Es verdaderamente aterrador constatar cómo a la par con el avance de la tecnología el crimen construye complejas y sofisticadas industrias para sus fines perversos.
Es el caso del llamado ‘call center’ que en buena hora desarticuló el Gaula de la Policía esta semana en varias ciudades del país. De él hacían parte 149 personas, sus víctimas superan las 2.000 y sus ingresos mensuales rondaban los 750 millones de pesos. Funcionaba como una verdadera empresa.
Las modalidades delictivas que hacían parte de su repertorio son, por desgracia, bien conocidas por la mayoría de la ciudadanía: sexting, falso servicio, suplantación de grupos al margen de la ley, falsa encomienda y devolución de bienes.
La noticia cae muy bien. Si algún azote de la criminalidad han sentido los colombianos en los últimos meses ha sido este: el de las llamadas engañosas que, valiéndose de sofisticadas artimañas, logran confundir sobre todo a las personas de mayor edad para proceder a saquear sus cuentas bancarias, entre otros.
Junto con estas formas de engaño, la banda también se dedicaba, vaya paradoja, a suplantar a organizaciones criminales como el ‘Tren de Aragua’. Si ya es una auténtica pesadilla la extorsión con la que esta y otras organizaciones agobian a tantas personas en el país, ahora resulta que una banda redobla ese tormento con falsas extorsiones a nombre de dicho grupo.
Es justo, entonces, reconocer la labor de la Policía, que tras un juicioso trabajo pudo desarticular a esta banda. Le corresponde ahora a la justicia hacer su tarea.
Que sea la oportunidad para comenzar a explorar entre diferentes actores cómo actuar contra los suplantadores y delincuentes que utilizan armas tecnológicas. En tiempos de inteligencia artificial, de desarrollos que día tras día maravillan, ponerles coto a los delincuentes que pululan en el ámbito virtual y digital no debería ser una misión imposible.