Hace poco se dio a conocer en los medios de comunicación una carta abierta del presidente ejecutivo de la Asociación de Bananeros del Madalena, Cesar y La Guajira (Asbama), José Francisco Zúñiga, en la que reitera el llamado al Gobierno Nacional para que atienda las múltiples dificultades que viene afrontando el sector, particularmente en materia de seguridad y orden público.
En el escrito, Zúñiga advierte del acoso continuo al que están siendo sometidos productores, comercializadores y los mismos trabajadores por bandas criminales que acechan en la región y buscan, entre otras cosas, utilizar el banano como vía para el envío de cocaína al exterior.
No es la primera vez que el gremio bananero reclama por la difícil situación que afronta. En el reciente Congreso Agropecuario de la SAC, Zúñiga pidió al Gobierno que se les garantice el derecho a la vida y al trabajo a las más de 50.000 personas que viven directa e indirectamente de esta actividad.
Y pese a ello, el acoso continúa. Hace apenas unos días, en fincas del Magdalena y La Guajira, hombres armados no solo amenazaron a los trabajadores sino que incendiaron las instalaciones, en un claro mensaje de intimidación a quienes no acceden a sus pretensiones, algo que resulta inisible.
El del banano es un sector de la economía que durante décadas ha sufrido los embates de todo tipo de violencia. Con los acuerdos de paz y un claro compromiso del sector empresarial, se ha preservando esta actividad y se ha venido creando un nuevo tipo de liderazgo que hoy hace que el sector se mantenga como un actor clave en la economía nacional.
Al SOS que lanzan los bananeros en materia de seguridad, se suman otras demandas que tampoco dan espera; entre ellas, una red de vías terciarias que facilite el desarrollo de esta actividad y le permita competir en mejores condiciones. O el respaldo de organismos gubernamentales para la atención de plagas y el manejo fitosanitario de la fruta.
Si Colombia quiere ser la potencia alimentaria a la que aspira, debe empezar por garantizar la vida y la tranquilidad en el campo
Es urgente que las autoridades atiendan el llamado que por distintas vías vienen haciendo los bananeros. Hablamos de una industria que significa mucho para el país, no solo en materia de empleo, sino de reputación internacional. Colombia tiene en el banano a un digno representante que, además de lidiar con problemas internos, debe vérselas para competir en un mercado cada vez más desafiante.
Denso panorama que, infortunadamente, no preocupa solamente a los bananeros. Prácticamente no hay sector relacionado con el agro que hoy no esté pidiendo garantías al Ejecutivo ante la ola de inseguridad que afronta el campo colombiano. Es el mismo pedido que se les escucha a los ganaderos, a los palmicultores y a la industria frutícola.
La extensa frontera agrícola con que cuenta el país y que bien puede alcanzar el 40 por ciento del territorio nacional, esto es, unos 45 millones de hectáreas, es un privilegio que se debe preservar y proteger. Si Colombia quiere ser la potencia alimentaria a la que aspira, debe empezar por garantizar a productores, comercializadores, cooperativas y trabajadores del campo lo más preciado que tienen: la vida y la tranquilidad.
EDITORIAL