Nadie puede negar la relevancia, potencia y pertinencia que tiene y tendrá la inteligencia artificial para el mundo. Todo, absolutamente todas las industrias, sectores, aspectos de nuestras vidas personales, sociales, económicas, empresariales tendrán relación directa o indirecta con el uso y la apropiación de esta tecnología.
Las oportunidades que se plantean hacia el futuro, por tanto, también son inocultables.
Sin embargo, como la historia del desarrollo de las revoluciones digitales nos lo ha enseñado, esta vez es urgente y necesario salirle a tiempo al paso de lo regulatorio y la gestión responsable, precisa y limitada de la inteligencia artificial, para no repetir errores del pasado cuando la disrupción se convierte en dolor de cabeza y en graves problemas.
La semana pasada Estados Unidos emitió normas que van en ese camino: toda empresa desarrolladora de IA debe entregar al Gobierno los resultados de sus pruebas y avances para garantizar que tales innovaciones no puedan convertirse en eventuales riesgos para la seguridad nacional, económica o de salud.
También en días pasados, 29 países firmaron un compromiso común alrededor del análisis de riesgos ‘catastróficos’ que podría tener la inteligencia artificial de no ser controlada y istrada.
En Colombia, aparte de la atomización de iniciativas, planes, proyectos y políticas, tanto privadas como públicas, que bien valdría la pena aglutinarse vía ley o decreto presidencial, con respeto pero mando, ya tuvimos un primer campanazo de alerta en las elecciones pasadas: el uso de IA y técnicas de deepfake para la creación de noticias falsas y manipulación de opinión pública.
A varios candidatos les crearon audios manipulados, con algoritmos entrenados, que alcanzaron a generar impacto. Ese fenómeno seguirá creciendo: en favor de quienes ‘corren las líneas éticas’ para manipular, y de verdaderos bandidos que se esconderán ahora en “es un montaje con IA” para tapar fechorías reales.
¿Y la propiedad intelectual y los derechos de autor? Fritos. Mientas en EE. UU. se libera una cruenta batalla entre sindicatos de artistas para contener el uso de la IA en su negocio, acá en Colombia ni de lejos se discute al respecto.
La inteligencia artificial es fantástica. Nos va a cambiar la vida. Nos traerá inmensas oportunidades y mejoras sociales, educativas, de salud, empleo, desarrollo de riqueza y conocimiento.
Pero comencemos por el principio: ¿quién garantizará su uso responsable? ¿Cuáles son sus límites? ¿Qué delitos, usos indebidos y penas se pueden tipificar?
JOSÉ CARLOS GARCÍA
Editor Multimedia
En X: @JoseCarlosTecno