Hace ya más de veinte años se estrenó una comedia romántica que me encantó, llamada Sliding Doors. No ganó ningún premio en particular ni fue un éxito fuera de lo normal, pero a mí me impactó en su momento y lo sigue haciendo hasta hoy. En esa película nos muestran qué habría sucedido en la vida de la protagonista si hubiera alcanzado a coger un tren a su casa y, paralelamente, si lo hubiera perdido por tan solo un minuto. Ese minuto de diferencia desencadena una cascada de hechos que hicieron su vida dramáticamente distinta.
En el primer caso, llega temprano a casa y encuentra a su novio en la cama con otra mujer; en el segundo, llega demasiado tarde para atraparlo. Partiendo de estos hechos, ella toma decisiones diferentes que concluyen en vidas abismalmente distintas.
Hoy, esta película aún retumba en mi cabeza. Constantemente pienso que un solo minuto y una sola decisión tienen el potencial de alterar nuestras vidas para siempre, de la misma manera como una sola palabra mal o bien dicha o un solo acto pueden redireccionar completamente nuestro futuro.
Creo que la mayoría somos más conscientes de esta realidad cuando lamentamos las consecuencias…ese trago que se tomó de más y se decidió manejar, esa llamada agresiva que se hizo sin medir las palabras, esa palmada que se dio en un momento de ofuscación, esa invitación clandestina que se aceptó estando en pareja. O, por el contrario, esa llamada para invitar a alguien que nos dio miedo hacer o ese examen médico al que nunca fuimos a pesar de las advertencias.
Este mismo fenómeno aplica a las consecuencias favorables. Todos hemos tenido, y seguiremos teniendo, infinidad de momentos sliding doors –como incluso se denomina hoy comúnmente–, pero pocos somos conscientes de ellos. En el afán del día a día, perdemos de vista que una sola decisión puede desencadenar una vida radicalmente distinta. No lo digo para que nos paralicemos ante las consecuencias, sino más bien para que nos empoderemos y pensemos que, en determinado momento, diez segundos de valor quizá resulten en una vida de éxito. Un minuto de calma antes de hablar puede ahorrar una eternidad de culpa. Un momento de reflexión antes de actuar tal vez evite un universo de dolor. Y una intuición tomada en serio puede ser el punto de inflexión de nuestra vida.
Abramos los ojos y los sentidos a estos momentos, nuestro futuro depende de ello.
ALEXANDRA PUMAREJO
@DeTuLadoConAlex