Desconcierto e indignación ha causado en diversos sectores sociales, y en el propio ministro de Defensa, general retirado Pedro Sánchez, el secuestro, este fin de semana, por parte de comunidades, de 28 policías y un mayor del Ejército, en el corregimiento de El Plateado (Cauca). El ministro dijo en tono vehemente que lo que sucedió no fue una retención. Se trató de "un secuestro que estaba pasando de ser simple a extorsivo", afirmó.
Palabras mayores ante un hecho grave e intolerable, que no se puede volver paisaje. Los uniformados fueron liberados después de 40 horas tensas de negociación con las comunidades, en las que intervinieron la Defensoría del Pueblo, la Iglesia, la Organización de Naciones Unidas, entre otras.
Aquí hay retos y mensajes de fondo. El Plateado es un punto de honor para el Estado. Allí las disidencias de 'Iván Mordisco' han sentado sus reales; allí se presentó aquella asonada el 11 de noviembre de 2024, en la que civiles impidieron la captura de presuntos disidentes. Los ilegales defienden a sangre, fuego y comunidad, según parece, el famoso cañón de Micay, corredor estratégico para el tráfico de coca. Por todo ello, se desarrolla un trabajo de recuperación por parte de la Fuerza Pública mediante la operación Perseo.
Lo que se plantea es un reto mayúsculo para evitar que los habitantes sean coaccionados, sometidos, inclusive ser llevados a atacar a las fuerzas constitucionales del Estado, en quienes realmente deben confiar. Los demás son sus enemigos, que de hecho los han atacado en forma brutal.
El Gobierno no se puede dejar ganar la mano. Debe solidarizarse con nuestros policías y soldados, fortalecer sus acciones y promover la presencia del Estado en toda su dimensión. Sería lamentable que luego del caótico consejo de ministros televisado del 4 de febrero, en el cual quedó en evidencia que no ha habido una intervención gubernamental articulada, la situación permanezca igual. El Plateado necesita urgentemente esa acción integral.