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Entrevista
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Entrevista con Humberto de la Calle: ‘La crisis en la ‘paz total’ ya va siendo un problema de soberanía’
El senador habló con EL TIEMPO sobre la política de paz, los dos años del Gobierno y el futuro del ‘acuerdo nacional’.
Humberto de la Calle en entrevista con el periódico El Tiempo . FOTO MAURICIO MORENO EL TIEMPO CEET Foto: MAURICIO MORENO EL TIEMPO
El senador independiente Humberto de la Calle habló con EL TIEMPO sobre la crisis en la 'paz tota'. Dijo que "la nuez milenaria de las negociaciones es el encuentro de un equilibrio entre garrote y zanahoria. Curioso que el mismo Gustavo Petro, que ha repartido garrote a quienes no lo siguen, haya utilizado tanta zanahoria con esas bandas hasta el punto de un grave incremento del descontrol territorial" y dijo que "el Gobierno ha aumentado el tamaño burocrático del Estado, pero disminuye el tamaño del territorio que gobierna".
Además señaló, a propósito de los dos años del gobierno del presidente Gustavo Petro, que "ha habido poca ejecución, improvisación, falta de experiencia y alguna torpeza".
El presidente Gustavo Petro cumplió dos años en la Casa de Nariño. ¿Cuál es su balance?
Aunque Gustavo Petro no se inventó el odio, ha invertido demasiada energía en una narrativa que lo agudiza. A veces habla de acuerdos nacionales, pero luego vienen los sobresaltos que, en general y hasta ahora, solo han sido más o menos retóricos. Él ha hecho llamados a la democracia de tropel, es decir, la idea de que el pueblo sin control es el que manda y define la legitimidad. Este es un escenario propicio para que la soberanía radique en el caudillo y afecta la esencia del Estado de derecho. El otro plano de reparos es el de las reformas concretas. En este terreno ha habido poca ejecución, improvisación, falta de experiencia y alguna torpeza. Y quienes tienen objeciones son descalificados de inmediato: se les tilda de corruptos, desalmados, marionetas del antiguo régimen. Se ha dejado poco espacio para la reflexión serena. Últimamente se ha formulado un nuevo llamado al acuerdo. Ojalá no sea flor de un día.
Ceremonia de conmemoración de los 205 años de la Batalla del Puente de Boyacá y 214 años del Ejército Nacional. Foto:César Melgarejo. EL TIEMPO
Y en estos dos años suyos en el Congreso, ¿cómo le ha ido?
Tengo dificultades temperamentales para el peculiar modo de operar el Congreso. Me declaré independiente y he cumplido: ni oposición ciega ni gobiernismo arrodillado. Me ha sorprendido la resistencia a cambios en pro de libertades y derechos. Las ideas sobre Estado aconfesional que provienen de la Constitución han declinado. Hay un renacimiento del papel explícito de la religión en la política. El derecho a creer y practicar el culto es totalmente válido. Pero ha habido algo paradójico. El liberalismo logró en 1991 impulsar sus ideas de separación de las iglesias y el Estado. Y a renglón seguido, en un error histórico importante, se dedicó a cultivar el voto de confesiones cristianas. Derogó con el codo lo que firmó con la mano. Pero me ilusiona la agenda que vengo desplegando: fortalecer un gran banco genético que es un mecanismo eficaz en la lucha contra el crimen, sobre todo para los delitos de violencia sexual contra menores; la independencia del CNE cada vez más necesaria; la muerte médicamente asistida; desplazamiento climático; servidumbres para las energías limpias, jurisdicción agraria. Y, por supuesto, la implementación del Acuerdo de La Habana.
¿Qué lectura hace de la evolución de la relación Casa de Nariño-Capitolio en estos dos años?
El Gobierno configuró una coalición para gobernar en la que tres ministros de otros partidos jugaban un papel importante. Esta fórmula duró muy poco, lo cual complicó esa relación, sobre todo en el Senado. Eso, sumado a la volatilidad de la retórica oficial, en la que cada invitación al acuerdo nacional era rápidamente modificada por el llamado a la confrontación y al linchamiento, ha generado dentro y fuera del Congreso una situación de desconfianza que ha sido nociva.
Y la lectura de la relación entre la Casa de Nariño y el Palacio de Justicia...
Grave. En general los presidentes, aun discrepando de decisiones judiciales, han mantenido un ambiente de respeto por las cortes. Uribe fue una excepción porque inauguró esa pésima faceta de ataque a las cortes. Y ahora Petro descalifica muchas de las sentencias. Esto también altera un marco de seguridad institucional que es clave en la vida ciudadana.
¿Cómo ha visto la oposición que ha tenido el Gobierno?
Como que no ha cuajado el mensaje. Ha logrado demostrar errores del Gobierno, pero ha permitido que se le dibuje como retrógrada, como un regreso al pasado.
¿Qué daño le han hecho los escándalos de del Gobierno y cercanos al jefe de Estado a la gobernabilidad?
Daño severo. Porque la noción de cambio que prometió incluía una política más limpia. Y el manejo del Estado ha sido por lo menos igual a las dolencias del pasado. Buena parte de sus votantes se ha decepcionado.
¿Qué opina de la política de ‘paz total’? ¿Se ha manejado bien?
Reconozco que el panorama de la conflictividad ha cambiado. Eso obligó a Petro a innovar. Aunque el Eln cultiva en su historia un propósito político, lo que hay es una variedad de guerras locales puramente criminales. Pelean entre sí y a veces parece que el Estado es un simple árbitro. La nuez milenaria de las negociaciones es el encuentro de un equilibrio entre garrote y zanahoria. Curioso que el mismo Gustavo Petro, que ha repartido garrote a quienes no lo siguen, haya utilizado tanta zanahoria con esas bandas hasta el punto de un grave incremento del descontrol territorial. Este ya va siendo un problema de soberanía. La idea de la ejecución inmediata de acuerdos fragmentarios es equivocada. Esto es lo que ha permitido que, sin firmar un acuerdo, el Eln ya habla de incumplimientos del Estado. La primera oleada de los ceses de fuego fue contraproducente. Sé que es muy dramático negociar bajo el fuego. Eso nos atormentó en La Habana. Pero, por doloroso que sea, precipitar los ceses de fuego sin crear primero un clima de eficacia de los mismos terminó confundiendo a la Fuerza Pública. La regionalización del diálogo en una multiplicidad de mesas crea un riesgo de incoherencia en la estrategia del Estado y fragmenta la violencia. Una pregunta clave es: ¿esa fragmentación, como el caso del Eln, favorece la prevalencia del Estado? Podría ser. Pero la otra hipótesis es un incremento de la anarquía por cuanto el Estado se queda sin interlocutores reconocidos. Ese día, el diálogo se tornaría inservible y entraríamos en una etapa de pura fuerza.
Humberto de la Calle, senador. Foto:@DeLaCalleHum
Usted conoce bien cómo son este tipo de negociaciones. ¿Qué hacer con el proceso con el Eln?
No es que yo sea muy conocedor del Eln. Y tampoco creo que deba dar consejos, porque cada proceso es diferente y porque uno carece de la información que solo el Gobierno tiene. Pero en este momento hay que reconocer que esas conversaciones han entrado en crisis hasta el punto de que parece difícil finalizarlas en el presente gobierno. Nuevamente vemos que los tiempos de la guerrilla son casi infinitos. No han terminado de iniciar las conversaciones y la guerrilla ya está pensando en cómo sería la mesa en el próximo gobierno.
¿Qué análisis hace de la guerra entre las disidencias de las Farc?
Reitero mi preocupación por el descontrol territorial. Esto no se debe confundir con la inseguridad porque su dinámica es la contraria. Cuando un grupo armado logra el control de la vida ciudadana, la inseguridad tiende a desaparecer porque la guerra se gana es en el cerebro. El pánico hace que la comunidad se pliegue a la nueva autoridad de facto. Esto no es totalmente nuevo, pero sí se ha incrementado de manera dramática. Es algo paradójico: el Gobierno ha aumentado el tamaño burocrático del Estado, pero disminuye el tamaño del territorio que gobierna. La ausencia de Estado viene de vieja data. Pero ahora el problema es que se está encogiendo.
Alias Iván Mordisco y 'Calarcá', cabecillas disidentes. Foto:Ernesto Guzmán. EFE
¿El Gobierno ha dejado a un lado la implementación del acuerdo del 2016?
Ha sido algo sorprendente. Duque no ocultó su mirada negativa del acuerdo. Pero la actitud de Petro fue la contraria. Anunció que cumpliría a rajatabla. La expresión “dejar de lado” es excesiva, pero sí han faltado intensidad y más realce en el organigrama del Gobierno. Hay metas muy atrasadas. Y el dislate de denunciar en la ONU el incumplimiento del Estado que él mismo encabeza fue un paso inexplicable. Se dejó llevar por el laberinto de la ilusa creatividad mezclando acuerdos especiales con supuestas e inexistentes declaraciones unilaterales, laberinto en cuyo tránsito quienes le servían de guías eran los más confundidos. Ojalá el ministro Cristo logre recuperar el ritmo.
A propósito, ¿qué opina de la llegada de Juan Fernando Cristo al Ministerio del Interior?
Cristo es un dirigente importante. Tiene destreza en el manejo de la política. Y está utilizando el lenguaje adecuado. Ojalá que las diferencias de su mensaje con el del Presidente no terminen minando su tarea. Ojalá sea simplemente una sagaz combinación de formas de lucha.
El ministro del Interior (Juan Fernando Cristo) y las ministras de Justicia (Ángela María Buitrago) y Agricultura (Martha Carvajalino) lideraron la radicación del proyecto de jurisdicción agraria. Foto:Ministerio del Interior
¿Cree que la reforma de la salud sobrevivirá esta vez?
Ya la mitad de los pacientes está en manos del Gobierno a través de la Superintendencia. Y agregue el magisterio. El resultado no ha sido bueno. Yo veo deterioro creciente en la garantía de la salud. Es cierto que ha habido fallas en el sistema, pero también resultados muy buenos. En el acuerdo de La Habana se pactó un mecanismo especial de salud para las zonas apartadas. No se tuvo en cuenta. El Gobierno, en parte movido por su ideología, resolvió tumbar todo el edificio en medio de una gran incapacidad para remodelar lo que era necesario cambiar: más en la periferia y más medicina preventiva. Ahora el desafío es mayor: ya no se trata solo de dictar una ley. En todo el mundo las exigencias serán enormes: envejecimiento, mayor esperanza de vida, menos jóvenes aportando a la seguridad social, aumento desbordado de los costos. Esto no se arregla simplemente firmando un papel.
¿Usted cree que es posible alcanzar un acuerdo nacional?
El acuerdo nacional es como un caleidoscopio. Usted lo va moviendo y cada observador ve cosas distintas. En el fondo muchos de los que proclaman la necesidad de un acuerdo nacional lo quieren mirar a la luz de sus convicciones e intereses. Es decir, un acuerdo a la medida de mi visión. Por eso, en democracia, el verdadero acuerdo es el acuerdo para el desacuerdo. Si bajáramos la agresividad, si creáramos espacio para la reflexión basada en la evidencia, si al menos descalificáramos las redes insultantes, si garantizáramos el cumplimiento de las reglas, si tuviésemos absoluta certeza de que en 2026 vamos a tener elecciones limpias, si fuera claro que las sentencias se respetan, tendríamos el verdadero acuerdo nacional. En un clima de la naturaleza como lo describo, podríamos mirar los detalles de las reformas sin la amenaza de linchamiento.
Presidente Petro y el sector banquero Foto:Presidencia
¿Qué les propone usted al país, a los gremios, a empresarios, al Gobierno, a las cortes, a los partidos políticos, entre otros, para salir de tanta polarización?
El propósito central de este momento histórico es el que acabo de describir. Entonces aflorarían algunos temas donde brillaría con luz fuerte el interés nacional. Por ejemplo, creo que el problema de control territorial merecería una visión de todos, discutida sin pasión, sin deseo de ganar terreno ideológico, simplemente tomando en cuenta la unidad de la nación. Y lo mismo podría decirse del grave problema de inseguridad. En resumen: el consenso para conducir el disenso como sombrilla para acuerdos temáticos parciales.
Para terminar, ¿qué cree que va a pasar en el 2026?
No se sabe y es temprano para predecir, pero va siendo tarde para actuar. Lo que uno quisiera es un afianzamiento de la visión republicana. Por defectuosa que sea la democracia representativa, ya se dijo, es el menos malo de los sistemas. Esto hay que preservarlo. No sería bueno que la agresividad y la ceguera condujeran los resultados del 2026. No me parece buena la concepción de Gustavo Petro basada en la sola fuerza del pueblo como tampoco el Estado de opinión que defendió Uribe. Entre estos dos dirigentes, con diferencias políticas grandes, hay rasgos comunes en sus talantes. Y no creo que lo que se deriva de ambos modos de idear la acción política sea conveniente.