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Editorial

El ajuste ministerial

El nuevo gabinete debe darles respuestas concretas a los problemas urgentes del país.

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La tensión y la incertidumbre continúan. La semana que termina estuvo marcada por el remezón en el gabinete ministerial del presidente Gustavo Petro, como principal eco del turbulento consejo de ministros que el país vio en directo.
Era lógico. Tras este poderoso hecho político, no le quedaba otro camino al mandatario que barajar las cartas. Así lo sugirió el saliente ministro del Interior, Juan Fernando Cristo, y siguiendo esta línea hace una semana se produjo la renuncia protocolaria de todos los integrantes del gabinete. Si bien fue una movida propia de cualquier sistema político presidencialista como el nuestro, hay que decir que a la luz de las cifras de gobiernos anteriores, el número de remociones y nombramientos de ministros del actual gobierno es elevado, con las consecuencias que ello trae en términos de estabilidad, de gestión y gobernabilidad.
Pero el hecho real es que a comienzos de la semana el primer mandatario tuvo en sus manos las renuncias protocolarias de todos los de su equipo. Decimos en sus manos y no en su escritorio, pues, como ya se comentó en estos renglones, el mandatario no canceló su gira por algunos países, a pesar de la tempestad interna. Una decisión, reiteramos, inoportuna. Así, a la distancia, el mandatario ha tramitado una crisis ministerial, sin duda demasiado delicada en las horas que vive el país.
Al escribirse estas líneas estaba confirmada la salida de los ministros y ministras del Trabajo, Culturas, Ambiente, Defensa e Interior. En cuanto a sucesores, solo se tenía el encargo de Yaddai Kadamani, en Culturas, y la confirmación de la designación de Antonio Sanguino en la cartera del Trabajo. Es de esperar que pronto se conozcan los nombres de los restantes. Vale recordar que tanto Sanguino como el propio Armando Benedetti, jefe de Despacho, cargan a su espalda complejos procesos judiciales. Ambos deberán repartir su tiempo entre las obligaciones de gobierno y las comparecencias judiciales.
Vale decir que el nuevo equipo estará determinado por el reloj del último año y medio del período presidencial. A lo que se suma la necesidad urgente, puesta en evidencia en el consejo de marras, de darles un giro al liderazgo y a la manera de gobernar del mandatario. Urge, por su bien, pero sobre todo por el bien de la nación, dejar atrás la mala imagen que quedó en la retina de millones de colombianos.
El reto para el Gobierno es claro: dejar de lado el radicalismo paralizante, evitar la tentación de gobernar solo con los más cercanos y abrirse a una conformación diversa del gabinete que les apunte a la concertación y participación necesarias para ganar gobernabilidad y también legitimidad. Que busque concretar logros, no en clave de exclusión, sino de trabajo conjunto con otras fuerzas políticas, sin que esto implique la milimetría política. Es bueno que haya voces distintas sentadas en el consejo de ministros, eso sí, siempre y cuando exista la disposición del mandatario de escucharlas e incorporar otras visiones a su estilo de gobernar.
Es fundamental para la istración eludir la tentación de concentrar toda la capacidad de decisión en una sola persona, camino por el cual se sacrifica la autocrítica y se anula la capacidad de escuchar a quienes quieran contribuir con aportes que no necesariamente coinciden con la visión del Presidente.
Urge dejar de lado la tentación de concentrar toda la capacidad de decisión en una sola persona, camino por el cual se sacrifica la autocrítica y se anula la oportunidad de escuchar a quienes desean contribuir desde otras orillas
De sabios es saber rectificar. En ese sentido, bien haría el Presidente, con el duro aprendizaje a la mano, en buscar rodearse de un gabinete de reconocido peso y experiencia en los asuntos del Estado. Un equipo de ministros y ministras en capacidad de dar respuesta rápida y eficaz a problemas urgentes.
En palabras concretas, el mandatario no tiene margen para improvisar. Al Ministerio del Interior debe llegar una persona de respetabilidad política, con autoridad, que tenga el carácter suficiente para hablarles al Congreso y al mismo Presidente. Ni se diga del ministro de Defensa, que ha de ser avezado y acatado por las Fuerzas Militares, que necesitan sentirse estimuladas. En especial, luego del preocupante balance que deja el ministro saliente en términos del grave retroceso de la seguridad en las regiones. No de menos quilates deben ser los demás.
En fin, el mandatario sabe la necesidad de recomponer el tablero. Bastante claro queda ya que el aislamiento y el tender muros no trae nada bueno para el país. De ahí la importancia de que el Gobierno pueda atender con una actitud diferente, de sincera escucha y cierta humildad, lo que venga de otras orillas.
Para esta recta final se necesita una buena dosis de pragmatismo. Más que palabras, se requieren hechos. Y para ello es necesario apostarles al diálogo y la concertación sobre lo básico con otros sectores. Millones de colombianos hoy en situación apremiante por la inseguridad y el asedio de los armados, o en dificultades económicas, esperan del gobierno del cambio eso, un cambio de actitud, en busca de enderezar la nave.
EDITORIAL

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