La violencia en los estadios es un grave problema que amenaza al fútbol colombiano: hinchas que invaden el terreno, barras que se pelean en el estadio, amenazas dirigidas contra árbitros, directivos, técnicos y jugadores lamentablemente son pan de cada día.
De no darse acciones concertadas y efectivas que garanticen estadios seguros, esta situación puede llevar a escenarios críticos que incluso pongan en entredicho la viabilidad del fútbol como espectáculo masivo en Colombia. De este tamaño es el problema.
Lo anterior para enfatizar en que la solución del fenómeno tiene que ser prioridad de todos los involucrados con el espectáculo, más allá de cualquier otra consideración. Por eso vale la pena reflexionar sobre la decisión de los directivos reunidos en la Dimayor de levantarse de la mesa en la que estaba la Asociación Colombiana de Futbolistas, la cual fue convocada por el Ministerio del Interior para tomar medidas.
“Tenemos una situación jurídica con la asociación que ellos representan, que no nos permite estar sentados en esta mesa con ellos. Desde el punto de vista jurídico, nuestros abogados laboralistas nos han dicho que no podemos estar sentados con ellos”, declaró Fernando Jaramillo, presidente de la Dimayor. No es el caso entrar a pronunciarse sobre esta disputa. Lo que sí procede es una reflexión sobre cuáles son las prioridades ante las situaciones que amenazan al fútbol.
Aprovechar los espacios que la ley ofrece para planear, de la mano de las autoridades, medidas y acciones frente a la violencia en los estadios tiene que ser prioridad para todos los actores de este deporte. Ante este desafío hay que actuar unidos. Tienen que llegar a acuerdos porque existe un interés común: que el fútbol sea seguro, atractivo y libre de los fenómenos violentos que acechan la cotidianidad de la gente.