No parece haberle salido como esperaba la jugada que Nicolás Maduro planteó con el referendo de cinco preguntas relativas a la región del Esequibo. La cabeza del régimen venezolano intentaba no solo medirse en las urnas de cara a la pretensión que su país tiene sobre dicha región rica en petróleo y hoy en litigio con Guyana, sino también enviar un mensaje a la oposición ante las elecciones que según los acuerdos de Barbados deben llevarse a cabo en 2024, las cuales tendrán que ofrecer un mínimo de garantías.
Es a la luz de estas dos realidades como hay que ver lo sucedido en el país vecino el domingo. Por un lado está el petróleo que se ha hallado en este territorio, que sin duda apetece a un país cuya economía sigue en cuidados intensivos, no obstante haber detenido su caída libre, y, por el otro, estaba la oportunidad de lograr la foto de filas de votantes esperando para respaldar una iniciativa de cuño gubernamental que la oposición no respaldó.
La realidad es que si bien se ha dado un plazo adicional de dos horas, la votación fue reducida. El Consejo Nacional Electoral dijo que se habían computado 10’554.320 sufragios –cifra que no se ha presentado de manera desagregada–, lo que significaría una participación de más del 50 % del total de votantes habilitados. No obstante, voces críticas, entre ellas la del excandidato Henrique Capriles, han señalado como muy probable que dicho número surja de haber contabilizado de forma individual cada respuesta. De ahí que sea factible que la participación real haya rondado los dos millones de votantes, es decir, un 10 %.
A Colombia le corresponde interpretar con serenidad estas movidas para poder ir un paso adelante de los que pueda dar el régimen vecino.
Más allá de la discusión, es claro que Maduro jugó un poco a la pirotecnia con este referendo. Su aspiración para que el Esequibo sea parte de Venezuela pocos la ven viable: no solo la población de este territorio se ha sentido siempre más cercana a Georgetown que a Caracas, y más ahora cuando, tras los hallazgos de hidrocarburos, la economía de este país es la que más crece en el mundo (57,8 % en 2022 –para este año la cifra se calcula en 25 %–), sino que este pequeño país cuenta con el apoyo de buena parte de la comunidad internacional, incluidos China, Cuba y los países de la Comunidad del Caribe (Caricom). La región en disputa constituye poco más de la mitad de la actual extensión del territorio guyanés. El caso está en manos de la Corte Internacional de Justicia, cuya jurisdicción para resolver este caso no es reconocida por Venezuela. No obstante, hay quienes creen que Maduro podría jugarse una carta intermedia que no pase por lo militar, pero sí por acciones que busquen mayor control territorial en esta parte del mar Caribe.
En todo caso, y sin minorizar los riesgos regionales de una eventual aventura militar venezolana en el Esequibo, queda claro que el líder venezolano se está moviendo de cara a una coyuntura en la que aumentará la presión para que haya elecciones –las sanciones de Estados Unidos serán herramienta de presión– y el apoyo popular a su gestión no supera el 15 %.
El inquilino de Miraflores ya jugó una carta que no parece haberle resultado. Le conviene a Colombia, con este antecedente, saber interpretar esta realidad con serenidad y a la luz de los intereses nacionales para así poder ir un paso adelante de los que pueda dar un régimen en afugias.
EDITORIAL