Bogotá se apresta a vivir una intensa e interesante campaña para elegir a su próximo gobernante. En el abanico de aspirantes, los hay de todas las tendencias y se distancian generosamente en ciertos temas, pero con no pocas coincidencias en otros. Las alianzas han depurado la oferta y, de paso, han provocado debates comprensibles en algunas campañas. Desde hace más de una década, la multiplicidad de enfoques es lo que ha vigorizado el surgimiento de nuevos movimientos y nuevas propuestas.
A la par de estas circunstancias, sin embargo, ha echado raíces una polarización sin antecedentes que en varias oportunidades se ha alejado de la cordura y ha puesto en riesgo el devenir de la ciudad. No es hora de repartir responsabilidades, pero sí de señalar que Bogotá va mucho más allá del alcalde o del gobierno de turno. Ese es el llamado que corresponde hacer cuando faltan tres meses para las elecciones: más propuestas, más sensatez y menos violencia verbal. La contienda electoral ite recriminaciones y llamados de atención; lo que no es dable es utilizar falacias para llevarse por delante los avances de una ciudad con el sofisma de que ello entierra a un rival político, cuando es el ciudadano quien está de por medio y paga las consecuencias.
Como lo advertimos acá hace ya un tiempo, la campaña muy probablemente se desarrollaría en torno a obras fundamentales para Bogotá. Y el metro ha sido una de ellas. A pocas semanas de su adjudicación, buscar réditos con base en emociones políticas e ignorando estudios técnicos, fallos judiciales o el papel desempeñado por los órganos de control contribuye a enturbiar la misma campaña. Bienvenido el debate si hay elementos ciertos que pongan en duda lo actuado, de lo contrario corresponde a los candidatos cerrar filas frente a una iniciativa que ellos mismos deberán istrar. Es lo responsable.
Los temas que reclama Bogotá no son los que exhalan las redes sociales. Los desafíos de la ciudad más próspera del país, principal generadora de recursos, empleo y atención a población vulnerable, pasan por consensos que lleven a superar los asuntos urgentes y a diseñar las bases del futuro. Hay un problema de hurtos, crimen organizado, consumo de drogas y justicia que no da espera, así como un angustiante afán por ver resultados en movilidad. Esto en cuanto a lo inmediato. Existen muchos avances sobre los cuales se debe seguir construyendo, pero no se puede soslayar que en otros frentes, menos ‘sexis’, la capital reclama una mirada generosa y propositiva. El propio Dane lo acaba de advertir: Bogotá será dentro de poco una ciudad de hogares unipersonales, y ello tiene un efecto directo en la demanda de vivienda. Las ocupaciones ilegales crecen hoy al mismo ritmo que la oferta formal, en particular en los bordes, lo que genera, a su vez, presión en la oferta de transporte público.
En materia de salud, no obstante avances incuestionables, hay que mejorar indicadores en vacunación y consumo de sustancias psicoactivas, y diseñar una política que permita afrontar el fenómeno del suicidio, que ha tenido un incremento del 12 por ciento, particularmente en mujeres. Aún hay 60.000 niños por fuera del esquema escolar, y el bilingüismo –que debería ser una prioridad en el sistema educativo– está rezagado.
Los tres meses que restan de campaña deben servir para la confrontación de ideas, tesis y propuestas que lleven al elector a tomar la mejor decisión
Poco se escucha en las campañas hablar de convivencia ciudadana. O al menos no se resalta en las declaraciones de los candidatos con el mismo ímpetu con que se alude a las diferencias políticas. Y resulta que ese es, de lejos, el aspecto más apremiante para una ciudad que registra los primeros lugares en materia de violencia interpersonal, intrafamiliar, sexual y de pareja, según el informe de Medicina Legal,‘Forensis’, del 2018. El 35 por ciento de las agresiones contra niños en el país tienen lugar en la capital.
Como decíamos al inicio de estas líneas, Bogotá no puede debatirse en el terreno estéril de los epítetos. Los tres meses que restan de campaña deben servir para la confrontación de ideas, tesis, propuestas y sugerencias que lleven al elector a tomar la mejor decisión. La capital ha demostrado en el pasado que es viable mantener el rumbo hacia la construcción de una ciudad posible para todos. Lo demuestran acciones como la política del desarme, los comedores comunitarios, las ciclorrutas o la gratuidad de la educación pública.
Con el actual equipo y su alcalde se podrá o no estar de acuerdo. Lo que no contribuye al debate es banalizar sus logros y graduarlo de enemigo de los bogotanos. No. Peñalosa, es verdad, no es una pera en dulce, pero durante su mandato se ha batido como pocos contra enemigos tanto políticos como de clase. Si algo han de aprender quienes lo sucedan en el cargo es que la popularidad jamás será compatible con la responsabilidad a la hora de tomar decisiones.
EDITORIAL