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Lecciones de un milagro

Además de la alegría que unió al país, el hallazgo de los niños deja lecciones que dan esperanza.

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Hace falta escarbar mucho para encontrar en un suceso que haya logrado unir a todo un país en torno a una alegría profunda y sincera tal y como sucedió el viernes en la noche cuando se supo, gracias a la primicia de este diario, que los cuatro menores que permanecían desaparecidos en la selva del Guaviare, habían sido finalmente encontrados.
Por unas horas el país entero coincidió en la celebración de la aparición sanos y salvos tras tantos días de incertidumbre de Lesly Mucutuy, de 13 años; Soleiny Mucutuy, de 9 años; Tien Noriel Ronoque Mucutuy, de 4 años; y Cristin Neriman Ranoque Mucutuy, el bebé que cumplió un año estando en la selva. Los cuatro, además de la angustia de su situación cargaban con el duelo por la pérdida de su madre en el accidente aéreo del que sobrevivieron. Importante anotar que esta familia huía de Caquetá por las amenazas recibidas del frente Carolina Ramírez de las disidencias de las Farc, las cuales –increíblemente– continúan según denunció ayer el padre de los menores. Con todo, si existen los milagros, este es uno palpable, real y maravilloso. Este es un hecho impresionante que conmueve al mundo.
Mención aparte merece Lesly quien tuvo que ser hermana, madre y enfermera durante casi cuarenta días en la espesura de la selva. Desempeñó una labor de cuidado irable apoyada en su sabiduría ancestral. Fue guía y valiente protectora de sus hermanos.
Cuatro niños solos, consiguiendo alimentos. Sobreviviendo en medio de la incertidumbre, en medio de una espesa selva es algo jamás visto, es un extraordinario hito de esos que difícilmente se borrará de la memoria colectiva del país. Un aplauso de pie merecen también los integrantes de la Fuerza Pública que se jugaron sin reserva, sin jamás perder la esperanza y aquí es imposible dejar de lado a otro de los héroes de esta historia: el perro pastor belga Wilson, fundamental en la búsqueda y que al escribirse estas líneas seguía perdido en el bosque.
Pasan cosas muy buenas cuando se dejan de lado prejuicios que se pueden tener sobre quienes vemos como diferentes
Este es el tipo de empeños que reconcilian, que nos enorgullecen y nos hace pensar en el valor de unir esfuerzos, indígenas, civiles y militares, de trabajar unidos, de perseverar. Honor y respeto a nuestro ejército no solo por el tesón indoblegable, sino por la pericia y la vocación de sacrifico. Este es un ejemplo de lo que se logra cuando hay un objetivo único, al costo que sea.
Hay que detenerse por último en la manera cómo se coordinaron los esfuerzos de búsqueda. El tantas veces mencionado diálogo de saberes en esta ocasión se materializó en un hecho concreto y con final feliz.
De cara al futuro este episodio tiene que servir de guía: en torno a una buena causa se produjo un encuentro entre seres humanos de distinto origen y poseedores de conocimientos de diversa índole que fue posible articular. El mensaje aquí es muy claro: pasan cosas muy buenas cuando se dejan de lado prejuicios que se pueden tener sobre quienes vemos como diferentes y de manera humilde y sincera se produce un diálogo marcado por el respeto mutuo. Ojalá que esta lección que este suceso afortunado y memorable le deja al país resuene poderosamente. Ojalá que sirva para entender que es más lo que nos une que lo que nos divide.
EDITORIAL

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