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Insectos dieron forma a los bosques de Colombia

Hace 60 millones de años estos ecosistemas albergaban una alta diversidad no registrada en el mundo.

Parte y contraparte de una hoja fósil, con pequeños huecos generados por insectos masticadores.

Parte y contraparte de una hoja fósil, con pequeños huecos generados por insectos masticadores. Foto: Fabiany Herrera

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PERIODISTA DE CIENCIAActualizado:

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Si hablamos de los animales que habitaron la Tierra hace millones de años, cuando los seres humanos aún no caminaban por este vecindario, es normal que entre las primeras imágenes que crucen nuestra mente esté la de un dinosaurio, un gran reptil marino o, en momentos más recientes, incluso cocodrilos gigantes o serpientes enormes —como la conocida Titanoboa—.
Aunque el mundo de los grandes animales se robe indudablemente el protagonismo, los científicos también se han preguntado por la existencia de seres más pequeños, como los insectos, en la historia de la vida en nuestro planeta. Sin embargo, encontrar su rastro fósil no es una tarea fácil porque, como explica la paleobotánica colombiana Mónica Carvalho, sus restos son escasos, no solo porque sean difíciles de encontrar por su tamaño pequeño, sino también porque una vez mueren sus cuerpos se desarticulan, haciéndolos casi imposibles de encontrar.
Por eso, para estudiarlos, los científicos han tenido que recurrir a otras alternativas. Por ejemplo, en una hazaña detectivesca, un grupo de paleobotánicos colombianos, liderados por el biólogo Alejandro Giraldo, les siguió el rastro a estos pequeños animales a través de las mordidas que dejaron en las hojas de las plantas que formaron lo que alguna vez fue el bosque lluvioso neotropical que hace unos 60 millones de años cubrió la región central de Colombia.
La motivación de Giraldo, quien adelantó el estudio como parte de su tesis de pregrado en la Universidad Eafit, era entender cómo estaba compuesto en ese momento este ecosistema, del cual no se tenía información. “La idea general era poder entender cómo estaban funcionando esos bosques y cómo estaban interactuando las plantas y los insectos hace 60 millones de años, además de ver qué implicaciones tenían esas relaciones para los bosques en sí mismos”, comenta el investigador, quien contó con la dirección de la doctora Carvalho para este proyecto y los aportes del curador de paleobotánica del Field Museum de Chicago, Fabiany Herrera, y del investigador del Smithsonian Natural Museum of Natural History, Conrad Labandeira.
Y es que esos pequeños animales pueden haber sido fundamentales en la formación de la amplia vegetación que tenemos hoy en esta parte de Suramérica y que hace de Colombia uno de los países más biodiversos del mundo como lo conocemos. Se sabe que hoy en día el consumo de plantas por insectos impulsa la alta diversidad de vegetación de los bosques lluviosos tropicales modernos. Los investigadores querían saber si ocurría lo mismo en la sabana de Bogotá durante el Paleoceno medio-tardío, como se le conoce al periodo al que pertenece la flora fósil que estudiaron.
“Hoy en día sabemos relativamente bien qué hay en los bosques. Qué tan diversos son, qué tantas y cuáles plantas hay en ellos, y esto depende en buena medida de qué tan buenas son (las plantas) defendiéndose de los insectos que se alimentan de ellas”, explica el biólogo, quien hoy está cursando una maestría en la Universidad Estatal de Pensilvania.
Luz Helena Oviedo (izquierda), Andrés Alfonso Rojas (medio), y Mónica Carvalho (derecha) extrayendo rocas fosilíferas de la Formación Bogotá.

Luz Helena Oviedo (izquierda), Andrés Alfonso Rojas (medio), y Mónica Carvalho (derecha) extrayendo rocas fosilíferas de la Formación Bogotá. Foto:Alejandro Giraldo

Al alimentarse de las plantas, los insectos contribuyen a que no exista ninguna particularmente dominante en el interior del bosque y que compitan en condiciones más equitativas, promoviendo la aparición de una gran diversidad de especies.

Mordidas clave

Esto nos habla de la historia de patrones de diversidad que vemos hoy en día, de la actividad de los insectos como un mecanismo potencial para generar diversidad en sentido evolutivo
Pero ¿cómo pueden estar seguros de que una marca que aparece en la hoja fosilizada de una planta sí fue dejada por un insecto? Los expertos diferencian la mordida de uno de estos animales de otro tipo de daño gracias a que cuando el culpable es un insecto, alrededor de la ‘herida’ se comienza a generar un tejido de cicatrización.
“Cuando las hojas todavía se encuentran unidas a la planta y un insecto las mastica, se genera una respuesta fisiológica a ese daño. Eso se debe a enzimas que están presentes en la saliva del animal. Si hubiera sido un daño generado, por ejemplo, porque la hoja se rompió porque le cayó una ramita de más alto en el bosque, no se vería nada alrededor”, explica Giraldo.
Al analizar las hojas fósiles bajo el microscopio, lo que los expertos ven es como una especie de bulto alrededor de la zona mordida. “Creo que la mejor analogía es una cicatriz nuestra, como un tejido grueso en respuesta a ese daño”, ilustra el biólogo, quien trabajó con más de 900 especímenes de flora recolectados en ladrilleras de Cogua y Nemocón, al norte de Bogotá.
Las mordidas fueron las que le revelaron al investigador la enorme actividad y diversidad que los insectos de hace 60 millones de años tuvieron alimentándose de las plantas de este bosque lluvioso tropical, muy por encima de la que se ha evidenciado en otros lugares como América del Norte, la Patagonia y Europa durante el Paleoceno medio-tardío.
“Los insectos se estaban alimentando más intensamente en esta flora de Bogotá en comparación con otros sitios”, asegura el investigador, quien añade que en los restos fósiles encontraron que la frecuencia y la cantidad de mordiscos diferentes eran mucho más altas que en otros lugares. Algo que puede deberse a distintos motivos, como, por ejemplo, la presencia de una mayor oferta de plantas para los insectos.
“Esto nos habla de la historia de patrones de diversidad que vemos hoy en día, de la actividad de los insectos como un mecanismo potencial para generar diversidad en sentido evolutivo y también de la historia de la interacción entre las plantas y los insectos. De cómo estos ecosistemas tempranos eran capaces de soportar una diversidad tan alta”, resalta la profesora Carvalho sobre la importancia de este hallazgo.
El estudio, cuya publicación ganó el año pasado el Premio Osvaldo Reig —que otorga la Asociación Paleontológica Argentina al autor (o autores) del artículo paleontológico más sobresaliente publicado en revistas especializadas por la asociación— amplía el conocimiento que se tenía de cómo era el territorio que hoy es Colombia en el Paleoceno medio-tardío. Un periodo para el que el único punto del que se tenía información era El Cerrejón, en La Guajira, donde la flora fósil indica una abundante pero poco diversa herbivoría foliar, lo que en palabras simples quiere decir que los insectos allí también se alimentaron activamente de las hojas de las plantas, aunque la variedad de mordidas que se ha encontrado es menor.

Tras los dinosaurios

Según explica la doctora Carvalho, estos ecosistemas son los primeros bosques lluviosos tropicales que se conocen y empezaron a aparecer en el planeta unos seis millones de años después de la extinción que acabó con los dinosaurios. “Lo que hemos descubierto también de esos fósiles que estuvo trabajando Alejandro es que el origen de los bosques también se debe mucho a esa extinción, a ese impacto que hubo hace 66 millones de años. En ese momento digamos que los bosques que había en el norte de Suramérica se acabaron completamente, y apareció este nuevo tipo de bosque que es el mismo que tenemos en la actualidad”, detalla.
Hoja fósil con pequeños huecos generados por insectos masticadores.

Hoja fósil con pequeños huecos generados por insectos masticadores. Foto:Mónica Carvalho

Tras ese evento, que, de acuerdo con la experta, “'reseteó' las comunidades ecológicas en todo el planeta”, la gran diversidad de insectos que se refleja en los hallazgos de Giraldo también puede estar mostrando los orígenes de la diversidad de estos animales que vemos actualmente.
“Nos bombardean constantemente diciendo que el trópico es el lugar más biodiverso del mundo, Colombia es un país hiperdiverso, pero no conocemos muy bien esa diversidad hoy en día, si bien hay un montón de esfuerzos por hacerlo, y si eso lo pasamos a los fósiles, menos. Entonces, yo diría que es muy importante conocer qué es lo que tenemos, tanto hoy como en el pasado, y poner esos puntos en el mapa y poder compararlo con el resto de sitios alrededor del mundo”, manifiesta el biólogo.
¿Fueron estos pequeños animales parte de la fórmula que ha hecho del norte de Surámerica una región tan biodiversa? Es posible que hayan jugado un papel importante como impulsores de la carrera evolutiva. “Si tenemos insectos que se alimentan de las plantas, ellas obviamente no quieren que se las coman, entonces terminan generando un montón de defensas y los insectos a su vez crean nuevas estrategias para evadirlas”, explica Giraldo.
Esa especie de carrera armamentística entre dos bandos termina traduciéndose en el tiempo evolutivo como una gran diversidad de insectos y plantas especializadas en ataque y defensa, respectivamente. “Esa alta diversidad de mordiscos que vimos en estas plantas son reflejo de esa carrera por sobrevivir”, asegura.
Aunque se sabe más sobre cómo comían estos animales en la antigüedad que sobre cómo se veían, para el investigador los insectos han sido una pista importante para conocer cómo funcionaban los bosques del pasado, una línea base que espera sirva para entender mejor los ecosistemas con los que vivimos hoy.

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ALEJANDRA LÓPEZ PLAZAS
REDACCIÓN CIENCIA
@TiempodeCiencia
@malelopezpl

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