En el 2018, a 86 metros de profundidad, Sofía Gómez estaba en la cima de su carrera como plusmarquista y referente mundial de apnea, el exigente deporte que consiste en aguantar la respiración dentro del agua descendiendo a grandes distancias. Acababa de romper su propia marca impuesta un año atrás en la isla de Martinica, cuando alcanzó los 84 metros en una inmersión que duró dos minutos y 43 segundos.
“¡Nuevo récord mundial! Este par de bebés y yo bajamos hoy a 86m de profundidad para alcanzar un Nuevo Récord Mundial en la competencia internacional Kas Baska, preliminar al campeonato mundial. Aproveché el día de hoy para anunciar 86m con bialetas e intentar hacer un nuevo récord, más relajada y sin la presión del Campeonato. Dio resultado y lo logré”, publicó la pereirana en su cuenta de Instagram, el 30 de septiembre de 2018. La semana siguiente, regresaba a su sede (la isla de Dominica) con una medalla de plata y otra de bronce y el número 100 en su mente.
“Me obsesioné con los números. Quería ser la mejor a toda costa; y a toda costa fue lesionarme de forma recurrente, entrenar lesionada e inclusive, contemplar la posibilidad de competir lesionada”, cuenta Sofía quien, una semana antes de su nueva cita orbital consigo misma (el mundial de apnea que en 2019 se realizó en Roatán, Honduras), anunció lo que su espíritu competitivo nunca quiso oír. Canceló su participación.
Cuenta regresiva
Un squeeze o barotraumatismo es una lesión ‘normal’ en los atletas que someten al cuerpo a condiciones extremas, como fuertes cambios barométricos o de presión del aire o del agua. “Yo ya estaba en Roatán, pero cada vez que salía de inmersiones, en mis últimos entrenamientos para el mundial, sentía que salía mal, débil, tosiendo sangre”, cuenta Sofía quien también sentía otra presión, el factor tiempo.
“Si quería lograr una medalla en el mundial, debía ir más profundo de lo que estaba llegando, sometiendo al cuerpo a mucha más presión y, por ende, a una lesión más fuerte. Uno, como deportista no suele ponerle atención a las lesiones; ignoramos las señales de alarma que envía el cuerpo y, por eso, el barotrauma ya se normalizó (o se oculta) entre los apneístas; pero decidí tomar aire, ser un poco más madura y luchar por mi salud y no por una medalla”, agrega Gómez quien al mismo tiempo, aceptó que dio un paso a un lado porque su año de preparación no fue tan ‘perfecto’ como su mente lo exigía.
A comienzos del 2019, después de varios meses padeciendo las también ‘normalizadas’ irregularidades hormonales (amenorrea) que padecen las atletas de alto rendimiento, el ginecólogo le detectó a Sofía un mioma, el cual debía ser extraído lo antes posible.
“Dije: ‘no lo sacaré porque ello implica que pare mis entrenamientos, mínimo por tres meses. Y no voy a perder ese tiempo’. Me fui a entrenar y pasó lo del mundial; supe que era el momento para someterme a la operación de extracción; estuve mucho tiempo sin poder levantarme de la cama pues la cirugía no fue por laparoscopia. Fue un mes sin caminar, cuatro meses sin hacer fuerza, y esperar otro tiempo para volver a la profundidad. El año pasado fue ‘perdido’, de cierta manera”.
Cuenta la deportista que cuando comenzaba el 2020 con nuevos aires, retomando su condición física mediante la preparación para el mundial de su disciplina en piscina “comenzaron a hablar de las cancelaciones de eventos por el Covid-19. Suspendieron la segunda competencia clasificatoria, cerraron las piscinas y, finalmente, mi oportunidad de retomar, haciendo las cosas bien, se ahogó”, agrega.
Un nuevo significado
En el fondo, Sofía reconoce que este año ha sido una pausa necesaria para replantear su relación con el mar y con el deporte de sus pasiones.
“Estoy en Bogotá y tengo la posibilidad de entrenar en una terraza amplia y solitaria, una mezcla de CrossFit y entrenamiento funcional, seis veces por semana (siento que estoy entrenando más de lo que lo hacía cuando estaba en Dominica preparándome). Es mi forma de mantenerme activa y estar a tono para cuando nos permitan volver a la piscina y luego, al mar. Ha sido un tiempo de sanación y aprendizaje y de tomar una lección autocompasiva; de entrenar el espíritu, la mente –es el 70 por ciento en mi deporte–, y fortalecer los músculos para evitar lesiones”, cuenta la atleta.
Señala que además de debutar en el yoga para mantener en la superficie su meditación submarina, está saneando también su ecosistema marino mediante el activismo ambiental digital:
“Siempre participo en limpiezas de playas, pero al final, la basura recolectada no era arrojada al mar, sino a un relleno sanitario (prácticamente, lo mismo). Pero gracias a mis alianzas con marcas como Adidas, que a su vez trabajan con organizaciones que luchan por los océanos, como Parley For The Oceans –recolectan el plástico del fondo del mar y lo transforman en ropa y calzado deportivo– logré tomar acción formando parte de iniciativas que reutilizan el material contaminante de mi ecosistema”.
Puntualiza la atleta que estos días de cuarentena ha cuadriculado su feed de Instagram con #worldoceansday , convocando también a una serie de lives en los que con la organización Madre Agua muestra la riqueza del océano.
(Vea el especial completo
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“"La gente no cuida lo que no conoce y si no saben por qué es importante reducir el consumo de plástico, pues seguirán usándolo y desechándolo en el mar como lo han venido haciendo”.
PILAR BOLÍVAR