar de lado que para toda la población el lavado de manos, el distanciamiento físico cuando sea necesario, la ventilación natural de los espacios cerrados y el uso de las mascarillas en los espacios públicos cerrados cuando se considere necesario deben ser componentes de práctica ineludible.
Si bien el virus llegó para quedarse, su condición poco amigable exige que las medidas para protegerse de él también permanezcan.
EDITORIAL