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Moda sostenible: una industria que está saliendo del clóset
A pesar de la falta de políticas, la moda colombiana con un menor impacto ambiental pisa fuerte.
Mahíz es un emprendimiento colombiano que produce bolsas compostables elaboradas ciento por ciento con fibra de maíz. Foto: CORTESÍA MAHÍZ
La sostenibilidad pisa fuerte hacia su consolidación como el nuevo paradigma del consumo de moda en Colombia. Si bien las prácticas que garantizan la trazabilidad del armario no son nada nuevo –hace poco más de una década se empezó a hablar de las tres erres: reducir, reciclar y reutilizar, y de la reivindicación del second hand que se popularizó hacia 1970 como sinónimo de rebeldía y apoyo a la clase social obrera por la generación punk–, sí han tomado fuerza en los últimos años, siendo la cuarentena y la pandemia sus disparadores.
“Estoy convencido de que no es moda, no es pasajero; en todas las juntas directivas de las empresas de moda del mundo está subrayado el tema de la sostenibilidad; inclusive en Colombia vamos más adelante que otros mercados en temas de moda sostenible”, asegura Camilo Jaramillo, CEO y cofundador de Fokus Green, la compañía pionera en el establecimiento de modelos circulares de negocio mediante el uso de materias primas recicladas (botellas plásticas rescatadas de las playas y los océanos) y orgánicas (algodón reciclado), producciones libres de químicos, pesticidas y tinturas y con presencia en México y Estados Unidos.
“Sabemos que a mediano plazo, la sustentabilidad y el modelo circular serán los únicos caminos para el consumidor; las marcas ya saben que lo deben hacer, solo falta un poco de conocimiento, sobre todo del Gobierno, al que le falta desarrollar herramientas en aras de crear una industria local más sostenible”, agrega el negociador internacional que en 2017 emprendió una marca de moda sostenible y se convirtió en el primer y único proveedor desde el hilo ecológico, pasando por 25 bases textiles sostenibles a base de PET recolectado de las playas del Caribe colombiano y de algodón reciclado del desecho industrial, hasta desarrollar el producto de moda, bien sea una colección de camisetas estampadas o sublimadas mediante las combinaciones de fibras de colores para no usar tintes, o un rollo de tela con certificados de sostenibilidad.
Cuero vegano
Piña, manzana y mezclas de poliéster reciclado con algodón son las ‘pieles’ con las que en 2016 la bogotana Paula Maldonado se consagró pionera en el desarrollo de las chaquetas de ‘cuero vegano’, primero en Nueva York (donde estudió diseño y tecnología, en Parsons School of Design, y luego trabajó en una startup donde conoció de primera mano el funcionamiento sostenible de firmas de lujo, como Hermès) y luego en Colombia, donde se radicó hace un par de años y montó su maquila de ropa y rios consciente.
Para Maldonado, la determinación que traduce su sello, Dauntless, va más allá de oponerse al consumo desmedido y al maltrato animal (sus chaquetas de cuero y sus zapatillas deportivas de cuero vegano tienen certificación de Peta). “La sostenibilidad es un tema gigante, que aborda comercio justo, raza y cultura. Por eso me fui de Nueva York, porque vi que las condiciones de trabajo no se alineaban con mi identidad de marca, y monté mi propia maquila hace dos años en Bogotá; crecimos muy rápido, generamos un movimiento con otras maquilas: los trabajadores llevan los procesos a sus hogares, reciclan, demandan condiciones laborales justas y, además, entienden la importancia de reducir desperdicios al máximo”, dice la diseñadora, que tampoco envía facturas de papel, pero que tropieza con la carencia de cueros veganos locales, siendo Japón, Italia y Portugal sus principales proveedores.
“Todos los insumos llegan de todas partes del mundo para ser configurados en un diseño, pero la idea es que la marca sea un 95 por ciento sostenible; estamos en conversaciones con Desserto, una marca que hace cuero de cactus”. Si bien es una compañía mexicana, es una opción que le acortará el camino hacia su meta del kilómetro cero.
Verde, el nuevo negro
En las primeras fases del confinamiento, la agencia de pronóstico de tendencias del consumo WGSN indicó un crecimiento mensual sostenido en la importancia que el público le otorgaba al trabajo ético cuando se le pedía que valorara qué determinaba sus compras de ropa, calzado y rios. “En nuestro pronóstico de macrotendencias para 2021 anunciamos que los mercados iban a valorar monetariamente los riesgos sociales y medioambientales, y la pandemia los aceleró.
Hoy, los accionistas e inversores examinan los problemas sociales y medioambientales cuando evalúan el valor de la marca; y entender toda la cadena de suministro, desde los materiales a las prácticas laborales, será el método de mejorar el valor de la marca y atraer financiamiento preferencial”, sostiene Saúl López, jefe de gestión de cuentas para Hispanoamérica de WGSN.
De ahí que las iniciativas de moda de millennials para millennials y centennials no son las únicas que están dando el paso hacia los modelos de producción menos agresivos con el ambiente. Recientemente, Falabella se unió al artista y coleccionista de textiles Alejandro Crocker para que les diera nuevos usos a varias prendas de denim y chaquetas del stock muerto de la compañía de retail. “Creó 30 piezas inspiradas en Asia y las mantas wayús, de las cuales subastamos 20 a través de un live en la cuenta de Instagram de mi plataforma de reventa de second hand de diseñadores, Deluxe by EM; lo recaudado fue a donación”, explica Eleonora Morales, creadora de la más grande venta de garaje de ropa usada del país, Garage Sale.
Las chaquetas de cuero vegano de la marca Dauntless están hechas sin materiales de origen animal. Foto:DAUNTLESS
Asimismo, Enka de Colombia recibe los miles de botellas de plástico recolectadas por Camilo y su equipo de Fokus Green en las limpiezas de playas y las transforma en filamento de poliéster, siendo la única compañía del país con tecnología para reciclar más de tres millones de botellas al día y crear fibras textiles con las que se elabora ropa y rios.
“Desde el nacimiento de mi marca, trabajo con herrajes libres de níquel, que al comienzo importaba de Austria, pero con YKK logramos un partner-ship, pues ellos usan botones de metales reciclados y su técnica de tinturación es a base de agua”, afirma la fundadora de Dauntless. Por su parte, Juan Sebastián Estrada, cofundador de Mahíz, dice que ha sido gracias a la nueva conciencia que toma fuerza en la industria de la moda que su emprendimiento de bolsas compostables elaboradas con fibra de maíz alzó vuelo, aun en tiempos de pandemia. “La moda ha jalonado el crecimiento de la marca; las bolsas de e-commerce son en su mayoría para los clientes del gremio; al comienzo de la pandemia pensamos que dispararían los restaurantes, pero fue la moda, a través de marcas como Naf Naf, Americanino, las marcas del Grupo Uribe, Thermos, etc.”, dice el antioqueño, que produce mensualmente 20 toneladas de bolsas que se descomponen entre 90 y 180 días en ambientes de estrés mecánico como un relleno o una compostera.
Si bien la referencia más vendida es la bolsa de e-commerce (un diseño genérico pensado por Mahíz para las marcas que se volcaron al canal de ventas digitales), las marcas también personalizan sus bolsas de maíz mediante impresión en flexografía a base de alcohol de caña y pigmentos minerales. “Como el centro comercial Viva de Envigado, que es de los más grandes del país. De las toneladas que producimos al mes, la mayoría son de ellos”, agrega Estrada.
Invertir en tecnología
No obstante, aunque Colombia es potencia textilera en la región, aún falta desarrollo en el tema de materias primas sostenibles. “En Colombia hay mucho maíz, pero la extracción del azúcar que se usa para lograr biopolímeros no se hace aquí; requiere grandes adelantos tecnológicos que no tenemos –explica el cofundador de Mahíz–; traemos la materia prima de Europa y hacemos el proceso de extrusión o creación del rollo y el sellado en Sabaneta. Son solo de color beige, no usamos colores pues por lo general tienen polietilenos y no tiene sentido evitar una bolsa de plástico para pintarla con pinturas plásticas”.
La falta de tecnología para reciclar el algodón (que es recolectado mediante campañas y activaciones de marcas) y crear una nueva prenda a partir de otra en desuso también ha sido el obstáculo para que Fokus Green no pueda cerrar el ciclo de la moda y a la vez le apueste al kilómetro cero. “El tema del algodón reciclado lo hacemos con nuestros aliados en México, quienes transforman el desperdicio de la industria en fibra corta para nuevas prendas, pero, debido a la carencia de tecnología en Colombia para usar estas fibras cortas en moda, las que reciclamos se usan como rellenos de colchones, muebles, peluches, etc.”, concluye Camilo Jaramillo, para quien el proceso de diseño, y no tanto el producto final, es el fundamento para generar sostenibilidad en el clóset.