Con la incertidumbre del impacto de la variante ómicron, que está trastornando de manera brutal lo que se esperaba fuera la reactivación, el mundo cierra un año difícil –por decir lo menos–, con un regreso frustrado a la normalidad y un aterrizaje forzoso a una realidad llena de desafíos y reflexiones sobre el rumbo que debe tomar la humanidad para el 2022.
No bien se iniciaba el 2021 cuando observamos perplejos cómo una turba se tomaba a la fuerza el Capitolio de Estados Unidos para torpedear la ceremonia de certificación del triunfo de Joe Biden en las presidenciales. Los manifestantes acababan de asistir a un mitin en el que el presidente Donald Trump fue uno de los oradores, y se lo señala de instigador. Aún se investiga si la toma fue tan espontánea como se supuso, así como el papel del magnate y sus asesores, en un día luctuoso para la democracia estadounidense. ¿Fue un intento de golpe de Estado lo de aquel 6 de enero?
Al final, Biden se posesionó sin sobresaltos y con la ausencia de Trump, pero casi un año después el esperanzador mandato del demócrata no acaba de engranar y acusa serios problemas de popularidad, afectado por la apresurada –y para algunos improvisada– salida de las tropas estadounidenses de Afganistán, la alta inflación y los efectos del coronavirus. Las imágenes de miles de afganos intentando subir desesperados a un avión para huir de los talibanes dejaron muy en entredicho el propósito de Estados Unidos de retornar por la puerta grande a la escena internacional.
La consolidación de la dictadura en Nicaragua y las regionales venezolanas demuestran que hacer elecciones no basta para subir el nivel de una democracia.
En un año de semejantes desafíos, era natural que la inmigración volviera a ser protagonista en múltiples frentes: desde África, Asia y Oriente Próximo hasta las selvas del Darién, donde miles de personas iban en tránsito, creando una crisis humanitaria y de legalidad de muy difícil gestión en nuestro territorio.
La consolidación de la dictadura de Ortega en Nicaragua tras unas elecciones acomodadas desde la previa con la persecución judicial y el anulamiento político de los candidatos opositores; las regionales venezolanas, que demuestran, una vez más, que hacer elecciones no basta para subir el nivel de una democracia; los devaneos totalitarios de Nayib Bukele en El Salvador, la histórica protesta social en Cuba y los sonoros triunfos de Pedro Castillo en Perú y Gabriel Boric en Chile, camino de la nueva Constitución, marcaron el año político en una región que, contra los augurios, ha salido mejor librada que otras respecto al coronavirus, por sus niveles de vacunación.
En Europa, las tensiones por la ambición territorial rusa sobre Ucrania, que podría desatarse a principios del 2022; las dificultades de Boris Johnson en el Reino Unido para sostenerse, la despedida de la canciller alemana Angela Merkel luego de 16 años en el poder y un legado de consistencia, sobriedad y liderazgo marcaron un año en el que el bloque no parece superar el brexit y lucha por no perder influencia ante las nuevas realidades.
¿Y el medioambiente? La COP26 de Glasgow tuvo avances, pero se sigue sintiendo que el mundo continúa en deuda.
En suma, un año que parece de transición para cuando llegue la hora de dejar atrás finalmente la pandemia.
EDITORIAL