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Cómo está Colombia en materia de protección a la niñez
Son preocupantes las cifras de vulneración de derechos durante el confinamiento.
Una de las causas de la deserción es que muchos niños y jóvenes no tienen computador o internet. Foto: Jaiver Nieto
La pandemia ha puesto en riesgo el buen desarrollo de la niñez, pero no es la única causa. En el informe ‘Los derechos de la niñez no están en cuarentena’, publicado en 2020, Save The Children señala que los países afectados por tensiones internas (como Colombia con el recrudecimiento del conflicto armado y la migración masiva por las calamidades del país vecino), la crisis sanitaria se mezcla con ellas produciendo graves estragos.
(Vea también: La niñez tiene la palabra, conversatorio en el Día de la Niñez)
Una de esas tensiones internas en nuestro país es el reclutamiento de niñas, niños y adolescentes. Según el Observatorio de Niñez y Conflicto Armado de la Coalico (2020), entre enero y diciembre de 2020 se registraron 79 eventos que afectaron a por lo menos a 222 niños, mientras que en 2019 fueron 67 eventos que afectaron a 200 niños. Los departamentos con el mayor número de eventos fueron Antioquia (16), Chocó (9), Nariño (7) y Valle del Cauca (7).
La organización señala que el incremento del reclutamiento se debió al control territorial que ejercen los diferentes actores armados y a asuntos asociados a la pandemia como el cierre de las instituciones educativas, el aumento de casos de violencia intrafamiliar y la falta de ingresos. Por esta razón, la Defensoría del Pueblo emitió cerca de 54 Alertas Tempranas durante el 2020 y por lo menos 23 estaban destinadas a alertar sobre riesgo de reclutamiento en 20 departamentos del territorio nacional.
“En algunas regiones del país, el confinamiento por la situación de pandemia permitía a los actores armados movilizarse con menos restricciones, si se puede decir, y menos perceptible, particularmente por vías fluviales en el pacífico colombiano y zonas rurales al sur y al oriente del país, de allí que durante el primer semestre del año se evidenció un alto número de niñas y niños víctimas de este delito, que en el segundo semestre no es tan visible, pero preocupa sobre manera el subregistro que pueda existir por temas relacionados a temor en la denuncia, amenazas ejercidas por el actor armado y acciones de retaliación a las comunidades”, señaló la Coalico en el boletín de monitoreo de diciembre de 2020.
El otro delito que impactó a niñas, niños y adolescentes e incrementó durante 2020 fue el desplazamiento forzado. En 2019 se reportaron 44 eventos que afectaron a por lo menos 3.500 niños, mientras que en 2020 se identificaron 45 eventos con una afectación directa a por lo menos 5.742 menores de edad. Es decir, 2.242 víctimas más.
Precisamente, en febrero pasado, el Sistema de Información sobre Derechos Humanos y Desplazamiento de CODHES (SISDHES) llamó la atención sobre el aumento del desplazamiento en Colombia. Señaló que mientras en 2019 se dieron 99 eventos de desplazamientos múltiples y masivos, en 2020 fueron 106. Peor aún, enfatizó que la cifra de 2020 “representa la tercera más alta desde 2015”.
La campaña busca que los adultos ayuden en la eliminación de la violencia contra la niñez. Foto:Guillermo Ossa/EL TIEMPO
Juego y participación, derechos invisibles
Como lo señala el informe ‘La pandemia tiene en crisis los derechos de la niñez’, publicado recientemente por la coalición de organizaciones de la sociedad civil NiñezYA, además de los hechos señalados, uno de los aspectos críticos por el confinamiento ha sido la dificultad que tienen los niños a estar con personas de su edad.
No pueden ir de manera constate a las aulas (algunos no van así haya alternancia), no comparten con sus amigos ni participan en jornadas culturales y deportivas en las que exploran con sus pares, lo cual hace mella en sus habilidades sociales y en su salud física y emocional.
“Los niños tienen que regularse en las interacciones entre ellos. Los adultos son unos pésimos pares para los niños. El adulto puede ser condescendiente o sobreprotector, les resuelve todo. En cambio, cuando están juntos negocian cosas, crean posibilidades, como sucede cuando están jugando, y eso para el desarrollo emocional y su vida en sociedad es fundamental”, señala Miguel Gutiérrez-Peláez, profesor del programa de Psicología de la Universidad del Rosario.
La Encuesta Research for Effective Covid-19 Responses (RECOVR), realizada por Innovations for Poverty Action (IPA) en colaboración técnica con el Departamento Nacional de Planeación y Unicef, señala que, sin contar el tiempo dedicado a la educación, 42 por ciento de niños y adolescentes entre 6 y 18 años pasan la mayor parte de su tiempo en actividades de trabajo, que en otras que les permiten su desarrollo.
La consulta de Save The Children a nivel global en 2020, en la que participaron niñas/os y adolescentes de Colombia, lo reafirma. Incluso llama la atención sobre el hecho de que ahora dedican más tiempo a dormir y a relajarse, a las tareas escolares y al cuidado de los hermanos, que el que dedicaban antes de la pandemia. En cambio, tienen menos tiempo para el juego y el ejercicio, tan necesarios para su desarrollo integral.
“A nivel clínico es inquietante un niño que no juega, porque con el juego se despliega una zona intermedia del ser humano que permite desarrollar la creatividad, que después se traducirá en ciencia o arte, o en cualquier otra cosa. El juego permite esa zona intermedia que se llena de posibilidades”, explica Gutiérrez-Peláez.
A nivel clínico es inquietante un niño que no juega, porque con el juego se despliega una zona intermedia del ser humano que permite desarrollar la creatividad
La investigación longitudinal de la Universidad Nacional (fue realizada por cinco años), que hizo seguimiento a un grupo de niños en diferentes territorios del país que asistían y no asistían a ludotecas, concluyó lo que señala el experto. Aquellos niños que podían participar en espacios de juego, como una acción libre, creativa y placentera, desarrollaron en un mayor nivel habilidades socioemocionales como la empatía, la autorregulación y la expresión de emociones. También competencias ciudadanas, relacionadas con la autonomía y el manejo de conflictos y reglas.
Y así como no han tenido la posibilidad de jugar también han sido marginados de los procesos en los que se han tomado decisiones trascendentales que los impactan directamente. Por eso, aquellos que han sido consultados piden a sus familias, comunidades y personas encargadas de tomar decisiones que escuchen sus voces y sean tenidas en cuenta.
En la consulta global de Save The Children, por ejemplo, solo 34,6 por ciento de los niños indagados aseguran que las personas adultas les han pedido su opinión, aunque al final son ellas quienes toman las decisiones. Además, la mayoría de los consultados dice que hace sus comentarios por iniciativa propia, no porque se los pidan.
World Vision en 2020 también realizó un ejercicio de participación con niños de 13 países. Aunque no se llevó a cabo en Colombia, la información que entregó puede equipararse a lo que están viviendo los niños del país: el cierre de los colegios y el aislamiento de sus amigos los han hecho sentirse solos y afectados en su proceso de aprendizaje; tienen intención de mantenerse a salvo del contagio, pero sienten un enorme deseo de participar, por ejemplo, en las acciones de sensibilización sobre la protección y quieren que se indague sobre los impactos que causará la pandemia en las personas con mayor situación de vulnerabilidad.
“Para contrarrestar toda esta situación que está afectando a los niños, la población más sacrificada, hay que darles voz. No es la disyuntiva de hacer o no lo que quiere el adulto. Es explicándoles y teniendo en cuenta lo que están diciendo. Que los niños sientan que su voz vale”, señala Gutiérrez-Peláez.