“El primer caso de coronavirus en Colombia fue identificado en Bogotá. Se trata de una mujer de 19 años que llegó a la ciudad procedente de Milán, Italia, el pasado 26 de febrero”. De esta forma, EL TIEMPO dio a conocer en primicia la llegada del virus pandémico al país, el 6 de marzo de 2020.
Si bien una investigación del Instituto Nacional de Salud, en conjunto con el Instituto Humboldt, la Universidad Imperial de Londres y el ‘MCR Out Break’, después de obtener la primera secuencia del genoma del Sars-CoV-2, daba cuenta que el nuevo coronavirus pudo llegar al país la última semana de febrero de 2020, lo cierto es que oficialmente la pandemia inició en Colombia hoy hace dos años.
Para ese entonces, de acuerdo con el salubrista Pedro León Cifuentes, nadie pensaba que se marcaba el comienzo de un proceso sanitario inédito que cambiaría el discurrir de los colombianos para siempre y en todos los aspectos.
De hecho, dos días después del primer diagnóstico, el presidente de la República Iván Duque dio a conocer las primeras acciones para enfrentar la amenaza en el territorio nacional, a la par que se empezaba un conteo de casos que siguió con un hombre de 34 años en Buga y una mujer de 50 años en Medellín, que hoy-, 730 días después, sobrepasan los seis millones-oficialmente- aunque se tienen indicios de que más del 90 por ciento de los colombianos ha tenido o con el virus.
Y fue justo diez días después de que la Organización Mundial de la Salud (OMS) declarara la pandemia el 11 de marzo de 2020 que en una alocución televisada el ministro de Salud, Fernando Ruiz, y la directora del Instituto Nacional de Salud (INS), Martha Ospina, dieron a conocer el primer fallecimiento por covid-19 en el país. Se trató de un hombre de 58 años que laboraba como taxista en Cartagena y que presentó síntomas dos días después de haber transportado en su vehículo a varios turistas italianos, lo que lo obligó a ser hospitalizado en una clínica de la capital de Bolívar, en donde falleció el 16 de marzo.
No sobra decir que el reporte tardío de esta muerte evidenciaba las dificultades que existían entonces para verificar con certeza el papel de un virus nuevo, por lo que en este caso se requirió de una investigación de campo y análisis de laboratorio, dado que las incipientes pruebas diagnósticas habían resultado negativas.
En síntesis, el taxista Arnold Ricardo fue la primera víctima del covid-19, que en menos de 24 meses se convirtió en la primera causa de muerte en el país y que a la fecha acumula 139.037 víctimas.
A la par que los afectados aumentaban y se empezaban a sugerir medidas restrictivas, como la limitación en el número de personas que podían reunirse y la circulación de adultos mayores, el sistema sanitario iniciaba tres carreras contra el virus: fortalecer la capacidad diagnóstica para covid-19, ampliar el número de camas UCI, y adquirir ventiladores, que ya empezaban a escasear en el mundo.
En su momento, el INS se convertía en la primera entidad en Latinoamérica en realizar pruebas nucleares tipo PCR (reacción en cadena de la Polimerasa Transcriptasa Inversa), con lo que se podía diagnosticar el virus-ya no por descarte- sino dentro de un contexto de certeza.
Cuarentenas y picos
En estas condiciones, el presidente Iván Duque expidió el decreto 457 de 2020 con el que reglamentó la cuarentena total para evitar la propagación del coronavirus, que con sus extensiones se convirtió entre las medidas restrictivas más prolongadas en el planeta, a la par que se hacían los ajustes de un sistema sanitario de cara al que sería el primer pico pandémico que, después de una larga espera, empezó su ascenso a mediados de junio, tuvo su cima el 20 de agosto, para luego estabilizarse en una especie de meseta que se mantuvo hasta mediados de diciembre de ese año, justo cuando empezó a gestarse el segundo pico, que llegó a su punto máximo el 20 de enero de 2021.
En una caída vertiginosa a mediados de marzo, la gente pensaba que la pandemia empezaba a ceder. Todo esto ocurría mientras se iniciaba el ambicioso Plan Nacional de Vacunación, que en su comienzo priorizó tanto a las personas de mayor riesgo como al personal de salud y que a la fecha, más de un año después, cuenta con 77’983.480 dosis aplicadas, que cubre el 81, 5 por ciento de la población con una dosis y el 66,1 por ciento con dos dosis.
A pesar de las inmunizaciones que permitían la esperanza de acabar con la pandemia, Cifuentes dice que la ilusión duró poco porque en abril ya había de nuevo un crecimiento de casos por cuenta de una variante mu- que desató un tercer pico- y para mitad de año llegó a bordear los treinta mil casos diarios.
De nuevo, dice Cifuentes, vinieron meses de calma entre agosto y noviembre de 2021, con cifras relativamente bajas, hasta que a mediados de diciembre hizo aparición la variante ómicron y eleva la curva pandémica casi de manera vertical hasta mediados de enero de 2022, sobrepasando todas las cifras anteriores en números de casos, aunque las muertes y los casos graves fueron menores gracias a la vacunación.
Lo que deja
Carlos Álvarez, infectólogo coordinador de estudios covid para Colombia delegado por la OMS, dice que el balance de la pandemia en el país en estos dos años es agridulce porque haber dejado casi 140.000 muertes es un desenlace sensiblemente trágico, pero por otro lado manifiesta que el panorama hubiera podido sido ser peor si las medidas de salud no se hubieran aplicado de la forma en que se hizo y que incluso dejan un sistema de salud más fuerte, el cual creció en tiempo récord en términos de tecnología, laboratorios y unidades de asistencia.
En el mismo sentido, ve el Plan Nacional de Vacunación como un componente favorable, lo mismo que la posibilidad de integrar a los diferentes actores del sector con el Gobierno para atender a la gente.
Por otro lado, el infectólogo Carlos Eduardo Pérez manifiesta que en este tiempo la pandemia ha dejado ciertos puntos claros: la fragilidad humana, la salud como tesoro, la desigualdad como determinante sanitario y que ante un virus todos pueden tener la misma susceptibilidad, los desenlaces fatales se definen por factores sociales y no solo por la enfermedad. Insiste en que también la pandemia desnudó el egoísmo, la informalidad y la indiferencia al dolor.
El exministro de Salud Gabriel Riveros dice que estos dos años dejan un gran aprendizaje sobre la importancia del autocuidado y las responsabilidades individual y colectiva con respecto al bienestar, además de la necesidad de insistir en recuperar el valor de la atención primaria (AP) y la integración de lo público y lo privado, que pongan el bienestar de la gente por encima de cualquier interés.
Además, el salubrista Cifuentes manifiesta que la pandemia dejó ver muchas falencias del sistema de salud que deben atenderse prontamente.
Por su parte, Álvarez destaca que la pandemia no ha terminado, pero que seguro se va a pasar a una fase endémica con nuevas curvas epidémicas que obligarán a revisar la periodicidad de las vacunas contra covid-19 y sus prioridades. Por supuesto que las nuevas realidades exigen mantener lo logrado en el sistema de salud y fortalecer lo que aún falta en términos de vigilancia, promoción, prevención y atención. Por ahora, insiste en que el país debe seguir vacunando y aplicando las medidas de bioseguridad en las próximas semanas, dado que el riesgo sigue latente.
Por último, Pérez dice que si bien la vacunación se mostró como un acto seguro y confiable, deja entrever también la inequidad y prevé un tiempo de indiferencia, “una fatiga pandémica en donde se olvidará el dolor, la vulnerabilidad y se normalicen el sufrimiento y el dolor para poder continuar”, remata el experto.
UNIDAD DE SALUD
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