Hay razones para afirmar que la batalla más importante que hoy libra el Estado colombiano es aquella en la cual el enemigo es el contrabando. Como ya se ha expuesto en varios trabajos periodísticos de este diario, estamos ante una conducta ilegal fundamental en el engranaje de varios emporios criminales, toda vez que sirve para lavar los capitales fruto, entre muchos otros males, del narcotráfico.
Hoy está claro que este dinero regresa al país luego de un complejo recorrido por vericuetos financieros y comerciales que abarcan a buena parte del planeta. Lo hace en forma de mercancía que en los puertos nacionales es declarada por un valor muy inferior al real y luego es vendida en el territorio nacional a un precio frente al cual les es imposible competir a industriales y comerciantes formales que pagan cumplidamente sus impuestos. Se calcula en 6.000 millones de dólares la cantidad que deja de ingresar a las arcas de la nación como consecuencia del contrabando.
La directa responsable de combatir este flagelo es la Dirección de Impuestos y Aduanas Nacionales. Es una labor titánica para la que los recursos disponibles siempre parecerán insuficientes: se trata de combinar inteligencia con capacidad para llevar un estricto control sobre toda la mercancía que a diario llega a los principales puertos del país. Tarea que exige también un férreo monitoreo para minimizar la capacidad corruptora de los criminales.
Cada logro de la Dian en esta tarea es meritorio, y detrás de ellos está el coraje de funcionarias ejemplares como Claudia María Gaviria.
Con tantas dificultades, cada logro es particularmente meritorio. Hay que aplaudir, entonces, el reciente operativo que llevó a decomisar, en Buenaventura, mercancías por un valor de 21.000 millones de pesos. Ello fue posible gracias al trabajo de las autoridades colombianas y al apoyo de agencias estadounidenses como el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) y la Customs and Border Protection (CBP). Esta operación se suma a otras que han permitido este año decomisos valorados en más de 115.000 millones de pesos.
Estos éxitos deben atribuirse al trabajo ejemplar de numerosos funcionarios. Y entre ellos se destaca la directora de Gestión de Aduanas, Claudia María Gaviria, víctima ya de dos atentados relacionados con su misión. El más reciente sucedió el mes pasado, cuando el vehículo en el cual se transportaba por Buenaventura fue atacado con ráfagas de fusil. Un hecho que, de la peor manera, da señales de lo incómodo que resulta su trabajo para los criminales. Esto lo saben en Estados Unidos; allí, a las entidades ya mencionadas llegó rápidamente la información sobre el intento de las mafias por acabar con su vida.
El llamado es a respaldar la labor de la Dian en la lucha contra el flagelo y a no escatimar recursos en el deber de proteger a funcionarias valientes, ejemplares y de enorme valía como Gaviria. Como ya lo sabe el país, gracias a la experiencia de otras guerras contra el crimen organizado, en estas luchas es fundamental el liderazgo de personas como ella. Pero sin olvidar que al Estado entero, y no solo a una persona, le corresponde ser incómoda y eterna piedra en el zapato de los delincuentes.