Sin saberse aún si se trata de una tendencia o si el fenómeno viene de tiempo atrás, lo cierto es que la seguidilla de asaltos a establecimientos comerciales, particularmente restaurantes y cafeterías, tienen en zozobra a los bogotanos. El modus operandi es el mismo: uno o varios asaltantes llegan al lugar, despojan a los comensales de sus pertenencias, los amenazan con armas de fuego y huyen en moto.
La crudeza de la escena, porque todo queda grabado, es suficiente para generar miedo. Y mucho más si, como sucedió hace un par de días, se registran balaceras con muertos de por medio. A esto hay que añadir otro episodio reciente: la muerte de un empresario a manos de sicarios en el parque de la 93, sector exclusivo de la capital.
Qué duda cabe de que son estas escenas las que disparan la percepción de inseguridad y tienen a muchos preguntándose si estamos a merced del hampa o si se trata de hechos aislados. No se puede generalizar. A juzgar por las cifras diarias de la Policía, la mayoría de delitos –incluyendo el hurto– viene bajando, excepto la extorsión. Es necesario, por tanto, que las autoridades discriminen estos casos para concluir si se trata de una conducta repetitiva, si son bandas organizadas, si provienen de otros lugares o si son grupos pequeños que operan por su cuenta.
Hasta el momento van 11 hechos similares y solo una captura. Y es ahí donde empiezan los cuestionamientos: qué está pasando con la investigación criminal. Hay cámaras, testigos, videos y, sin embargo, pocos resultados. Hay que exigir mayores avances en ese sentido para que la ciudadanía confíe en sus autoridades y los criminales no anden a sus anchas.
Hay que incrementar los operativos en calle para atajar otro fenómeno cada vez más preocupante: el porte ilegal de armas de fuego.
Lo sucedido ha reabierto el debate sobre una posible prohibición de los parrilleros en moto, que ya ha sido probada en otras ocasiones sin resultados contundentes, más allá de estigmatizar a más del 90 por ciento de las personas que viajan en moto por razones de trabajo, estudio o simple placer.
La Alcaldía de Bogotá ha anunciado una serie de medidas para combatir esta modalidad de hurto y otras que se vienen registrando en la ciudad. Y eso está bien. Pero hay que poner el foco en la investigación, en mayores controles a las motos, pues, como se ha evidenciado, muchas presentan placas falsas y motores remarcados; volver a exigir el chaleco con placas reflectivas, por ejemplo.
Hay que incrementar los operativos en calle para atajar otro fenómeno que se conecta con todo lo antes expuesto: el porte ilegal de armas de fuego. La ciudad está en mora de aplicar correctivos en tal sentido, pues hace ya bastante que no se conocen políticas que mitiguen este fenómeno.
Por otro lado, hay que hacer un trabajo conjunto entre comerciantes, policías, vecinos, seguridad privada y otros para enfrentar a los delincuentes. Podrían ensayarse estrategias como botones de pánico en los establecimientos a cambio de una pronta y oportuna presencia de la policía.
Mostrar resultados en este frente y que la justicia se tome en serio el castigar la reincidencia en este tipo de conductas debe ser la prioridad. Es la única manera de recuperar la confianza ciudadana y evitar que pase lo peor: que la gente deje de sentirse libre hasta para tomarse un café en un lugar público.
EDITORIAL