En los últimos tiempos, el término ‘sexo vainilla’ ha adquirido notoriedad, no como referencia a un postre o a un sabor en particular, sino como una forma de describir el sexo que muchas personas prefieren: sencillo, convencional y sin elementos que impliquen riesgos o complicaciones. Esta denominación proviene de la comunidad BDSM, que engloba prácticas como el bondage, la dominación, la sumisión y el masoquismo, donde el ‘vainilla’ se utiliza para referirse a las relaciones sexuales sin estas características más extremas.
A pesar de su asociación con lo básico, el sexo vainilla no debe subestimarse. De hecho, puede ser tan profundo, placentero y satisfactorio como cualquier otra forma de intimidad, dependiendo de la conexión emocional y del deseo compartido entre las parejas. Lo importante en este contexto es que la práctica sexual se desarrolle de manera que ambas partes se sientan cómodas y seguras, lo que puede ser más significativo que buscar experiencias más extravagantes.
Uno de los argumentos más relevantes a favor del sexo vainilla es que no se necesita realizar prácticas extremas para alcanzar una mayor satisfacción sexual. En muchos casos, la simplicidad de una caricia, el intercambio de miradas, un beso prolongado o palabras suaves pueden generar tanto o más placer que actos más elaborados o complejos. Así, el sexo vainilla también permite un mayor enfoque en el aspecto emocional de la relación, conectando a las parejas de una manera íntima y genuina.
Un estudio reciente llevado a cabo por el primer Laboratorio de Sexualidad Humana de América Latina (SexLab) reveló que esta preferencia por lo ‘vainilla’ no es exclusiva de unos pocos, sino que es mayoritaria entre los colombianos. Este estudio, titulado ‘Pensamientos sexuales como indicadores de salud sexual en Colombia’, recopiló datos de más de 1.500 personas en diez ciudades del país, destacando que el 51 % de los hombres y el 55 % de las mujeres prefieren el sexo convencional. Las fantasías más comunes entre los encuestados giran en torno a encuentros íntimos románticos con una pareja amada, sin involucrar elementos inusuales o extremos.
El estudio también destacó que las fantasías sexuales son una parte común de la vida de la mayoría de las personas, pero no siempre son del todo placenteras. De hecho, se ha comprobado que algunas fantasías pueden generar incomodidad o rechazo, lo que sugiere que el simple deseo de intimidad romántica y afectuosa es, para muchos, una fuente de mayor confort.
En definitiva, el llamado ‘sexo vainilla’ no es una versión inferior o menos valiosa de la sexualidad. Al contrario, para quienes lo prefieren, puede ser una experiencia profundamente satisfactoria que permite centrarse en el amor, la conexión emocional y la simplicidad del acto sexual. Hasta luego.
ESTHER BALAC
Para EL TIEMPO