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La tormenta española

Pedro Sánchez será investido para un nuevo periodo. Lo hace bajo un ambiente político caldeado.

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Crispación es la palabra que mejor describe el ambiente político español por estos días. Una democracia que por décadas mostró estabilidad y parecía robustecerse conforme quedaban atrás los tiempos de Francisco Franco hoy navega aguas tormentosas.
La dificultad del líder del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, para lograr los votos necesarios en el Parlamento que le permitieran ser investido como presidente, luego de la victoria de su colectividad en las elecciones generales de julio, abrió las puertas para que el actual presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, del Psoe, jugara sus cartas. Y puso sobre la mesa la más arriesgada: conseguir el apoyo de los independentistas de Cataluña, País Vasco y Canarias a cambio de una ley que beneficiará, en caso de aprobarse, sobre todo a los catalanes y en particular a sus líderes exiliados por efecto del referendo separatista declarado ilegal que tuvo lugar en 2017.
En el corto plazo, la estrategia le funcionó a Sánchez, a quien amigos y enemigos lo refieren como un arriesgado tahúr de la izquierda. No le importó obrar en contra de promesas pasadas de no concretar este tipo de pactos con quienes hace poco tiempo desafiaron a las instituciones españolas, como es el caso de los integrantes de Junts Per Catalunya, partido independentista poseedor de apenas 7 escaños en el Parlamento de un total de 350, pero claves a la hora de inclinar la balanza. El modo de proceder de Sánchez ha generado rechazo en sectores diversos, entre ellos los de derecha.
La joven democracia española, como parece ser la tendencia de estos tiempos convulsos, enfrenta una dura prueba.
Todo esto ha dado pie a marchas y concentraciones en torno a las sedes del Psoe, generando confrontaciones con la policía y no pocos destrozos. Entre los manifestantes se han visto símbolos y escuchado consignas que caen como sal en heridas causadas durante la dictadura franquista que no han terminado de cerrar. Y es que en los años recientes, en los que partidos de derecha radical han experimentado un auge en los países de la Unión Europea, España parecía ajena al fenómeno. A propósito del bloque europeo, ha llamado la atención que Sánchez, que siempre ha sido partidario de esa instancia, hoy sea objeto de los señalamientos que sus opositores, euroescépticos muchos, hacen en Bruselas para que sea la Unión la que le ponga freno.
Por desgracia, la tensión no merma. El fundador del partido Vox, de derecha, Alejo Vidal-Quadras, sufrió un atentado el jueves pasado en Madrid, mientras que los parlamentarios ahora ‘estrenan’ escolta policial. Se anuncia un fuerte despliegue policial para la investidura, que tendrá lugar hoy o mañana, según como transcurran las dos sesiones previstas para este fin en el Parlamento.
Ahora la pugna se traslada al Parlamento, donde el PP ya promueve de afán una reforma del reglamento que les impediría al Psoe y a sus nuevos aliados el trámite de urgencia de la amnistía prometida a los separatistas. La joven democracia española, como parece ser la tendencia de estos tiempos convulsos, enfrenta una dura prueba. Sus instituciones, quizás también la propia Corona, tendrán que exigirse al máximo para superarla y buscar la unidad en torno a lo fundamental, que ya en el pasado le permitió salir avante de pruebas igualmente duras.
EDITORIAL

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