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¿Qué hay detrás de la crisis de salud mental en las residencias médicas?: jornadas extenuantes, bournot y hasta denuncias de agresiones físicas
El caso de la muerte de la residente médica de la Universidad Javeriana Catalina Gutiérrez encendió las alarmas sobre una situación a la que no se le prestaba mucha atención. Testimonios y nuevos estudios revelan la magnitud del problema.
Homenaje a medica residente muerta en la Javeriana Foto: Néstor Gómez / EL TIEMPO
A una semana del trágico fallecimiento de la residente de cirugía de la Universidad Javeriana Catalina Gutiérrez, un acontecimiento que ha sacudido profundamente al sector de la salud y al gremio médico, la lupa de la opinión pública está puesta ahora en las experiencias formativas de los residentes de toda Colombia.
En los últimos días, estudiantes de diversas especialidades en medicina han alzado sus voces para denunciar el lamentable trato al que frecuentemente son sometidos los residentes durante los tres arduos años que dura, en promedio, esta etapa de su formación académica.
Natalia*, que cursó una residencia en pediatría en el Hospital Universitario San Ignacio (misma entidad en la que se formaba Catalina), relató a este diario que aquella época “fue la más oscura y dolorosa” de toda su vida. Condenó las extensas jornadas laborales a las que eran sometidos ella y sus compañeros, el trato lamentable que en más de una ocasión la hizo querer desistir de su profesión y la falta de rutas de atención en salud mental que puedan servir de apoyo en una profesión tan demandante y compleja.
“Entre mis compañeros teníamos chistes sobre poder volver a ver algún día la luz del sol. Entrábamos a las 5 de la mañana y salíamos a las 7 de la noche. En 2020 salió una ley para residentes que regulaba la cantidad de horas y en el papel todo está bien escrito, pero en la práctica no se cumple porque a veces no alcanzabamos a revisar a todos los pacientes y siempre te están evaluando”, cuenta Natalia.
Con respecto a la situación en el San Ignacio, EL TIEMPO habló con Luis Fernando Múnera, rector de la Universidad Javeriana, institución a la que está adscrito el centro hospitalario. Al respecto, señaló: "Tuve una reunión con los residentes de cirugía. Ahí encontramos unos temas que son más estructurales diría yo, de la formación médica, que es una formación difícil y estresante, se someten a muchas presiones porque atienden pacientes. También dicen tener dificultades por los tiempos de trabajo y de descanso. Con el hospital estamos profundizando estrategias para balancear mejor el tiempo de los residentes y su descanso".
Y agregó: "Eso es un tema de la formación médica en general, pero tenemos que trabajar en eso, porque debemos hacer una formación mucho más humana. Yo entiendo que sea muy exigente, pero exigencia tampoco es sufrimiento".
Con este escenario concuerdan las denuncias que ha recibido la Asociación Nacional de Internos y Residentes (Anir). Cindy Viviana Rodríguez, residente de pediatría de la Universidad Nacional y actual presidenta de Anir Regional Centro (Bogotá), le dijo en una entrevista a este medio que habían conocido el caso de un residente que estaba encargado de conocer y valorar hasta 60 pacientes de un piso, una situación que “se sale de todo sentido común”.
“Esto no tiene como tal un efecto académico porque no vas a poder profundizar tus estudios. Los hospitales más o menos tienen un médico para cada 14, máximo unos 20 pacientes, pero un médico para 60 pacientes no pasa ni con el ejercicio médico general o el médico especialista, pero sí con los residentes”, dijo Rodríguez.
El lunes 22 de julio se llevó a cabo, en las afueras de la Universidad Javeriana, una ‘velatón’ por Catalina Gutiérrez Zuluaga. Foto:Néstor Gómez. EL TIEMPO
En este punto, vale la pena mencionar que gran cantidad de los testimonios recogidos por EL TIEMPO coinciden en que la residencia no está pensada para educar, sino en contar con “mano de obra barata” para los hospitales universitarios, dado que los sueldos no suelen ser tan altos (en algunas de estas residencias ni siquiera pagan).
Y es que, desde hace años, el país enfrenta un déficit de profesionales en especializaciones que son clave para el sistema, lo que aumenta el valor de la demanda en profesionales con títulos especializados. Datos del sistema integrado de formación en salud (Sispro) de 2023, dejan ver que, de 160.928 profesionales de la salud en el país, solo 40.232 son especialistas, lo equivale solo al 25 % de los médicos y la carencia es todavía mayor en enfermería.
Esto refleja una realidad oculta y dolorosa, que exige atención urgente en las facultades de medicina de todo el país. Un adelanto del estudio elaborado por la Anir Valle, en el que se encuestó a 129 residentes, revela que los índices de violencia son extremadamente altos.
El 78,9 % de los profesionales que cursan estos programas dicen haber sido víctima de violencia psicológica por parte de un docente. Y lo que es aún más grave, el 14, 7 % dicen haber recibido algún tipo de violencia física, la mayoría (11,6 %) por parte de un profesor.
Dicha violencia psicológica también está presente en el testimonio de Carlos, residente de cardiología, quien insistió en que pasar la residencia es siempre una cuestión de orgullo y respeto, pero advierte que existen formas de maltrato o “castigo” que todavía no termina de entender y que jamás deberían normalizarse en las facultades.
“La peor de todas es que te ignoran. Literalmente no te dicen nada. Llegas a las 5 de la mañana esperando “evolucionar” o “pasar revista” cualquier cosa, pero si fallaste en algo antes, te ignoran y sientes una presión terrible porque todo el tiempo te están evaluando”, narra.
La situación, que en aquel momento le generó estrés y ansiedad, sumado a un momento de burnout por las largas jornadas de trabajo, derivó en una serie de pensamientos intrusivos que son el centro de preocupación de muchos psicólogos a raíz de las cuestiones subyacentes que llevaron a Catalina Gutiérrez a quitarse la vida el 17 de julio.
Fotos en homenaje a Catalina Gutiérrez en la Universidad Javeriana. Foto:José Carlos Cueto / BBC News Mundo
Cuenta Natalia, por ejemplo, que algunas veces salía en la mañana de su casa y pensaba: “Si me atropella un carro podría tener la excusa perfecta para faltar, para no volver, para terminar esto”.
Tanto el Dane como organizaciones internacionales que velan por la salud mental de la población, han explicado que son las mujeres quienes tienen las tasas más altas de intentos de suicidio, pero son los hombres quienes más llevan a cabo dicho acto, en parte porque les “cuesta” más buscar apoyo o ayuda psicológica.
Así lo revelan las últimas cifras de estadísticas vitales del Dane, donde ellas tienen una tasa de suicidio de 2,3 por cada 100.000 habitantes. La cifra no es baja, pero los indicadores en hombres son cuatro veces mayores.
Para Diana Carolina Ramírez, docente del Centro de Psicología clínica de la Fundación Universitaria Konrad Lorenz, es fundamental comprender que el maltrato en cualquier área de la vida afecta directamente al cerebro, enviando un mensaje de peligro constante.
“El cerebro entra en estado de estrés, donde puede producirse depresión, ansiedad social, ansiedad generalizada o pensamientos de minúsvalía y esto la ideación al suicidio o al intento de suicido. También puede dejar una huella latente y generar en la persona un estrés postraumático. Hay un sinfín de problemáticas que se pueden generar y derivar del maltrato”, explica.
Los resultados del informe de Anir demuestran que no se trata de un problema aislado, sino de una situación estructural. Y es que pese a que el 68 % de los residentes dicen haber denunciado dichos maltratos, de este puñado de médicos el 91,7 % manifiesta no haber sentido apoyo de las instituciones en las que reportó la situación.
Habría que agregar a lo anterior que, según el mismo estudio realizado solo en Valle del Cauca, un 4,6 % de los entrevistado indican haber sufrido acoso sexual por parte de los docentes y compañeros, una arista del problema que apenas se asoma como la punta de un iceberg (ver nota secundaria).
Rutas para priorizar la salud mental
Partiendo del hecho de que no todo maltrato es psicológico, porque también se ha denunciado violencia física y sexual durante las residencias de varias instituciones del país, los expertos coinciden en que es necesario empezar a trazar rutas de atención para priorizar el buen trato y la salud mental de los médicos residentes.
Lo cierto es que la salud mental de los profesionales de la salud es un tema del que recién se empieza a hablar profundidad. La pandemia por covid-19, sus retos inciertos y la constante ola de fallecimientos que se registraban día tras día, desató el reconocimiento y la preocupación por el bienestar psicológico del personal de salud en el mundo entero.
Antes de esta crisis sanitaria global, el agotamiento, la presión extrema y el estrés crónico eran realidades de las que casi no se hablaba en el gremio médico. Sin embargo, la pandemia exacerbó estos problemas a niveles sin precedentes, obligando a la sociedad y a las instituciones a confrontar una verdad incómoda: los profesionales de la salud no son inmunes al sufrimiento mental y emocional que acompaña su labor diaria.
La médica era residente del programa de cirugía de la Universidad Javeriana. Foto:Néstor Gómez. EL TIEMPO
El informe más completo elaborado por la Organización Mundial de la Salud (OMS), que recopila los datos de varios países alrededor del mundo, destacó que el 53 % de los trabajadores de la salud pública tenían síntomas de al menos una condición de salud mental mientras priorizaban la atención de millones de pacientes contagiados con el virus. Los datos reportan depresión (32 %), ansiedad (30,3 %), estrés postraumático (36,8 %) y pensamientos suicidas (8,4 %).
El panorama anterior, es extrapolable a lo que describen los médicos residentes de distintas instituciones sobre su propia salud mental.
Sandra, quien también fue residente de cirugía, le contó a EL TIEMPO que buscar ayuda profesional a tiempo fue esencial para poder terminar la residencia.
“Recuerdo una vez que llevaba muchas horas trabajando y estábamos pasando revista con cierta doctora. Y no recuerdo con exactitud qué hice, pero me gritó frente a todo el mundo: frente a mis pacientes, enfermeras, otros residentes. Luego pintó a mis compañeros en la esquina superior de una hoja y me dibujó en la parte de abajo. Me dijo que yo estaba muy por debajo de ellos”, relata y asegura haber llorado mucho ese día, además de haberse sentido insuficiente.
Tras dicho suceso, y resaltando que había vivido otras circunstancias similares, Sandra decidió ir a terapia.
“Me sentía mal y gracias a mi psicólogo logré sobrellevar un poco la situación. También lo logré por mis compañeros. Dicen entre médicos que tener buenos compañeros de residencia es un factor clave, si no los tienes, será una etapa muy horrible de tu vida”, narra.
La psicóloga Ramírez, señala que existe algo positivo que puede extraerse de toda esta situación: “Pienso que es un precedente para visualizar aún más la importancia de una metodología sana de enseñanza y un cuidado a la salud mental de muchos jóvenes. Nosotros como docentes debemos velar por este bienestar”.
Para ella, existen varias propuestas de rutas y metodologías que podrían contribuir a la salud mental de los residentes en las facultades de medicina. “La primera es el fortalecimiento de áreas de bienestar o la creación de estas. También se pueden crear convenios con centros de atención psicológica y se debe poner atención a la metodología de enseñanza, vigilancia y control de la evaluación docente. Se debe dar atención prioritaria a las quejas y sugerencias de los estudiantes o hasta de los mismos docentes y se pueden crear campañas de prevención del maltrato o campañas de promoción del buen trato, espacios de escucha al estudiante y orientación del conducto regular”, explica.
Natalia, que también decidió ir a terapia para terminar su residencia en pediatría, comprendió a raíz de las sesiones con su psicólogo por qué había escogido esta carrera con tantos baches circunstanciales y emocionales.
“Cuando estaba en pediatría no me daba cuenta del impacto que generaba en los pacientes. No tenía la energía, ni el estado mental y mucho menos el tiempo, para crear un vínculo con ellos. No me importaba conocerlos de verdad porque siempre me sentía estresada y de mal humor. Vine a darme cuenta de esto cuando estudié neumología pediátrica y como el trato era más ‘horizontal’, realmente pude entender lo importante que es esta relación”, contó Natalia.
Ramirez destaca que debe evaluarse si los planes curriculares están acordes con horas de trabajo académico y si son congruentes con mantener una vida saludable para el estudiante. Asimismo, argumenta que se debería instruir a todos los integrantes de la facultad en manejo del tiempo, comunicación, solución de problemas y expresión emocional como parte del área de bienestar.
“Estamos en un proceso de transición en el que hemos mejorado viendo al pasado, pero todavía nos falta mucho por evolucionar”, dice Natalia al finalizar su testimonio. Comenta que también siente mucho dolor y consternación por lo que pasó con Catalina, pero rescata que, en el transcurso de su formación, también se encontró con profesores que estaban ahí por vocación y de los que aprendió todo lo que debía saber para ser la profesional que es hoy en día.
*Todos los nombres de las fuentes que brindaron su testimonio han sido modificados con la intención de proteger su identidad y salvaguardar su trabajo/ profesión.