Un golpe de autoridad dieron el domingo los socialistas de Pedro Sánchez al imponerse con nitidez en las elecciones generales de España. Tanto que su partido, el Psoe, se entusiasmaba anoche con la idea de gobernar en minoría con “independientes de reconocido prestigio”, así la lógica parlamentaria indique que aún no tiene los votos suficientes y tendría que pactar con Unidas Podemos, por ejemplo, una coalición de izquierda, pero más al extremo del espectro ideológico.
En la retina quedará que hacía once años que el Psoe no ganaba unas generales. Obvio, no es un triunfo tan contundente como los de la época de Felipe González e, incluso, de José Luis Rodríguez Zapatero, pero se puede ver como un oportuno renacimiento que, de hecho, también alivia a Europa en tiempos en los que soplan vientos bien conocidos de populismos irresponsables.
Creen en las toldas socialistas que no hay afán para formar gobierno, ya que aún falta un elemento clave en el revolcón político que logró el partido: las elecciones locales, regionales y europeas del próximo 26 de mayo, que acabarán de dar claridad al nuevo mapa político dibujado por las votaciones del domingo, una fecha que pasará a la historia por señalar el peor resultado del conservador Partido Popular (PP) y por el ingreso al parlamento del ultraderechista Vox.
No la tendrá fácil Pedro Sánchez, pero es claro que su triunfo le abrió una vía al optimismo, hecho que
se reflejó en los mercados.
Lo de los populares se veía venir. Con un partido marcado por el desgaste del gobierno de Mariano Rajoy, por los sucesivos escándalos de corrupción, por la cuestionable gestión de la crisis catalana y la sangría de sus votantes hacia movimientos más de centro (Ciudadanos, liberal) o más de extrema (Vox), el liderazgo de Pablo Casado no logró mostrarles el camino a los conservadores. Casado llevó al PP a un endurecimiento ideológico (no al aborto, no a la eutanasia, intervención de la autonomía catalana) que ahuyentó a los votantes de centro, sin los cuales el partido no habría conseguido sus pasadas victorias.
Y lo de los ultraderechistas de Vox es otra historia. Luego del batacazo que significó su triunfo en las regionales de Andalucía –por décadas feudo socialista–, se temía un asalto al parlamento. Consiguió 24 diputados, menos de lo esperado, que no dejan de inquietar dada la naturaleza radical de sus propuestas. España era el único gran país de la Unión Europea que no tenía un bloque de extrema en su parlamento.
Dicho esto, el triunfo del presidente Pedro Sánchez, quien estaba en el poder no gracias al voto popular, sino a la moción de censura que sacó a Rajoy, abre una vía al optimismo que se vio reflejada en la subida de los mercados locales y continentales y también en las reacciones desde Bruselas, que ven en Sánchez a un importante aliado europeísta.
No la tendrá fácil Sánchez, pero los retos ya venían bien perfilados. El desafío secesionista catalán, la reforma pensional, el desempleo de los jóvenes y la desigualdad social, entre otros asuntos, serán los temas claves para una sociedad que le dio, como hacía tiempo no lo hacía, su voto de confianza a una izquierda sensata y moderada.