Llorar puede ser muy bueno para el bienestar físico y emocional. Por lo menos eso se desprende de lo que se conoce hasta el momento sobre las lágrimas que producimos los seres humanos a causa de nuestras emociones.
José Posada Villa, siquiatra y docente, explica que el cuerpo produce tres tipos de lágrimas. Las primeras son las que humedecen al ojo y lo mantienen lubricado. Las segundas son las que se producen dentro del ojo cuando algo lo irrita y tienen como función limpiar y sacar aquello que molesta.
Las últimas son las que producimos los humanos por razones emocionales, de las cuales, según el siquiatra, su causa es más compleja, más difícil de estudiar y mucho menos conocida.
Lo que sí se sabe es que estas lágrimas, explica Posada, son diferentes a las dos primeras, y en ellas se encuentran pequeñas dosis de hormonas como oxitocina, conocida generalmente como la hormona del amor, y también de cortisol, la hormona del estrés.
De allí que llorar también tenga un componente químico y físico importante. Como explica el siquiatra, “es por esto que en muchas personas, no en todas, las lágrimas producen un efecto de alivio y de relajación. Mas o menos el 40 por ciento de las personas encuestadas sobre el tema reportan que unos 20 minutos después de haber tenido un llanto justificado sienten alivio y menos tensión”.
Las emociones
Posada Villa también sostiene que en la medida en que el llanto es una forma de comunicación que permite expresar las emociones, también hace posible la catarsis, es decir, liberar emociones muy fuertes, lo cual también contribuye a que las personas puedan sentirse mejor después de llorar.
Tanto Posada como Marcela Valle Cuéllar, psicóloga logoterapeuta y directora del centro de Atención Familiar Sanar Psicoterapia, sostienen que el llanto es una herramienta de comunicación con la que las personas expresan sus emociones, ya sea tristeza, alegría, sorpresa o, incluso, rabia.
Los especialistas sostienen que el llanto es importante porque genera respuestas en los otros que pueden ser positivas, como la empatía o la compasión, por ejemplo. Valle precisa que llorar acompañado puede hacer que quien llora encuentre en el otro consuelo, soporte, apoyo y comprensión. También sostiene que para algunas personas llorar puede ser liberador y cumplir una función de catarsis.
Por el contrario, aquellas personas que se abstienen de llorar porque lo asocian con una muestra de debilidad, inmadurez o falta de autocontrol pueden llegar a experimentar sensaciones de rabia, inquietud, ansiedad y malestar, afirma Valle.
Esta incapacidad de dejar salir las lágrimas tiene que ver con que el llanto también está mediado por la cultura y por la educación. Los bebés lloran para expresar sus necesidades como hambre, sueño, necesidad de compañía, etc. A medida que van creciendo, van aprendiendo otras formas de comunicación, como la palabra, y los niños se hacen grandes hasta madurar emocionalmente; con ello, el llanto se puede hacer menos frecuente y se acomoda más a los momentos que la persona ha aprendido como indicados para llorar dentro de su cultura o su sociedad.
Las culturas machistas, por ejemplo, educan a los hombres con la idea equivocada de que llorar es signo de debilidad y es algo solo de mujeres. La cultura japonesa considera que no es bueno llorar en presencia de otros porque esto aumenta el dolor de los demás y no es positivo para la convivencia. Expresar las emociones con llanto puede ser un síntoma de irrespeto.
Posada explica que el umbral para llorar varía en cada persona. De allí que existan quienes lloran más fácilmente que otros, pero lo que sí es cierto es que, desde el punto de vista de la ciencia, todavía falta mucho por descubrir sobre estas lágrimas producidas por las emociones; mientras tanto, queda claro que una lloradita de vez en cuando no cae nada mal.
Para preocuparse
Marcela Valle Cuéllar, psicóloga logoterapeuta y directora del centro de Atención Familiar Sanar Psicoterapia, explica que el llanto se convierte en un problema cuando es muy frecuente, no tiene una causa aparente y, además, está acompañado de otros síntomas como dificultades para dormir, cansancio frecuente, aislamiento social, irritabilidad.
En estos casos, puede haber un problema emocional mayor y lo mejor es buscar ayuda de un profesional como un psicólogo o un siquiatra.
CATALINA GALLO ROJAS
PARA EL TIEMPO