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La pandemia, propulsor para los avances científicos
La carrera contra la covid-19 está generando logros en nanotecnología, inteligencia artificial, etc.
Alexander Kagansky
Tomada del sitio web de la Universidad Federal del Lejano Oriente Foto: Tomada del sitio web de la Universidad Federal del Lejano Oriente
La metáfora bélica se ha usado: la pandemia de covid-19 es, para esta generación, como la Segunda Guerra Mundial; es decir, una tragedia a esa escala, una situación excepcional para hacer frente a un enemigo común, en este caso invisible. Más allá de las limitaciones de la comparación, hay en ella algo de verdad. Porque, como sucede tras las guerras, las grandes inversiones en tecnologías que se han hecho para intentar controlar la pandemia devienen en usos civiles.
De la Segunda Guerra quedó el empleo pacífico de la energía atómica, producida tras esa carrera desenfrenada por conseguir la bomba antes que Hitler y cuyos conocimientos ahora se aplican al tratamiento de algunos tipos de cáncer y en la generación más o menos renovable de energía. Pero no es el primero ni el único de los hallazgos que trascendieron su origen. Los gases de la guerra química se usaron luego en agricultura, y con el fin de curar a los lisiados por las bombas se obtuvieron avances en las cirugías y los implantes.
La pregunta, hoy, es qué quedará tras el esfuerzo para conseguir vacunas en laboratorios de todo el mundo en tiempo récord, para generar testeos de detección del virus y tapabocas de protección, entre otros implementos (por no mencionar los elusivos conocimientos que se generaron en cuanto a reacciones sociales ante la emergencia planetaria, los confinamientos y cuarentenas). Aun en medio de la batalla, los investigadores y empresarios vinculados al desarrollo científico están avizorando hallazgos y avances que trascenderán a la pandemia.
En el Valle siguen realizando pruebas del virus. Foto:Juan Pablo Rueda. EL TIEMPO
Solo para la operación Warp Speed, que financió apenas un puñado de las vacunas de las decenas de candidatas a inmunizar contra el SARS-CoV-2, Estados Unidos invirtió unos 18.000 millones de dólares. Estas decisiones generan “políticas orientadas por misión” que pueden cambiar el devenir de la ciencia, afirma Gabriela Bortz, investigadora del Conicet y la Universidad Nacional de Quilmes especializada en políticas de ciencia, tecnología e innovación. En otras palabras, se trata de orientar los recursos de los Estados en pos de un fin específico.
No cabe duda de que en vacunas se trata de una revolución
“Los desafíos actuales, como, por ejemplo, el cambio climático, el crecimiento poblacional y, en estos momentos, la pandemia, son tan sociales como tecnológicos. Y requieren un compromiso a largo plazo de los gobiernos. En ese sentido, estos problemas pueden impulsar la innovación a través de proyectos estratégicos que buscan resultados en plazos definidos y que alinean la participación intensiva de diversos actores”, describió Bortz.
En concreto, el desarrollo de las vacunas parece ser la revolución más evidente; que casi todas hayan mostrado gran efectividad no es el menor de los asuntos. “No cabe duda de que en vacunas se trata de una revolución”, dice desde Estados Unidos Ernesto Resnik, un biotecnólogo argentino egresado de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA y doctorado en Minesota. “Sobre todo, las de ARNm (como los productos de Pfizer, Moderna) porque son simples y muy fáciles de adaptar a otros patógenos; son esencialmente un pedazo de la secuencia de la proteína”. En ese sentido, estos avances podrían mejorar una vacuna clásica del calendario, como la antigripal. “Ya hay muchas compañías dedicadas a mejorar la vacuna contra la gripe, cuya efectividad actual ronda el 40 por ciento. Va a haber una nueva generación de vacunas contra la gripe y posiblemente también contra el VIH-sida”, agrega.
El impulso de esta plataforma lo dio la pandemia, pero estrictamente son desarrollos que no nacieron por el covid, sino que se usan desde hace 20 o 30 años en terapias para el cáncer con el fin de enseñarle al sistema inmune a combatir al tumor, apunta Resnik. Es el caso de las investigaciones llevadas a cabo por las mencionadas empresas Moderna (de EE. UU.) y también de las alemanas BioNTech (asociada a Pfizer) y CureVac (asociada a Bayer).
Con base en la tecnología que desarrollamos para la detección rápida con tiras reactivas, pensamos avanzar en desarrollar nuevas aplicaciones en ganadería, salud animal y en agricultura en general
Esta generación de plataformas de vacunas, más la confirmación de algunas que tenían cierto potencial previo, será posiblemente la principal consecuencia a nivel tecnología médica de la pandemia actual. Pero no todo son vacunas: hay más en el campo de la industria farmacéutica, pero también en el de la alimentación y la agricultura.
A principios de 2020, Diego Comerci –investigador del Conicet en el Instituto de Investigaciones Biotecnológicas de la Universidad Nacional de San Martín (Unsam) y socio de Chemtest– decidió adaptar las tiras diagnósticas de dengue al covid, en medio de la escasez mundial de insumos médicos. Pero lo que valía para dengue y fue validado para covid puede servir asimismo para otros ámbitos. Eso es lo que se proponen hacer en la empresa.
“Con base en la tecnología que desarrollamos para la detección rápida con tiras reactivas, pensamos avanzar en desarrollar nuevas aplicaciones en ganadería, salud animal y en agricultura en general”, cuenta.
La historia del Atom Protect, también conocido como ‘la mascarilla del Conicet’ (que vendió cientos de miles de unidades y ahora tiene una versión plus), es una de las más exitosas y también implicó esfuerzos del campus de Migueletes de la Unsam. Ese suceso basado en la nanotecnología (que manipula partículas de tamaños ínfimos) ya tiene otras posibles aplicaciones que, actualmente, se están explorando.
Un ejemplo de ello lo ofrece Griselda Polla, química del grupo de vinculación y transferencia tecnológica del Instituto de Investigación en Ingeniería Ambiental de la Unsam: “Un empresario se interesó en llevar estos procesos de incorporación de antivirales y fungicidas que se usaron para las mascarillas del Conicet al uso en hoteles, para cobertores de colchones y fundas para almohadas que repelan virus y bacterias”, dijo.
También existe un interés por llevar el proceso a la rama de la odontología, donde es preciso usar mamelucos que cubren todo el cuerpo, y lo mismo para sillas, botas, zapatos y manoplas.
“Una vez que tienes el producto, se buscan otras aplicaciones”, dice Javier Viqueira, presidente de Adox, una empresa dedicada a desarrollos de base científica. Y en las diferentes posibilidades de uso de estas superficies bactericidas de compuestos nanoestructurados, se investiga su aplicación en la industria alimenticia; por ejemplo, para evitar la contaminación de cajas y pallets.
“El covid nos dio un gran impulso. Después del comienzo de la pandemia, se pudo medir la efectividad del desarrollo y se ensayaron otras aplicaciones, para superficies plásticas y madereras. Hasta podría servir para el síndrome urémico hemolítico”, dice Viqueira, también miembro de la Asociación de Industriales Metalúrgicos de la República Argentina (Adimra).
Otro de los productos de base tecnológica, ya comercializados también por Adox, es un recubrimiento de superficies (tecnología Hybridon) en el que trabajó Galo Soler Illia, una de las autoridades en nanotecnología de Argentina y decano del Instituto de Nanosistemas de la Unsam.
“Queríamos usar nuestros recubrimientos en el transporte público, testearlos en un colectivo o en el subterráneo, por ejemplo; los nanomateriales del recubrimiento liberan principios activos de a poco, y ese es uno de los puntos que tiene a favor”, dice Soler Illia, que coincide en que la pandemia aceleró el trabajo en su área.
La pandemia nos dejará un gran avance en los servicios remotos, ya que aceleró todo el proceso de investigación en robótica y digitalización
“Habíamos desarrollado una plataforma muy eficiente para bacterias comunes y demostramos que es eficiente para eliminar un tipo de coronavirus. Además, en nuestro recubrimiento, las cargas de nanopartículas son bajas y eso es una ventaja, ya que tiene menor impacto en el ambiente”, explica.
El covid y los confinamientos impactaron también en distintos aspectos de la práctica médica. Prácticas como el teletrabajo y la telemedicina dejaron de ser marginales y pasaron a ser centrales. En la era de los desplazamientos y las congestiones de tránsito, de pronto hubo que hacer la máxima cantidad de las actividades cotidianas desde los hogares.
En tal sentido, las compañías que ya trabajaban en el área ven la oportunidad de ampliar sus mercados como nunca antes. “La pandemia nos dejará un gran avance en los servicios remotos, ya que aceleró todo el proceso de investigación en robótica y digitalización. Sirvió para hacer más rápido el cambio”, define Daniel Nasuti, director general de Siemens Healthineers Argentina, precisamente dedicada a la tecnología médica.
Uno de los desafíos de la medicina es evitar que esté concentrada en las grandes ciudades y que haya disponibilidad por fuera de los grandes centros urbanos de diagnósticos y terapéuticas tecnológicas (“que influyen en el 70 por ciento de las decisiones médicas”, apunta Nasuti).
“Apoyados en la IA y la digitalización podemos descentralizar y acercar la tecnología a la población, en lugar de exigir que la población tenga que ir a la tecnología. Que un tomógrafo o un resonador se puedan manejar de forma descentralizada. Y ver daños pulmonares o incluso cuantificar el riesgo por covid de modo remoto”, enumera.
Desde lo conceptual, Nasuti añade que ahora queda claro que “hay que pensar la salud como cuestión de Estado, ya que se trata de la infraestructura crítica de un país”. ¿Esto quiere decir apostar todas las fichas médicas a la tecnología? No tanto: “La tecnología sola no es suficiente. Siempre está presente el elemento humano; además, la colaboración transversal acelera los procesos de innovación. La digitalización de la salud nos va a quedar como nueva normalidad. Hay que crear una agenda con articulación público-privada ante el posible advenimiento de una nueva pandemia”, afirma.
Quizá los cambios más intangibles, y a la vez más profundos y duraderos, sean los que tienen que ver con usos y costumbres del ser humano. “Yo me imagino a mí mismo un poco como los asiáticos: usaré barbijos en los aeropuertos y en los aviones. Antes uno miraba esa costumbre como propia de paranoicos, pero ahora creo que voy a hacerlo, cuando se pueda volver a viajar”, dice Resnik.
Siempre lo principal es la seguridad y, como la seguridad es alta, posiblemente serán más rápidos; hay un gran movimiento para redefinirlos
Otra cuestión científica central que muchos investigadores observan es la nueva rapidez que pueden tener los ensayos clínicos, que hicieron que, en emergencia, trabajosos testeos que duraban años y lustros se pudieran terminar en el plazo de pocos meses. “Lo que hemos aprendido en cuanto a seguridad y simpleza posiblemente genere una gran modificación en el modo en que se hacen los estudios clínicos, porque cambian las exigencias. Siempre lo principal es la seguridad y, como la seguridad es alta, posiblemente serán más rápidos; hay un gran movimiento para redefinirlos”, apunta el biotecnólogo.
Como sea, no está del todo claro que tras esta pandemia la humanidad salga mejor, como decía el lugar común de las redes sociales en las ilusorias primeras semanas de confinamiento. Pero sí parece seguro que la ciencia y la tecnología habrán ampliado para entonces su campo de conocimiento y experimentación. Muchos de estos hallazgos se manifestarán en la vida cotidiana de las personas, cuyas costumbres también están cambiando hacia una configuración aún desconocida.