La de hoy, bajo la denominación de Noche de las Velitas, marca el inicio oficial de las fiestas de fin de año y con ella un conteo que, lamentablemente, de manera tradicional también sirve de triste y recurrente noticia: los quemados con pólvora.
Y bajo la premisa de que este registro debería quedarse en cero, es más que oportuno insistir en esas recomendaciones que definen estos desastres como absolutamente prevenibles, dado que la mayoría de factores que determinan las víctimas por quemaduras en esta época dependen, en gran parte, de la voluntad de las personas y el sentido común.
Para empezar, hay que saber que en el país existe la Ley 2224 de 2022, que regula el uso, fabricación, manipulación, transporte, almacenamiento y comercialización de pólvora, y enfatiza que solo personas expertas pueden manipularla, lo que conmina a toda la ciudadanía a denunciar prácticas por fuera de estas normas, en las que resulta imperativo impedir que los menores manipulen y se expongan a estos elementos que los marcan de por vida. Protegerlos es un acto de amor y de responsabilidad ineludible.
De igual forma, hay que evitar que el alcohol y otras sustancias psicotrópicas pongan su cuota en estas acciones indebidas y que se permitan espectáculos pirotécnicos sin las precauciones reglamentarias para proteger a los espectadores. El tablero de este año ya da cuenta, según el INS, de 54 casos, en los cuales 18 son menores y una mujer de 56 años fallecida en el estallido de una polvorería en Facatativá. Así que el llamado es para que de manera colectiva se tome como objetivo bajar de manera significativa los 1.153 quemados por pólvora –357 menores– que registrados en las festividades de Navidad y el Año Nuevo pasados.
Meta posible si empieza la tarea preventiva esta misma noche. Todo para que los sentimientos de alegría y buenos recuerdos definan estas celebraciones y no el dolor y el sufrimiento, que pueden llegar a ser permanentes.
EDITORIAL