Bogotá ha sido desde siempre, desde que presumía del epíteto ‘la Atenas suramericana’, un escenario para el arte. Su historia está llena de coleccionistas y artistas y gestores maravillosos. Y nada tiene de raro que, en estas primeras décadas del siglo XXI, con el crecimiento de las obras, las curadurías, las exposiciones internacionales, las ferias y las galerías, se haya convertido en una verdadera capital de la creación plástica, de la instalación, de la pintura. Que esté aquí una obra tan sonada y discutida como la de Banksy, el artista callejero que ha satirizado, con humor negro, los asuntos de la época en ciudades del mundo entero, viene a respaldar semejante tradición bogotana.
El inglés Banksy, que empezó en la escena subterránea de Bristol, pero pronto se fue convirtiendo en una presencia en los muros de diferentes lugares del planeta, ha ido del activismo a la pintura callejera con una destreza sorprendente. No obstante su popularidad, convertirse en una figura exitosa como pocas en el mundo del arte de estos años –y dirigir su propio documental, que fue nominado al premio Óscar–, ha conservado su misterio.
Su identidad sigue siendo un enigma. Se habla de que se acerca a los cincuenta años. Se dice que tiene mucho que ver con el mundo de la música. Pero, como se puede ver en Bogotá, en una extraordinaria exposición que seguirá abierta hasta el último día del año, es claro que su espíritu provocador se encuentra sostenido por su brillantez técnica.
En la exposición mencionada, ‘Banksy: ¿genio o vándalo?’, que puede apreciarse en la revivida Villa Adelaida, es posible encontrarse –entre cien trabajos autenticados– con los célebres y controversiales ‘Chica con globo’ y ‘Detonador de monos’. Resulta increíble el trabajo que se ha hecho desde la realidad virtual para que las obras cobren vida. Que la exhibición esté aquí, que cuestione las culturas de estos tiempos y ponga sobre la mesa tantas injusticias, es una fortuna que aún se puede agradecer y aprovechar.
EDITORIAL