Muchas veces en nuestras vidas hemos dicho frases como que las cometas se elevan en contra de la corriente, o que las crisis son oportunidades o que las adversidades nos fortalecen. La mayoría de esas veces, esas ideas, aunque sabias, se quedan en meros recursos retóricos.
Pero ahora, con el coronavirus entrando a nuestra casa y con tantas vidas en riesgo, nos urge demostrarnos a nosotros mismos, como nunca antes, que podemos pasar de las palabras a los hechos.
Desde este 25 de marzo hasta la medianoche del 12 de abril, los colombianos estaremos en un periodo de aislamiento preventivo para enfrentar la pandemia. Con esta medida no desterraremos la enfermedad, pero conseguiremos hacer más lenta su propagación.
Ningún país está a salvo de la epidemia. El mundo ya contabiliza unos 380.000 casos, más de 16.000 muertes y la presencia del virus en 183 países, que son ya la gran mayoría. Así que impedir el ingreso de la enfermedad era imposible. Lo que sí ha estado en buena medida en nuestras manos ha sido la posibilidad de aumentar el número de vidas salvadas.
Tenemos dos grandes desafíos para cumplir ese objetivo fundamental de evitar muertes. El primero es reducir el riesgo de que los adultos mayores y las personas con enfermedades de base adquieran la infección. Ellos son quienes más riesgo tienen de morir, y por tanto son las personas a las que más debemos cuidar.
El segundo gran desafío es que nuestros profesionales de la salud y nuestros hospitales tengan suficiente capacidad para recibir a los pacientes, y esto solo lo lograremos si evitamos que muchas personas estén enfermas en un mismo momento.
Hemos hecho muchas cosas para conseguirlo. Desde antes del 6 de marzo, cuando se presentó el primer caso en Colombia, el Ministerio de Salud adelantaba campañas para promover el lavado de manos y la toma de distancia física entre personas, dos medidas tan elementales como efectivas.
Será un gran sacrificio, lo sabemos. Y también es muy probable que más adelante tengamos que acudir a medidas similares
Luego comenzaron las estrategias para detectar y contener casos, para reducir la transmisión local y para proteger grupos de riesgo. El cierre de fronteras, la suspensión de clases y el aislamiento de adultos mayores fueron medidas adoptadas para cumplir ese propósito.
Pero la más efectiva de todas las medidas para que el virus no pase de persona a persona será el aislamiento preventivo obligatorio que comenzamos este 25 de marzo a nivel nacional.
Será un gran sacrificio, lo sabemos. Y también es muy probable que más adelante tengamos que acudir a medidas similares. Esta es una maratón que nos obliga a todos a dosificar los esfuerzos. Lo que hemos llamado “aplanar la curva” es, justamente, un esfuerzo para que diluyamos los casos a lo largo del tiempo y mantengamos la capacidad para atender a los enfermos más graves.
Esta crisis no pasará mañana. Por eso es necesario hacernos la invitación a nosotros mismos a que hagamos algo provechoso de esta adversidad.
El distanciamiento físico no debe significar distanciamiento afectivo ni emocional.
Que sea esta la oportunidad para expresar nuestros afectos, para hacer las tareas al lado de nuestros hijos, para estar en familia, para conversar con las personas que queremos, para recordar a nuestros adultos mayores, para leer el libro que estaba esperándonos en la biblioteca, para sacar adelante el proyecto que siempre aplazamos, para aprender a trabajar en casa.
Física y emocionalmente debemos cuidarnos unos a otros. El destino nos puso esta dificultad, pero en nuestras manos está la posibilidad de convertirla –más allá de la retórica– en una oportunidad.
FERNANDO RUIZ GÓMEZ
Ministro de Salud y Protección Social